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Domingo 19 de marzo. El Jocotillo, Villa Canales. Siete de la mañana. Se despierta en algún lugar del campamento. No sabe como llegó allí. Ha perdido sus anteojos oscuros y su camisa es un lienzo sobre el que derramó bebidas, sudor, agua y adrenalina.

Dos días borrosos le bastaron para explorar cada centímetro cuadrado del lugar. Bebió cerveza, bailó al compás de la música electrónica, fumó (no sabe exactamente qué), cantó con Los Amigos Invisibles y besó a quien en ese momento creía era el amor de su vida.

Se levanta con dificultad. El área de camping es un desastre, pero no esperaba menos. Las carpas de todos colores pintan un paisaje surreal y la gente desconocida que ayer parecía familia ya ha comenzado a empacar sus cosas. Pero él sigue tumbado. Las extrañas melodías de las dos noches anteriores todavía suenan en su cabeza a tiempos confusos y provocando sabores extraños con memorias difusas.

Desde “Mala Gente” de Juanes hasta “Vibe” de Wiz Khalifa. No puede creer como sobrevivió a tanta fiesta, tanto descontrol planeado y ese exceso de euforia.

¿Qué pasó ayer?

La idea de ir al Empire Music Festival (EMF) no fue suya. Había escuchado del evento, conocía a un par de los artistas que tocarían, sabía que habría cerveza y música e irían sus amigos. Además, la idea de tres escenarios simultáneos, con diferente estilo de música y ambientes lo convenció. El combo perfecto.

Ahora, vagando por el campamento, mitad despierto mitad dormido, cambia de expresión conforme va recuperando la memoria. Lost Frequencies, Ale Q, Sigala y Marshmello se encargaron de hacer vibrar el Luna Stage, tele transportando a los presentes con tal vibración corporal.

El Sol Stage fue su zona segura: sabía que en cualquier momento habría buena música. Incluso sonríe al recordar que fue gracias a su hermana que recordó la letra de aquella canción de Fifth Harmony que coreó por tres minutos.

De pronto se detiene en seco. Recuerda un tercer escenario… ese que emanaba los impulsos más extraños, el ambiente más demente y las experiencias más cautivadoras: “Perdidos Stage”. ¡Y vaya que el nombre resume la experiencia! Recuerda haber vagado por aquel escenario un par de veces. Sonríe. Respira profundo. Exhala. Sonríe de nuevo.

Divisa a sus compañeros al otro lado del campamento. Ninguno ha dormido bien, probablemente se saltaron varios tiempos de comida y el olor de la cerveza es el detonante de un malestar general. Ya terminó pero sabe que todos volverían a repetir esa experiencia, tan bestial, tan loca, tan alegre, tan cansada.

“¿Cómo se la pasaron muchá?”, pregunta. La sonrisa de todos revela una clara respuesta: increíble. Mil sonidos, dos días, cien historias, tres letras: EMF.

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