El viaje de dos hermanos migrantes, un anhelo que nunca se cumplió imagen

Migraron por carencias, violencia doméstica y por hacer realidad el sueño americano.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

“Esta tragedia humana que representa la migración forzada es un fenómeno global”. “Son hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por el narcotráfico y crimen organizado”. Papa Francisco. 17 febrero de 2016.

Nueva Concepción, Escuintla, verano de 1985.

La unión entre Carlos Franco y Edilberta Najarro había consolidado su relación. La joven pareja criaba a sus hijos, entre el quehacer en la casa de ella, las actividades en el campo a las que él se dedicaba, como agricultor y muchas carencias económicas.

Conforme pasaban los años, la familia fue creciendo, hasta que llegaron a tener siete hijos. La inestabilidad en él por su carácter volátil, hacía que constantemente se cambiaran de casa y vivieran en varios lugares, hasta en México. No soportaba que sus patrones le hicieran ver sus errores cuando los cometía.

Omar y Melvin, los mayores, sin opciones de estudiar y por la vida errante que tenían, casi desde niños se dedicaron a trabajar como su padre en el campo.

Aún no se escuchaba a los gallos cantar, señal que estaba amaneciendo, cuando ellos ya se habían levantado para ir a trabajar a la bananera, que está en Tiquisate, donde finalmente se establecieron, después que su padre abandonara el hogar.

A las cuatro de la mañana en punto, montaban sus bicicletas para hacer un viaje de media hora por caminos de tierra, poco transitados y cañaverales. A las cinco empezaban a trabajar, entre cortar bananos y clasificarlos se pasaba la jornada, todos los días su regreso a casa era como a las ocho de la noche.

Así empezaron a dejar la infancia para entrar a la juventud. Su apariencia de adolescentes era obvia, delatada por su edad. Sin embargo, por todo lo que habían vivido ya se habían convertido en hombres.

La única diversión que tenían era reunirse con sus amigos para jugar fútbol, cuando eso ocurría reían sin parar al recordar anécdotas de cuando eran niños y disfrutaban en hamacas su preciado sueño. Cuando las noches eran frescas y el zancudero no interrumpía su descanso.

El abandono de su padre se empezó a notar poco a poco y, de la mano de malas amistades, llegó la adicción al alcohol. Cada fin de mes que era fecha de pago, Melvin ya no llegaba a su casa, fue así como se perdió en el alcoholismo. Entre los 13 y 14 años llegó al punto de quedarse tirado en la calle.

La angustia de Edilberta por él se empezó a ser eterna y fue como la sentencia de que algo malo pasaría con el paso del tiempo. Tomar un par de cervezas o tragos dejó de ser ocasional y se le hizo un hábito.

La mala vida también llegó con el rigor con el que su padre lo trataba, castigos y golpizas como las que le daba a su mamá, pasaron a ser su pan de cada día, sobre todo cuando perdía el control por el estado de embriaguez en que llegaba a su casa.

Sumido en la desesperación, por tantos problemas y carencias económicas, decidió junto con su hermano dejar “La Nueva” para encontrar una mejor vida y nuevas oportunidades.

Fue así como Omar, con 16 años y Melvin con 14, decidieron aventurarse a lo desconocido y emprendieron un viaje para llegar a una tierra prometida para hacer realidad “su sueño americano”, sin imaginar el precio que había que pagar.



Así lucia Omar Franco, a sus 16 años, antes de viajar como migrante a Estados Unidos 

Con pocos quetzales en la bolsa, un par de “mudadas de ropa” para cambiarse metidas en una mochila de lona y a puro jalón lograron llegar a la frontera con México.

Su recorrido por nuestras tierras fue bueno, se sentían en casa y nunca faltó la mano amiga que le dio una “chamarra” para cubrirse, un poco de agua pura para mitigar la sed o tortillas con “frijolitos” para alimentarse.

A pesar de estar lejos de su madre, hermanas y seguir sufriendo por lo difícil que es convertirse en migrante, para ellos eso no importaba. El dejar atrás la mala vida que tuvieron desde niños y, el vicio en que se hundía Melvin eran motivos suficientes para no darse por vencidos, no dejar de luchar por lograr llegar a Estados Unidos, para trabajar como estaban acostumbrados y así sacar adelante a su familia.

Este relato continuará.

Fotos de portada: Pixabay

Todas las noticias, directamente a tu correo

Recibe todas las noticias destacadas de Relato.gt, una vez por semana, 0 spam.

¿Tienes un Relato por contar y quieres que nosotros lo hagamos por tí?

Haz click aquí
Comparte
Comparte