Dos mil días y dos mil noches buscando a Mayra
Y si un día ya no regresas a casa. Desapareces como si la tierra te hubiera tragado.
Y lo peor de todo nadie se interesa si estás viva o muerta.
Solo tu familia piensa en ti, aunque tú podrías yacer en un barranco tirada o en un país lejano abusada sexualmente.
Algo así le ocurrió a Mayra y te voy a Relatar su historia.
Mayra tiene 22 años, es alta y morena. Se casó una vez y tuvo un hijo. Estudió contabilidad y al mismo tiempo inglés.
Un día Mayra encontró un empleo en la Federación de Canotaje como asistente de contabilidad.
Ayudaba a llevar bien las cuentas de esa entidad, también le gustaba ir a los entrenos de los patojos que estaban federados. Las fotos donde se ve su rostro hablan de lo feliz que estaba en su trabajo.
Pero en abril de 2012 todo cambió para Mayra. Desapareció. Como si la tierra se la hubiera tragado.
Como si nunca hubiera existido.
Dejó a su bebé solo, su puesto de trabajo abandonado y en su habitación solo sus jeans, sus zapatos y su computadora.
Su madre, doña Oralia llamó y llamó a su número de celular aquella tarde, pero Mayra jamás contestó. Nunca llegó a cenar esa noche, ni las dos mil noches más que le siguieron. ¿Qué pasó con ella? ¿A dónde se fue? ¿Por qué nadie la buscó?
La oscuridad entró por la puerta en la casa de doña Oralia ese mes de abril. Los gritos de Mayra, la más alegre de sus hijas desaparecieron del ambiente. Solo las paredes de la casa, de donde penden las fotos de la joven, les provee de su presencia, porque ni siquiera el hijo de Mayra está con ellos.
Su padre se los arrebató y privó a sus abuelos de verlo.
“Mi hija siempre le tuvo miedo al ex esposo”, recuerda doña Oralia quien dice que su último deseo en este mundo es verla entrar un día por la misma puerta que salió y ya no volvió.
Pero es que resignarse a que Mayra esté muerta ¡Jamás! dice su madre, a pesar de que en su interior desea que esta sea una opción, que no verla nunca más.
Por eso, ha visto unas cien o quizás más fotografías de cadáveres de mujeres que han aparecido en el país y han sido encontradas muertas y sin identificación. Deseando que ninguna fuera su hija.
Desde aquella tarde, Oralia supo que su vida cambiaría. Ella emprendió la búsqueda de su hija sola. Ha salido a la calle con su foto, ha pegado volantes en los postes, tocado puertas para hacer un trabajo que al Ministerio Publico le tocaría hacer y nada. Y solo puede pensar lo peor.
“No sé, un día lloré tanto porque la fiscal me dijo que iba a rezar porque mi Mayra apareciera, en lugar de estar investigando”
Y es que Mayra era de esas jóvenes que todo se lo cuentan a su mamá, aún a sus 22 años le avisaba a dónde iría, y la llamaba a cada momento para que supiera dónde andaba. Aún después de haberse separado de su ex esposo.
En Guatemala, se ha reportado de enero de 2016 a febrero de 2017 un total de 1,900 mujeres desaparecidas, de ellas algunas han aparecido asesinadas. De ahí, que el Congreso aprobara la ley de búsqueda inmediata de mujeres, que intenta en menos de 24 horas, alertar a las autoridades e impedir con eso su muerte.
Mayra antes de haberse esfumado en la nada, tiene un pasado. Ella, fue dos veces maltratada por quien es el padre de su hijo, hoy un niño de 11 años.
La primera vez le partió la nariz de un golpe. La segunda intentó prenderle fuego cuando ella viajaba en compañía de un amigo en una moto. Suficiente para sacar conclusiones de lo que a Mayra podría haberle pasado, pero el MP no lo planteó como una hipótesis en su investigación.
En este país nada es coincidencia. Cuando Mayra desapareció, el Ministerio Público ya tenía antecedentes de violencia contra la joven, pero le dio igual que los tuviera, si al final, era una más de la lista.
Documentos apilados sobre la investigación de su desaparición hay y muchos, pero nulos los resultados de una búsqueda que se limitó a hacer preguntas al papá, la mamá, la hermana, y el ex esposo.