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Los niños salieron de vacaciones, las notas no fueron tan buenas, pero no habrá repitencia de grado. “Si salen bien nos vamos de viaje”, fue la motivación para Enrique y sus dos hermanos, quienes no gustan mucho de los estudios.

Mientras los más pequeños debían ordenar trocitos y pegar recortes, Enrique debió aprender sobre geografía, historia, idioma español y matemáticas. “Tenía que ganar sexto si quería salir de Guate”.

Así llegó a los exámenes finales y “raspado”, logró ganar. El viaje a Orlando era suyo, la vacación se la había ganado.

Antes de hacer valijas y subir al avión, Leida y su marido se percataron que, luego pasada la Semana Santa, el pasaporte de Enrique había vencido. “Vamos a renovar el pasaporte de Quique y de paso los de todos”.

La mafia en migración

Leida, quien había aprendido de su madre, que en Guatemala es mejor llegar temprano para evitar colas, no falló. A las 4 a.m., sin bañar y en pants, la familia Marroquín salió en dirección a la zona 4, uno de los cuatro centros de emisión de pasaportes, excepto Luis.

No había salido el sol y una fila de unas 15 personas ya estaban en el lugar. “Venimos a buen tiempo, así su papá puede irse al trabajo después del trámite”.

Al llegar a donde terminaba la cola, un sujeto se le acercó y preguntó si querían un turno. “¿Para qué? Si estamos en buen lugar, no gracias”.

Son Q200 y se ahorran la cola, dijo el sujeto, que parecía llevaba más días sin bañarse que los Marroquín. Leida se aferró a su bolso, donde llevaba todos los documentos necesarios para hacer el trámite.

Entre miedo y desconfianza, volteó la cara y esperó a que Luis llegara de estacionar el auto. Con su macho al lado, un sentido de seguridad la invadió y volvió a ver al sujeto, mientras le contaba a su esposo lo sucedido.

“Así es Guate mi amor, cobran por cuidar el carro y te venden el turno en cualquier lugar, no les pongas coco”.

Así se meten los que pagan

Mientras salía el sol, y el ruido de la calle iba en aumento, Leida vio su reloj. Seis y treinta, hora de darle a los niños un pan con frijoles y un jugo.

Como el de Mary Poppins, en su bolso guardaba, documentos, sombrilla, medicinas y algo para aliviar la tripa. Así comieron y siguieron esperando en la fila.

El sabor a frijol aún estaba en el cielo de la boca de los cinco, cuando un bus se detuvo y unas 50 personas descendieron. “Vieron”, dijo la madre, “venimos a buena hora, estos van atrás de nosotros”.

Un revuelo se apoderó de la línea de espera. Y sin darse cuenta los recién llegados se instalaron delante de la familia, no atrás como había previsto la madre.

“Hey, qué pasa?” gritó. “Nada”, respondió el hombre que horas antes le había abordado, “ellos pagaron y van delante de ustedes”.

Así pasaron los minutos y más gente se colocó delante de los Marroquín. Los 15 primeros se convirtieron en 70 u 80, el caos se apoderó de la fila y ya nadie sabía cuál era el propósito de madrugar.

Los únicos que lo tenían claro, eran los vendedores de turnos. “Por cada uno de ellos unos cinco pagaron y se colaron”.




Para cuando la oficina de Migración abrió sus puertas, delante de los Marroquín había unas cien personas en fila. Lo que debió ser un trámite rápido, les tomó seis horas, de las cuales en cola pasaron cinco.

Ante el alboroto, el agente de seguridad preguntó si todo estaba bien. “Tuvimos miedo de que nos hicieran algo y preferimos callarnos y así evitar que los vendedores se ensañaran con nosotros”.

Mientras tanto, el celular de Luis sonaba, eran llamadas de la oficina. “Ya voy re tarde, se me va a hacer clavo en el trabajo”.

Pero, no había vuelta atrás, debían concluir el trámite para poder viajar. Finalmente, a eso de las 11 de la mañana, la familia salió de migración, Luis les dejó en la Montúfar y se fue a la oficina.

Mientras volvía a su casa, en taxi, Leida reflexionaba sobre las palabras de su esposo. “Te cobran por cuidar el carro y te venden el turno”.

“No es cierto que Guate cambió, somos los mismos, la corrupción no se fue, sigue ahí, en la calle, en las oficinas y nadie hace nada”. Ella se sintió parte del sistema, pues prefirió callar cuando el agente preguntó si todo estaba bien.

“Ese día les di a mis hijos la peor lección de vida, no tuve el valor de pelear por lo que es justo y me entristece que ellos lo hayan visto”.

Precios de documentos
• Primer pasaporte ordinario de 32 páginas, US$30
• Renovación pasaporte ordinario, US$30
• Pasaporte oficial, US$10

Conoce aquí los pasos para solicitar pasaportes

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