La dosis correcta para estar bien, una breve crónica de salud mental imagen

Eso de la depresión y la salud mental no es un juego, ¿cómo es la vida con la medicación?.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

En este Relato, un hombre en sus treintas se aventura a explicar su relación con algunos medicamentos bajo prescripción médica. Tal y como lo advierte Dave Navarro en su libro con Neil Strauss, Don’t try this at home, este no es recetario virtual. Es un mero ejercicio de honestidad.

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Siempre me han sudado las manos cuando estoy ansioso. Mientras escribo estas líneas lo recuerdo, pues estoy consciente de que me sudan ahora, a pesar de que me tomé mi media pastilla de Ansiben hace varias horas (Citalopram) y puse a propósito –y sin un fin irónico– la canción The Pills Won’t Help You Now (Las pastillas no te ayudarán ahora) de los Chemical Brothers y Midlake. Desde hace varios años tomo este medicamento, me lo recetó mi psiquiatra de ese entonces, es un antidepresivo y ansiolítico.

De acuerdo al sitio web de la casa farmacéutica que lo produce, “se relaciona químicamente con otros inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina. Es el más selectivo inhibidor de la recaptación de serotonina descrito hasta el presente”.

¿Demasiado técnico? Lo que esto representa para mí, en realidad, es más sencillo: es una ayuda extra y constante. Tomar este medicamente no me hace sentirme esclavizado a él. Por lo contrario, me da confort saber que una simple (o media) pastilla puede ayudarme a sentir la vida mucho más llevadera. Es más fácil que fumar cigarrillos ocasionalmente. También he recurrido a este hábito, por cierto.

La decisión no la tomé arbitraria o impulsivamente. Cuando empecé a asistir a terapia con mi primera psiquiatra, recuerdo que puso en mis manos la opción de contar con un apoyo en forma de cápsula. En ese entonces, el compuesto que tomé (y por los siguientes 4 o 5 años) fue sertralina.

Cuando di el paso adelante, mi doctora pidió que me hiciera exámenes para determinar si mi hígado estaba en condiciones de ayudarme a metabolizar los compuestos. Y todo estuvo bien, mi cuerpo y mi mente chocaron manos, por decirlo así, mi salud mental tuvo un apoyo farmacéutico del cual no me arrepiento un solo día.




Paréntesis: apoyo el planteamiento del médico en la película Garden State, cuando le advierte a Andrew Largeman (Zach Braff) sobre los riesgos de la automedicación o medicación asistida sin su complemento terapéutico: “Lo que sea que te esté pasando mostrará su cabeza fea”. Es también, como dice el doctor Drew Pinsky, los cerebros se necesitan los unos a los otros. Sí, cada cierto tiempo voy a terapia y continúo, amplío mi búsqueda.

DE QUÉ HABLAMOS EN REALIDAD

Ante una reciente crisis personal, además de llamar a mi psicóloga, recurrí a una herramienta propia de nuestra época: descargar una app en mi smartphone. What’s Up? me permite llevar un diario de mis emociones, patrones mentales, además de ofrecer ejercicios para afrontar momentos difíciles vinculados a la depresión y la ansiedad.

Respecto de esa última condición, transcribo parte de sus características: “La ansiedad es la forma en que nuestro cuerpo responde a estar en peligro. La adrenalina es enviada al torrente sanguíneo, y nos permite correr en sentido contrario o pelear. Esto ocurre en caso el peligro sea real o no. Es el mecanismo corporal de alarma y supervivencia. Funciona tan bien que a menudo entra en acción cuando no se necesita, cuando el peligro está en nuestras mentes en lugar de la realidad”.

Y bueno, la depresión es una condición médica real que a menudo es bastardizada por el lenguaje popular y la ignorancia. Aparte de pensamientos negativos, fatalistas o alusivos a alguien con una baja autoestima, también se presenta físicamente. 

Cansancio, letargo, dificultades para concentrarse o con nuestra memoria. Estos síntomas se suman a cambios en los patrones de sueño: dormir más o dormir menos tiempo, cambios en los hábitos alimenticios y perder interés en pasatiempos, actividades o el sexo.

La inversión económica es parte de mi salud mental

Establecer un presupuesto para este o cualquier otro tipo de medicamento para tu salud mental, implica descubrir las mejores opciones. Claro, no está demás hacerlo con el acompañamiento respectivo de una o un psiquiatra.

Una búsqueda web en sitios de farmacias guatemaltecas arroja varios parámetros de precios, de acuerdo a la cantidad de tabletas y una dosis estándar:

Q167.88 (14 tabletas de 20 mg)

Q237.58 (28 tabletas de 20 mg)

Q138.79 (14 tabletas de 20 mg)

Q196.33 (28 tabletas de 20 mg)

Al principio de mi relación con los antidepresivos, obtuve una o dos recetas por parte de mi psiquiatra para obtener los medicamentos en las farmacias. Solo un par de veces fue necesario presentarla. Cuando asistí con otra profesional, en la Asociación Psiquiátrica de Guatemala, ahí mismo obtenía gratis mi medicamento. Y, debo aclarar, la asociación era estricta en cuanto al refill cuando me quedaba sin pastillas y no tenía plata para costearlas. 

Anticipan y previenen el abuso por parte de algunos pacientes. Su código deontológico https://asociacionpsiquiatricadeguatemala.org/file/repository/Codigo_DEONTOLOGICO_APsG.pdf especifica:

“La prescripción de psicofármacos en todos los casos es decisión del Psiquiatra. En los casos donde se realicen investigaciones clínicas, los pacientes tienen el derecho de ser debidamente informados, y deben dar su consentimiento, además; debe de realizarse todos los trámites correspondientes establecidos por el Ministerio de Salud Pública y aprobadas por las Instituciones donde se realicen los mismos”.

En 2012, el entonces coordinador del Programa Nacional de Farmacovigilancia del Ministerio de Salud especulaba (citado por La Hora https://lahora.gt/hemeroteca-lh/salud-publica-admite-la-falta-de-control-en-el-comercio-de-antidepresivos/ ) que “ningún antidepresivo requiere de un control tan específico como que cada ministerio o ente regulador sepa cuántas ventas o cuántos se consumen”. Y en mi caso, agradezco esta actitud relajada entre las farmacias y los consumidores. 

No necesito más motivos de ansiedad, como agregarle un elemento de burocracia más a mi estilo de vida y a mi salud mental. 

La receta médica no la necesito, pues soy un consumidor responsable y en ningún momento me automediqué. Quisiera creer que el resto de pacientes verdaderos tienen ese nivel de compromiso personal (se vale soñar, ¿no?).

Hace algunos minutos me tomé una pastilla entera (hasta hace poco me tomaba solo la mitad), pues a veces lo olvido. Me siento más tranquilo por este pequeño gesto cotidiano, mi propio control interno. Antes de despedirme esta noche, y con un poquito de ironía, busco Clonazepán y Circo, un himno tierno de Andrés Calamaro, en YouTube. “Se agotó lo natural”, cantaba el argentino. Y eso está bien, pienso, está bien. 

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