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Desde la ventana de su casa, Juan se conformaba con observar cómo otros niños corrían entre veredas y caminos abiertos, por rodadas de carros tipo picop, para reunirse en un enorme sitio de tierra, parchado con monte, para jugar al futbol.

A sus 13 años, su imaginación era interminable por saber lo que era sentir correr sin parar y poder patear una pelota, sin importar si era de plástico o de cuero, lo que contaba era meter el gol, con el cual su equipo ganaba la chamusca y salir victorioso.

Como muchos adolescentes de San Cristóbal, Totonicapán, su sueño era jugar “pelota” tanto como pudiera. Sin olvidar los esfuerzos de sus padres y hermanos que ayudaban a costear sus constantes traslados a la capital.

Levantarse a las 4 de la mañana, vestirse y preparar el viaje junto a su madre un día sí y uno no, era su rutina de todas las semanas. Así pasó tres años, hasta cumplir los 16, cuando ya lo dejaron viajar solo.

Además, de sus tres tiempos de comida gastaba en pasajes Q40 por venir y Q40 al regresar, así pasó 10 años de su vida.

Cuando cumplió 23 años, ya no era un extraño viajero, sus mejillas ruborizadas lo delataban que era de tierra fría, del altiplano. Un frecuente paciente de la Unidad Nacional de Atención al Enfermo Renal Crónico (UNAERC), en tratamiento de diálisis y en espera de un trasplante.

Tener una vida normal, plena, productiva y jugar chamusca es la realización de sus sueños, luego que obtuvo un trasplante de riñón.




En 2016, UNAERC realizó en promedio 247 consultas diarias de admisión, de enfermos crónicos como Juan, que llegaron por primera vez para ser atendidos. Fueron 239 adultos (115 hombres y 132 mujeres) y 8 niños.

Para ese mismo año, los registros del Hospital General San Juan De Dios, dan cuenta que realizaron 7 mil diálisis en 2 mil 500 pacientes.

Todos los que padecen esta enfermedad gastan aproximadamente Q6 mil, a razón de Q1,500 semanales, por recibir 3 tratamientos, un día sí y uno no.

Aunque no hay parámetro, ni clase social para padecer insuficiencia renal, los niños son los menos beneficiados. Mantener el órgano trasplantado tiene un costo de Q4 mil (poco más del salario mínimo) al mes en medicamentos para un solo paciente y su desarrollo físico no será normal.

Las consultas con más demanda en el Hospital General son la diabetes y la insuficiencia renal. De 1995 a la fecha, han realizado 600 trasplantes y el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) ha hecho 845 desde 1985.




“Los donantes son quienes han sufrido heridas de arma de fuego, accidentes de tránsito y tienen daño cerebral irreversible, para eso se espera la confirmación de muerte cerebral del médico que atiende la emergencia. La donación de órganos puede ser en vida o cadavérica, si es esta última, es la familia la que firma los protocolos de extracción, en presencia del Ministerio Público y el Instituto Nacional de Ciencias Forense (Inacif)”, relata Marta Azmitia de la Fundación Donaré.

¿Sabías que en Guatemala si eres donador puedes ayudar a cuatro personas? De momento, solo se puede hacer trasplantes de córneas y riñón. En Estados Unidos, un donador (incluyendo presos), puede ayudar hasta 14 pacientes necesitados de trasplante.

Continuará…

* La historia de Juan está inspirada en un caso que conoció la Fundación Donaré

Fotos: Pixabay

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