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¡1,26, 1,26, de control!

¡Adelante!

¿Copió la información, 1,26?

¡Afirmativo vamos al lugar!

Ese fue el diálogo entre el radioperador, de la estación 1 de Bomberos Municipales, ubicada en la 3a. Avenida 1-45, de la zona 2 y el vehículo en que se destacó al técnico en urgencias médicas, Norman Rodríguez (de apoyo ese día en Relaciones Públicas), para que documentara el derrumbe que ocurrió la noche, del viernes 18 de agosto, en la 14 calle final y 25 avenida de la zona 6. En el lugar falleció una menor soterrada, 10 personas resultaron heridas, entre ellas, Norman y otros seis bomberos que cubrieron la emergencia.

“El turno estaba sin novedades. ese día acordamos con mi compañero dormir temprano, viendo un documental estábamos cuando dieron el aviso del deslave y que posiblemente había personas soterradas”, así recuerda Norman los minutos previos a las 10:20 de la noche cuando se alertó sobre la emergencia.

Cerca de las 10:45, rescatistas y vecinos, codo a codo, arduamente, entre todos los escombros trabajaban para dar con los desaparecidos de ocho familias en el área afectada en donde hubo dos casas soterradas y otras ocho estaban en riesgo de desplomarse.

Cuando se da una alerta de este tipo, bomberos como Norman, no sienten “la mala vibra” o la sospecha de que algo malo les puede ocurrir. Su prioridad es ayudar a todo el que lo necesite, asegurar todas las vidas que se puedan y con eficiencia realizar los rescates necesarios.



Foto: Norman Rodríguez

Para eso, primero analizan la situación, ven el riesgo, los recursos a utilizar y el personal con el que cuentan, para evacuar lo más pronto posible y en equipo a todas las personas que están en peligro.

“Sentía cómo caminaban sobre mí”

Mientras la unidad en la que viaja se abría paso entre el tránsito y va dejando huella en el concreto mojado, limpia sus lentes, revisa la cámara fotográfica, se ajusta el radio al cincho y ve algunos mensajes en el teléfono, gracias a la luz de las lámparas color ámbar del alumbrado público, y las de cada semáforo.

Un fuerte aguacero, como el de ese día, hace que la gente se resguarde en sus casas o que busque un lugar dónde pasar el agua. Por eso, las calles lucían sin peatones, además la medianoche estaba próxima y hacía frío.

Una vez en la zona del desastre y con cámara en mano, Norman empezó a documentar todo lo que podía distinguir y a colaborar con sus compañeros bomberos en las tareas de descombro para dar con los soterrados que hasta ese momento eran solo vecinos del lugar.

Ya había tomado algunas fotografías y grabado algunos videos, cuando recuerda haber escuchado un fuerte ruido y expresiones de alerta como aguas, aguas, cuidado, que acompañaban un nuevo derrumbe en donde los rescatistas desaparecieron en segundos al quedar soterrados.



Foto: Cruz Roja Guatemalteca 

“Salté hacia un lado y sentí un fuerte golpe que hubiera querido esquivar, pero no pude y un montón de tierra sobre mí. Cuando reaccioné escuchaba voces que preguntaban si estábamos bien, como pude contesté porque ni moverme podía”, relata aún con preocupación.

Desorientado, sintiendo un gran peso encima y sin poder moverse abrió los ojos para estar más consciente de lo que le había ocurrido. Así empezó a llegar la angustia y pensamientos sobre su familia, novia, amigos y proyectos de vida que no había podido realizar.

Con un poco de fuerzas recobradas intentó moverse y se dio cuenta que no era tan difícil dejar libre uno de sus brazos, mientras le gritaba a quienes los buscaban que no se movieran, porque los sentía caminar sobre él.

Sus movimientos desesperados permitieron ver entre la tierra la cinta reflectiva de su casco que le salvó la vida y fue así como dieron con Norman y los demás bomberos que estaban soterrados.



Foto: Cruz Roja Guatemalteca 

Para rescatarlos se tuvo que poner unos parales de madera y sobre ellos láminas para proteger el área de rescate, porque la tierra seguía cayendo y se temía por un nuevo derrumbe. “Juntos entramos y juntos vamos a salir”, fue la frase con la que iniciaron a sacar de entre los escombros a uno por uno.

Norman, también sintió mucho miedo aquella noche, pensó que iba a morir y recordó que se había hecho bombero hace cinco años porque sintió la necesidad de socorrer a quien lo necesite. Esto luego de crecer viendo impactantes accidentes en las cercanías de la colonia Villa Linda, ubicada a orillas del Anillo Periférico en la zona 7, donde ha vivido por 32 años.

Después de varios intentos en los que fue postergando su “vocación” por el trabajo y sus estudios en la universidad (es Licenciado en Diseño Grafico) por fin logró su cometido, “estar de servicio, en los turnos asignados y los días que puede apoyar”, como aquella tenebrosa noche de mucha lluvia cuando quedó soterrado y afortunadamente solo se fracturó un antebrazo.

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