Es Domingo de Resurrección por la noche. Experimentando una mezcla de fastidio y melancolía, te encerrás en la lavandería y comenzás a vaciar la mochila que te llevaste al puerto. La repentina visión de que en unas horas estarás en la oficina escroleando a través de tu exuberante listado de pendientes y reencontrándote con cosas que días atrás dijiste, “Ay veo esto después de Semana Santa. Mejor no llamo porque ahorita ya de plano ni me van a contestar”, te causa desolación.
Le clavás el dedo índice a la bolsa de Supermercados La Torre que contiene toda tu ropa húmeda y la rompés para sacar tu calzoneta. Pesa. Trae arena del Puerto San José metida por todos lados. Un poco frustrado agitás tu pieza de baño y ves caer chorritos de arena que forman un montículo en medio de tu lavadero.
Entonces lo ves, brillando entre los granos oscuros: una criatura ligosa humanoide como de ocho centímetros. Asumís que es un bebé pero ignorás de qué especie. Lleno de curiosidad puyás con tu dedo una de sus piernas y notás que se mueve. Luego el bebé ligoso habla, su voz andrógina es como si un compresor de aire de un Mitsubishi Lancer fuera a la vez Romeo Santos:
“Hola, vos. Mirá, disculpá, ¿vos me podrías regresar al mar con mis amigos y papás, es que si paso otras 5 horas más fuera del mar voy a morirme?”.
A) “Híjole, chavo. Allí si no podría ayudarte. Es que mañana tengo que chambiar y lo primero es mi compromiso con la empresa, porque a mí ni vos ni tu mar van a darme de comer oíste”. [Pulsa Aquí]
B) “La verdá es que no puedo. Lo que te ofrezco es llevarte a una pecera que tienen en un comedor chino de aquí nomás. Yo digo que primero dios no te morís”. [Pulsa Aquí]
C) Inmediatamente tomás al bebé ligoso entre tus brazos, lo arropás con una mantita y emprendés con él el viaje que lo llevará de vuelta al mar. [Pulsa Aquí]
D) Le decís que sí, que lo vas a llevar al mar. Pero lo que de verdad vas a hacer es llevarlo al Zoológico La Aurora para que expertos guatemaltecos lo estudien de manera apropiada. [Pulsa Aquí]