No hay cosa que mi amigo callcentero y yo no podemos arreglar con una taza de café y, aunque se nos ha hecho rutina, seguimos encontrando placer en cada tarde que podemos compartir.
Hablando de todo un poco como siempre; comenzamos a recordar que somos amigos desde hace más de nueve años. Aún estábamos en el colegio cuando inició nuestra amistad. Comentamos y cuestionamos si en verdad somos felices con nuestros trabajos, si lo que él hace es realmente lo que desea hacer, si se siente dichoso con su empleo. Antes de preguntar ya sabía su respuesta, pero necesitaba que saliera de su boca. Su respuesta fue darle un trago más a su taza de café con una expresión de ironía en su rostro.
Me comencé a reír, así como solo yo lo sé hacer, exageradamente. Pero luego de la risa ambos nos vimos y sabíamos que a lo que él concierne, no es feliz con lo que hace. Porque sencillamente no es lo que él quería hacer, al menos en mi memoria no recuerdo haber escuchado en el colegio a mi amigo, el que hoy es callcentero, decir cuando me gradúe seré callcentero. ¡Y te aseguro que tú al igual que él, que trabaja en callcenter, tampoco estaba en tu lista de “¿qué quiero ser cuando sea mayor?” en el primer lugar de todas tus opciones. Habrá algunas excepciones, pero muy pocas.
¿Por qué un callcenter?
Le pregunté que lo llevó a trabajar en un callcenter, su respuesta contuvo muchos aspectos. Pero sin duda alguna y aunque le cuesta aceptarlo fue la necesidad de llevar sustento a su hogar, porque siendo el mayor y prácticamente cabeza de hogar siente en su corazón hacerlo. A esa necesidad súmale la falta de oportunidad que hay para nosotros los jóvenes en el mundo laboral. Hoy está cambiando, pero hace siete años la situación era distinta, muy complicada y más si tu educación media es Bachiller en Ciencias y Letras; quienes han estudiando eso saben que en la mayoría de ocasiones es porque al graduarse tendrán la oportunidad de dedicarse solo a sus estudios superiores, sin la necesidad de tener que ser fuente de provisión para el hogar. El escenario de graduarse para luego ingresar con 17 años a la universidad, y así dedicarse únicamente a sus estudios superiores no fue el escenario de mi amigo el callcentero.
A lo mejor tuvo más opciones, pero eran en las cuales el salario era menos de lo que él necesitaba. Recuerdo que consideró e incluso intentó en un par de opciones, en un banco como receptor, como asistente en una firma de abogados, entre otras; pero ninguna de esas opciones ofrecía el salario que hoy tiene trabajando en callcenter.
No conozco a ningún receptor de banco, o recién graduado de colegio que trabaje como asistente en una firma de abogados, que reciban un salario de Q6 mil o incluso un poquito más a la quincena. Y creo que me quedo un poco corta, hace poco escuché de alguien más, que un chavo había recibido Q10 mil en una sola quincena. ¡Imagínate eso! Es impresionante.
Lo miro y veo en su rostro un aliento de desanimado al hablar sobre esto, pero creo que no se deben de sentir mal con ustedes, chavos callcenteros. Creo que el Gobierno es quien debería de sentirse apenado con ustedes, con toda la población, porque no se ha brindado las condiciones adecuadas para que te desarrolles como un individuo pleno y feliz.
Es obvio que mi amigo el callcentero haya optado por el trabajo que hoy tiene, en su lugar también lo hubiera considerado. Siendo cabeza de un hogar que lo conforman cuatro miembros, el callcenter se convirtió en la mejor opción.
Veo en su mirada que a veces le duele todo lo que ha debido dejar a la deriva, todos sus sueños. La universidad (los horarios en los callcenter difícilmente son flexibles para que puedas seguir estudiando), el poder trabajar en algo que realmente le apasiona, las incontables horas extras desde hace ya casi cinco años, los horarios extremos (entrar a las 4 a. m. o salir a las 11:00 p. m.).
Pero creo que no hay factor que pese más que el cheque a cada quincena y el bienestar de su familia. ¡Y eso es de cracks!