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Aquella noche no fue igual, Marianita no estaba, había que buscarla, el miedo se apoderó de su mamá y cinco días más tarde la encontraron en un río de aguas negras.

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La noche lluviosa cuando Marianita desapareció




La busqué en el baño, en el patio y no la encontré. No me contestaba el celular. Mi corazón palpitaba y me dio miedo no saber de ella.

Llovía fuerte aquella tarde. Marianita debía haber regresado del colegio a las seis de la tarde. Las horas pasaron y la fría noche cayó.










¿Dónde estaba? Dos compañeros la habían acompañado a la parada de buses. Desde entonces, no se volvió a saber de la niña hasta cinco días después, cuando la encontraron en un río de aguas negras, donde miembros de una pandilla la fueron a lanzar.

¿Cómo imaginar que le hicieran daño a una niña de 13 años que solo quería crecer y ayudar a los demás?

Marianita quería donar su pelo a los niños con cáncer. Crecer para ayudar a los niños sin casa, sin comida. Y estudiar Economía.










Pero en lo semioscuro, se convirtió en presa fácil de los pandilleros, que la golpearon hasta quitarle la vida.

Marianita le decía a su mamá que siempre iba a ir adelante. Y las medallas y diplomas guardados en una caja de cartón, le recuerdan a Maribel, que eso era cierto.

Fue la capitana del equipo de fútbol de su colegio. Cada bimestre recibía un diploma por el promedio de 90 puntos.

¿Amada? Siempre. En la iglesia cristiana más. Buscó estar cerca de Dios. En medio de la pobreza en la que vivían era agradecida con lo que tenía.







En su diario, le daba gracias a Dios por todo, hasta por su Snoopy y un peluche que eran como su tesoro.

Pero, pasar frente a aquel predio, hizo que, su diario quedara incompleto. Y que su perrito bobi, al que adoraba, nunca más la volviera a ver.

Su mamá, Maribel, solo tiene el recuerdo grabado de la madrugada, la última vez que la vio, cuando sacó la mano de la cobija para decirle adiós.







Nunca más volvería a verla igual, sino con golpes brutales y su rostro descompuesto, todo provocado por los pandilleros.

Nunca pensé que íbamos a pasar esta prueba, dice Maribel, y recuerda que a Marianita le hicieron honores en el colegio, e incluso el alcalde de San Miguel Petapa pidió un minuto de silencio.







Marian como le decían sus hermanitos, reía mucho. Y a veces regañaba a su mamá cuando no saludaba.

Tanto que ella le daba su lugar en el bus a los ancianos y ayudaba a cruzar la calle a alguna persona.







El 29 de abril, cumplió sus 13 años, fue el último que comería su pastel preferido, el de fresas con crema. Cuatro meses después, su madre la estaría velando y devolviendo al cielo, el ángel que le prestó.




La mamá de Marianita perdió su empleo, cuando la buscaba incansablemente. Si alguien desea ayudarla con un trabajo, porque su situación es bastante necesitada, puede escribir a Relato para información de contacto.

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