En este día festivo podemos observar a los niños emocionados por recibir regalos, los papás comprando los presentes conforme a su presupuesto les permite, actividades en el colegio, fiestas, etcétera. Y está claro que esta fecha no solo es para celebrar a los chiquitos de la casa, sino también al niño interno que todos tenemos.
No obstante, muchas veces el ser humano está sujeto a vivir en su “burbuja” sin observar lo que sucede a su alrededor. Un día estaba en aquel tráfico, en el que se puede ver a muchos vendedores ambulantes, cada uno con su particularidad al vender, pero en ese momento, a 5 carros del mío, pude distinguir a un niño, sonriendo para vender su mercancía diaria, la cual eran, gaseosas, dulces y unos cuantos ricitos. Los vehículos no se movían y el pequeño llegó hasta el mío.
Compré una gaseosa y platicamos, Robertito como le dicen en su casa, un niño de 12 años, quien desde los 8 empezó a vender en las calles de nuestra ciudad. Me comentó que su único deseo es poder empezar a estudiar. Esto, debido a la situación económica de sus papás y siendo el mayor de cuatro hermanos, le ha tocado trabajar junto a sus padres para el sustento diario. A pesar de sus problemas de niñez, no pierde su mirada y sonrisa de niño, pero que está consciente que la vida que le tocó no es un obstáculo para cumplir sus sueños.
Cada persona tiene diferentes oportunidades, pero lo más importante es no perder ese niño interno que siempre nos compaña, a pesar de las dificultades que la vida nos presenta. Obviamente, todos hemos pasado por momentos difíciles, pero está en nosotros salir adelante, y algo que he aprendido en la vida es que a todas las personas se les aprende algo. Feliz Día del Niño, pero sobre todo a los niños que diariamente se observan en las calles tratando de luchar por un lugar en esta sociedad.