Andrés salió temprano de su trabajo y pasó al banco para confirmar su saldo en la cuenta. Caminando a las 4 de la tarde para esperar la camioneta, un hombre se le acercó para pedirle el teléfono, a lo cual él le dio el único que llevaba: un frijolito. Minutos después, estaba tendido en el suelo llorando por un potente dolor esperando una ambulancia.
Hace ya tres semanas que lo habían asaltado, tenía un teléfono de gama alta que tuvo que entregarle al asaltante. Andrés, pasó casi 2 semanas sin celular y no podía comprar otro porque tenía un presupuesto muy ajustado.
Su madre Lilian, estaba preocupada por pasar mucho tiempo incomunicada con su hijo, así que le dio un teléfono, uno que ella casi nunca usaba porque siempre se mantenía en casa y era de aquellos en los que no se puede usar WhatsApp: un frijolito.
El joven no quería que su madre estuviera preocupada así que lo aceptó, compró saldo y la llamaba cuando llegaba al trabajo, en el almuerzo y al salir de trabajar, así ella estaba más tranquila.
La tarde del incidente
Toda la semana, Andrés estuvo adelantando su trabajo para salir temprano el viernes, debía pasar al banco y luego iría a su casa para arreglarse y salir con sus primos.
Se apresuró, agarró sus cosas y salió de trabajar alrededor de las 3:14 de la tarde. Fue al banco y unos 20 minutos después ya iba con destino a su casa.
Comenzó a caminar a la parada donde debía esperar la respectiva camioneta, había bastantes personas esperando cuando un hombre se le acercó demasiado invadiendo su espacio personal: “Dame tu teléfono ya o te mato”, le dijo el individuo y Andrés quedó paralizado por el miedo, comenzó a temblar y a tocarse los bolsillos del pantalón como loco. El tipo lo agarró del brazo, “apurate maje” le decía y él no podía articular ni una sola palabra.
Por fin, sacó su teléfono y se lo entregó: “Yo no quiero esa mierda, dame el otro”. Andrés abrió los ojos totalmente asustado, el hombre llevaba un cuchillo y con dificultad y nervioso le contestó: “No tengo otro”. La mirada del ladrón se endureció y le dijo “caminá y cuando yo te diga, parás”. Lo alejó de las miradas hasta que se detuvieron. No se encontraban demasiado lejos, pero la gente ya no podría verlos con claridad.
“Yo estaba asustado y frustrado, sabía que si corría el tipo me iba a alcanzar y a apuñalar, estaba frikeado, era la segunda vez que me asaltaban”, comenta Andrés.
En un segundo a otro, el tipo sacó más a la luz el cuchillo y Andrés sintió una gran perforación en su estómago; gritó, se agachó y el ladrón nuevamente le traspasa la piel y sale corriendo.
El joven estaba tirado en el suelo y la gente se acercaba con miedo a ver lo sucedido, un hombre se acercó a Andrés para ver qué ocurría con él y al verlo gritó: “Llamen a una ambulancia, apúrense que lo acuchillaron”.
Andrés sentía que el tiempo no pasaba, era un dolor increíblemente agudo a tal punto que comenzaba a ver nublado y las voces comenzaban a apagarse lentamente, mientras el señor le hablaba y trataba de mantenerlo consciente.
Despertó en el Hospital Roosevelt, con varios puntos en su estómago debido a las puñaladas. No presentó heridas demasiado profundas por lo que no fue necesaria una operación.
Su mamá y hermanos preocupados por él llegaron inmediatamente al hospital.
“Mi mamá lloraba horrible y mis hermanos trataban de consolarla. Los especialistas me recetaron reposo y una dieta que hizo que me adelgazara bastante; bajé casi 17 libras en dos semanas y me frustraba no poder comer lo que quería. Me estoy recuperando poco a poco, pero ahora, ni loco salgo con un frijolito”, indica el joven.