La Antigua ya no, está muy trillada imagen

Las acuarelas de Romel nos dejan ver la ciudad de Guatemala desde otro punto.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Viaja en su automóvil por calles y avenidas de la ciudad, en busca de ese rincón que nadie ve. Ahí, donde la luz es buena y los detalles le sorprenden, Romel capta los momentos de la metrópoli que pocos ven.

Llegó a la pintura por pura casualidad, por insistencia de su esposa y una lesión en la pierna. “No le gustaba que jugara fútbol, pues decía que pasaba mucho tiempo en la cancha y me lastimaba demasiado, así que un día me llevó al Cerrito del Carmen, a conocer la escuela de pintura”, desde entonces colgó definitivamente el uniforme y tomó el pincel.

Domingo a domingo, Romel asistió a clases, y como todo en la vida es cíclico, esto también hartó a su cónyuge. “Me alegaba que solo en el Cerrito me la pasaba y un día ella murió y algo pasó”.

Luego de la muerte de su esposa, la pintura de Romel sufrió un alto. No encontraba las ganas ni las fuerzas para seguir con sus acuarelas, la luz y los lugares no le motivaban a pintar.

“Salía a la calle, pero nada me motivaba, tal vez porque fue ella quien me motivó a hacerlo en un principio, o las responsabilidades de papá y mamá que tuve que tomar”. Lo cierto es que debió pasar un año antes de volver a tomar el pincel y desde entonces no lo ha soltado.




“En una ocasión me detuve para hacer un bosquejo de Ciudad Cayalá, mientras lo realizaba, una patrulla de Emetra me puso el cepo y creo que ese fue el dibujo más caro que me ha tocado hacer”.
Romel Cifuentes

A donde vaya hay cuadros de la Antigua

Y fue así como Romel, a sus 49 años, se dedicó en cuerpo y alma a pintar rincones de la capital, “lugares por los que todos pasamos, pero no nos detenemos a observar”. El Centro Histórico, la parte sur de la ciudad y colonias son sus escenarios favoritos.

Cuando cae la lluvia, sale el sol o en el ocaso, Romel logra ver lo que pocos vemos. “Hay colores, trazos de luz, texturas o escenas que suceden y pocos logran percibir”.

No pinta la ciudad colonial, pues asegura que ya hay demasiada gente pintando la Calle del Arco, el volcán de Agua o los tejados. “A donde vaya hay cuadros de la Antigua, pero de la capital pocos tienen”.

Y este es el tema que motiva a sus alumnos, pues hoy 27 años después, de haber ingresado a la escuela del Cerrito, se ha convertido en maestro.




Venta de cuadros de puerta en puerta

Hoy, a sus 55 años y una nueva novia, Romel sigue apasionado por la pintura como cuando vivía Olga. Aunque, no puede decir que viva de su arte, ha encontrado formas de seguir pintando y pagar las cuentas.




“Mi novia es estilista y yo la llevo en el carro a sus citas, mientras ella atiende clientes, yo veo lugares para pintar”. Así, tardes, mañanas o noches, Romel tiene el tiempo para descubrir rincones de la capital que “por la vida tan ajetreada no disfrutamos de los detalles”.

Cada día, sale a vender sus acuarelas de puerta a puerta. Algunos de sus clientes son médicos, que le pagan por su arte y obtienen una pieza única.




“Mucha gente que me compra son vecinos de los barrios o calles de donde me inspiro para pintar, a otros les gustan los monumentos como la Catedral o el Palacio”. Lo cierto es que su pasión por la pintura cada día va en aumento, aunque junto a los pinceles lleve pintura de uñas y spray fijador para captar imágenes citadinas, que pocos apreciamos. 

Quieres conocer más sobre las obras de Romel, puedes contactarlo al:

41080954

En el cerrito del Carmen los domingos, en la escuela de pintura.

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