El último beso imagen

¿Qué pasaría si despiertas dos años después y el amor de tu vida ya no está?

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El tiempo pasa, transcurre de manera que muchas veces no nos damos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor, de esas pequeñas señales que la vida nos da. Francisco era un joven que parecía tener la vida perfecta, era muy bueno en los estudios, iba a la iglesia, tenía un trabajo estable, estaba  enamorado de su novia y entonces piensas ¿qué más se le pude pedir a la vida?

Cumplió apenas 22 años, cuando recibió una sorpresa de su papá, un carro color blanco, no era último modelo, pero cumplía los gustos de Francisco, quien estaba feliz, no solo por su regalo sino porque había decidido ese día pedirle la mano a su novia. Preparó todo con mucho detalle, le hizo una enorme manta en la que decía ¿Quieres casarte conmigo? Y un arreglo de globos con helio adornaba la casa, y ya sé seguramente se preguntan ¿y el anillo? Estaba debajo de la silla donde estaba sentada.




La respuesta fue un sí, sí quiero estar contigo el resto de mi vida, un sí entre lágrimas, abrazos, besos y fotos. La última foto, el último beso, el último aliento. La imagen quedó enmarcada como un recuerdo de aquel grandioso día, la semana siguiente estaba planeada para un viaje de amigos, para presumir su nuevo regalo. Todos habían decidido irse en el carro de Francisco, un presentimiento vago, una noche anterior había preocupado a su mamá, pero como siempre lo ignoró porque pensó que eran “cosas de antes”.

A las 7 de la mañana todo estaba listo, hizo la revisión de rutina, llantas, aceite, gasolina, frenos y, por supuesto, la ruta que iban a tomar. Se despidió de su familia y novia con un beso e inició la travesía. Llegaron a Panajachel, luego de 4 horas de viaje, como siempre no hay viaje sin fotos, se subieron a la lancha, comieron, dieron un paseo en bicicleta y visitaron San Andrés. En ese trayecto, encontró dos pares de pulseras con su nombre y el de su prometida, ya eran las 4 de la tarde cuando decidieron volver.

Todo iba bien, el paisaje pintaba a favor de ellos, el clima no podía ser mejor, él y sus amigos venían coreando las canciones de Enrique Iglesias. Pararon en la gasolinera de Tecpán para abastecerse, ya saben que los hombres comen mucho, pero uno de ellos no iba solo por eso y compró cervezas. Mientras esperaba, Francisco mandó su último mensaje, decía: “Te amo con todo mi corazón y no sabes cuantas ganas tengo de que estemos juntos”.

Faltaba poco para llegar y todo iba bien, hasta que en la mitad del Periférico, un carro varado por problemas mecánicos, que él no divisó a tiempo, provocó que frenara, pero no pudo, perdió el control. Por no atropellar a las personas del otro carro, chocó de frente contra un poste de luz y a su costado con una pared. Francisco quedó sobre el volante, sangrando, inconsciente, sin respirar ni moverse.

Lo trasladaron al hospital de emergencia, el cuadro clínico no era esperanzador, la mamá moría por dentro ¡qué desesperación¡, lágrimas, desconsuelo, la novia estaba inconsolable. Tras una operación de 3 horas, el doctor dijo lo que todos temían: está en coma, no sabemos cuándo va a despertar.




El llanto aumentó, todo se vino abajo ¿cómo te sentirías de ver al amor de tu vida tendido en una cama? No sabes ni dónde estás, o qué hacer, no hay otra opción más que orar y llorar. Así pasaron los días, semanas, meses y Ana decidió continuar con su vida, sus visitas eran menos frecuentes al hospital y cada vez que llegaba la escena era la misma: una madre junto a él, llorando, hablándole al oído, apretándole la mano, rezando, un padre sumergido en el alcohol y el vicio de las cartas.

Tras un año de espera, se reencontró con un viejo amor, Ana volvió a la vida, él era lo máximo, pero el cargo de conciencia de Francisco no la dejaba en paz, fue a citas con el psicólogo para que la ayudara y poco a poco fue enterrando su recuerdo, al fin y al cabo ¿qué otra le quedaba? No sabía siquiera si él despertaría o no. Ella, después de darle mil vueltas al asunto, se mudó a los Estados Unidos, para seguir con su vida. El anillo y el compromiso quedaron junto con Francisco, era mucha la frustración de haberlo visto así, sin vida, sin poder besarlo ni abrazarlo o poder sentirlo.

La familia quedó devastada, pero el amor de madre es más fuerte que todo y nunca perdió la esperanza, siempre permaneció a su lado. De repente, un día Francisco despertó, luego de 2 años, todo era distinto y la emoción inundó a su madre, a tal grado de llorar de alegría. Él estaba perplejo, desubicado solo supo decir: mamá. Llegaron los doctores, todo lucía bien, le dieron de alta, pero cuando llegó a su habitación era todo distinto; sin su padre, novia, lo único que le quedaba era un anillo, la fotografía de su cumpleaños número 20, además de su madre cansada y dolida.




Todos hemos experimentado el dolor de perder a alguien, ya sea temporal o para siempre. Sin embargo, ¿te imaginas despertar dos años después y que todo lo que tenías se haya ido? No lo puedo ni imaginar, Francisco sintió todo lo que se había quedado en una foto, congelado, suspendido en el tiempo y con el alma rota.

Ahora ha iniciado de nuevo, trabaja, ha vuelto a la universidad, lucha por su mamá y la foto está colgada en una pared fría, junto al anillo y un trozo del yeso que tuvo durante la hospitalización. Cuando se enteró de la noticia de Ana, rompió en llanto, ya que una parte de su corazón, aún le pertenece, desde la distancia. Una historia que aún está por escribirse porque siempre hay una segunda oportunidad.

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