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¿Sabes cuál es tu propósito en la vida? Tómate unos minutos y reflexiona.

Mi nombre es Ottoniel Laines, tengo 35 años y soy entrenador de fútbol. Casi toda mi vida he residido en la zona 18. Tengo dos hermanos y una hermana, soy el segundo de los hijos y no tengo papá. Mi mamá falleció hace cuatro años y tengo varios sobrinos.

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Lo que pocos saben de mí es que pertenecí a las pandillas por 15 años. Mi historia comenzó a los 11, cuando en mi casa carecíamos de muchas cosas básicas y materiales. Yo veía que algunos amigos de la colonia tenían dinero y que lo conseguían fácil. Así comencé a involucrarme con ellos. Inicié con las tareas más sencillas y fui creciendo dentro del mismo grupo.




Honestamente no me siento orgulloso de lo que hice, pero sé que mi testimonio puede cambiar la vida de las nuevas generaciones, así que se las voy a compartir.

Mi mamá siempre trabajó mucho y casi no la veía. Yo me mantenía en la calle y cuando cumplí 12 años me integré a una mara por completo. Siempre me he caracterizado por ser alguien muy entregado, si hago algo intento hacerlo de la mejor manera. Al principio era fácil, pero con el tiempo me di cuenta que no se trataba solo de andar molestando. Conseguí mucho dinero.

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Tuve que irme de la casa porque no quería que hirieran a mi familia y años después, debido a todos los problemas que fui cosechando, tuve que escapar a Estados Unidos. Estuve allá por un año y seis meses hasta que me deportaron. Mi hermano se quedó en el norte y siempre me decía que debía regresarme. Al principio era muy difícil porque no conocía el idioma, trabajé en una fábrica de carpetas y luego recogiendo blueberry.

Cuando trabajé en Estados Unidos entendí qué era esforzarse por obtener una ganancia. Aprendí a valorar el trabajo y todo lo que hacía mi mamá.

Cuando regresé a Guatemala, mi propia pandilla me rechazó, creyendo que los había traicionado y comencé a tener más problemas. Fue tanta la insistencia de mi hermano y tan gris el ambiente que me rodeaba, que decidí regresarme a Norteamérica. Estuve por algunos años. Trabajé picando piedra y con el dinero ganado pude ayudar a mi mamá en su enfermedad, era diabética.




Cuando tuve que regresar al país conocí a un gringo, alto y que no podía pronunciar el español. Me di cuenta que él trataba de hablar con unos jóvenes, que solo se burlaban de él. Comencé a traducirle y me tomó mucha confianza.

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En ese momento me citó para el día siguiente en una escuela de la colonia. Él necesitaba mi apoyo para traducirle, porque donaba su tiempo dando clases de inglés. Pasó el tiempo y me motivó a regresar a los estudios. Me había quedado en segundo básico y logré terminar el bachillerato. También me incluyó en cursos para saber cómo trabajar con niños como títeres, baile y más.

Ustedes se preguntarán en qué momento llego al tema del fútbol. Pues es justo en ese punto de mi vida. Este amigo gringo me presentó a un conocido que tenía un equipo de fútbol y allí comenzó esa parte de la aventura. Lo ayudábamos educando a los más pequeños sobre el deporte.

Mi vida cambió. Sentí que era útil. Me dieron la oportunidad de hacer algo completamente distinto a lo que había experimentado por años, entender que sí tenía un futuro prometedor. Alejarme de las drogas, las balaceras con la policía o todos los gajes de oficio en el mundo de las maras.




Recuerdo que algunos meses después llegué a las canchas de Brio y otro gringo que formaba parte del equipo jugó conmigo un partido y, eso fue mi entrevista de trabajo, y me dijo desde hoy serán parte de mi grupo.

Yo no lo creía, ellos no sabían quién era yo. Con el tiempo conocieron mi pasado pero no les importó y me dieron una nueva oportunidad.

Soy creyente en Dios y sé que sus planes son perfectos. Ahora entiendo que todo lo que yo sobreviví sirvió para que los niños a los que ahora entreno no vivan lo mismo que yo. Creo que queda claro que mi trabajo no es solo hablar de fútbol, sino aconsejarlos. Vivimos en un sector complicado y nunca está de más una guía. Muchos de ellos viven hoy lo que yo en mi infancia.

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¿Te imaginaste que la vida de un marero podía cambiar de una forma tan rotunda? ¡Sí, es posible y sí, el fútbol no es solo la pasión del fin de semana…puede ser la herramienta perfecta para una segunda oportunidad!

A ti, que eres parte de este país tan prejuicioso, te invito a tener una mente abierta y un corazón dispuesto. Algunos de los que nos hemos involucrado en pandillas sí queremos una vida diferente, reintegrarnos en trabajos y llevar alimento a nuestra casa.

¡Si queremos, podemos cambiar! 

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