Dos celulares: uno  para vos y otro para el ladrón imagen

Pasa a diario, pasa en todas las zonas de esta urbe. Te pasa si vas solo o acompañado, con la ventana abajo o arriba, con el vidrio claro o polarizado.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Por: Juan Manuel Castillo Zamora

Ahí estaba él, en medio del tráfico, cómplice ruidoso y caótico de su romance. Entre el frena y acelera la mano de él resbalaba con sutileza por la pierna de ella, no había prisas por llegar a ningún lado, mucho menos porque cambiase el semáforo.




Ambos sonreían, cantaban, por momentos tarareaban la canción de moda, esa que abre y cierra las grandes fiestas, la misma con la que a menudo te duchas por las mañanas y que disfrutas las pocas veces que esta ciudad te permite pisar a fondo ese pedal.

Un episodio trillado, casi aburrido: dos enamorados, distraídos, que disfrutan el momento hasta que: toc, toc, toc, ese ruido recurrente, la cacha de un pistola de calibre desconocido que somata con brusquedad la ventana de su sedan. La petición entre líneas es de nuevo la misma: o baja el vidrio y entrega su celular o le meten un balazo.

¿Te sentís identificado? ¿Qué haces? Actúas por instinto de supervivencia, como podés presionas ese botón que baja el vidrio y después de unos segundos el hermoso poema que le habías dedicado a tu pareja, el correo urgente que debías escribir al parar, la foto atrevida del grupo de WhatsApp y algunos vídeos que no muestras a nadie se los llevó un desconocido, casi siempre un motorista. ¿Te ha pasado? Apostaría a que tu respuesta es sí.




Pero tranquilo no sos el único el Ministerio Público (MP) registra y archiva decenas de casos como el anteriormente descrito. En 2016 el MP recibió 16 mil 998 denuncias por robo de celulares solo en la ciudad de Guatemala, otros miles no fueron reportados, porque ya de nada sirve. ¿Es normal? Vaya sí lo es, no sos el único, levántate de tu asiento y pregúntale a la primera persona con la que te cruces ¿Te ha pasado?

Pasa a diario, pasa en todas las zonas de esta urbe. Te pasa si vas solo o acompañado, con la ventana abajo o arriba, con el vidrio claro o polarizado. Es normal. Tan normal que te habituaste a viajar siempre con dos aparatos móviles: uno para vos y otro para el ladrón.

Pareciera que solo es cuestión de tiempo para que eso ocurra y solo esperas estar preparado para que los nervios no te traicionen y PODÁS entregar el celular con menor valor comercial. Pero quiero insistir, eso es algo normal. ¿Lo es?

Tan normal como la fuga de reclusos que salen de las prisiones por la puerta grande, tan normal como el muerto diario de la página 12 del periódico serio y como el acribillado de la portada del diario amarillista. Tan normal como la extorsión desde un centro de privación de libertad. Tan habitual como la plasma de 42 pulgadas decomisada en un sector de algún preventivo, cuyo ingreso evidentemente fue consentido.

Es tan normal que no merece la pena hacer nada. Comprá dos celulares y el más barato lo entregás y si viajas con tu novia y esposa, lleven cuatro. A mí ya me robaron 11 y a vos ¿Cuántos?

El fin de semana fuí con mi esposa a una de esas agencias aburridas donde te obligan a esperar durante horas. Frente a nosotros tres o cuatro aparatos de muestra, esos que tienen el peso y el tamaño de uno teléfono real.

No resistí y pedí que se me obsequiara uno. ¿Para qué? preguntó quien nos atendía. Para los ladrones, respondimos mi esposa y yo sin pensarlo. Ambos reímos, él accedió a entregarnos el juguete, porque después de todo sabe que es muy probable que tengamos que usarlo.




Ya es algo normal, pensé con indignación. Sentí tristeza por esa normalización a la que ya no puedo resistirme. Por idiota que parezca, pienso en el momento en que un ladrón se lleve ese celular de juguete, lo tome entre sus manos, intenté hacer una llamada y se sienta tan frustrado como una de sus víctimas. En ese momento, que no veré pero imaginaré, quizás siente un poco de alivio y quizás me sienta un poco menos normal. 

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