Dicen que estás muerta, pero aún no lo creo imagen

De manera cruda y dolorosa, Nicky –una niña de 16 años– se despide se su mejor amiga.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Nicky –una joven de 16 años– tan solo me pidió una cosa para hablar conmigo: “Quiero que en verdad escriba una buena reseña sobre ella (Gabriela Méndez, una de las niñas fallecidas en el Hogar Virgen de la Asunción) en su memoria, porque debe haber algo bueno y que sea recordada. Ya no quiero que digan que eran unas delincuentes”.

“Que se enteren de que ella era la persona más buena. No merecía morir tan joven, llena de sueños y metas que no pudo lograr por esos imbéciles”.

Gabriela era una de sus mejores amigas y sus vínculos fueron tan estrechos como los que se necesitan cuando se está dentro de un lugar considerado la antesala al infierno y donde se deben tener aliados y hermanos para protegerse de todos los abusos.

Nicky recuerda que Gabriela la bautizó con el apodo de Pickachu. Fue una ocurrencia que tuvo y que le marcó la vida. Sus lágrimas ruedan cuando describe cómo era antes de quedar completamente desfigurada por las llamas del voraz incendio: morena, alta y delgada. Así era Gaby.

Una chica de 15 años que añoraba incorporarse a los cuerpos de rescate cuando saliera del Hogar, mismo al que entró con una orden de juez que mandaba que se le diera abrigo y amor porque venía de sufrir un trauma provocado por su padre, un hombre de oriente que buscó la forma de abusar de ella y fue denunciado. La solución al martirio que se vivía en su casa fue llevarla a otro infierno.

¡¡¡Mamita linda!!! Gritaba Gaby a su progenitora cada vez que ponía un pie en el Hogar. Nicky es testigo de las múltiples ocasiones en que la mamá de Gabriela pidió al juez que se la entregara, pero siempre recibía un no por respuesta. La niña ansiaba regresar al seno maternal. Meses más tarde regresó, pero en una caja blanca.




En los largos días de aburrimiento, Gabriela le platicaba a Nicky y le proyectaba planes futuros para hacer juntas. “Te voy a ir a buscar”, le dijo la última vez que se vieron y se abrazaron fuertemente.

¿Cómo va a hacer ahora para reír?, se pregunta Nicky, si cuando estaba en sus malos y peores momentos Gaby tenía esa gracia de sacarle una sonrisa. “No sabía qué se sentía querer a alguien y de repente pensar que nunca más la volveré a ver”.

Era su bro y hoy, en su página de Facebook, su estado advierte que se siente “incompleta”, “triste”. Nicky, que llegó al hogar por una alerta Alba Kenneth, refleja la soledad que se alojó en su corazón.

“Qué duro es saber que no te volveré a escuchar nunca”. “Esto se nubla y veo que ya no estás”. Es viernes 10 de marzo, a las 23 horas, y Nicky está despierta, no tiene otra forma de comunicarle al mundo lo que siente.

“Debí abrazarte un poco más aquella última vez que te vi”, lamenta en su página.

¿Que si éramos traviesas? Me pregunta. No, afirma en tono seguro. Y cómo habrían de serlo si en el Hogar les habían sembrado el miedo en sus corazones y en sus vidas. Solo el hecho de llegar allí por primera vez era como entrar a un búnker donde golpes, gritos, violaciones y castigos parecían ser parte de la rutina.




“No nos daban casi nada de ropa, lavábamos la que teníamos puesta y nos la poníamos húmeda tras exprimirla. Las camas estaban llenas de hoyos, los baños no tenían puerta. Salíamos al campo 3 días a la semana y estudiábamos 2; y piojos sí que había… y muchos”.

Cuando Gaby llegó tuvo que mentir para que no la golpearan. Dijo que era pandillera, pero aun así un grupo de jóvenes le pegó fuerte y nadie metía las manos.

Esos lugares deberían de existir para ayudar a las verdaderas niñas necesitadas, susurra Nicky, que por haberse ido 2 días a casa de su tía fue enviada al Hogar al activarse la alerta Alba Kenneth.

Al igual que muchos expertos, la joven de 16 años piensa que no se deberían mezclar las niñas abandonadas con niñas que andan en maras o con problemas con la ley. El caso es tan complejo que incluso el historial del centro Nuestra Señora de la Asunción refiere que una niña fue ingresada allí por dedicarse a matar por dinero.

Durante la plática, Nicky regresa a Gaby y no titubea al contar el miedo que le tenía al acoso de las lesbianas. Fue así como Nicky se dio cuenta de que Gaby no era una pandillera. Eso le permitió acercarse a ella y posteriormente convertirse en su mejor amiga.

Momentos que tampoco puede obviar son cuando cantaban aquella canción infantil para paliar esos malos momentos. ¿Puedes cantar una parte? Accede.

“Tengo, tengo, tengo

Tú no tienes nada

Tengo 3 ovejas en una cabaña, una me da leche, otra me da lana y otra alegría toda la semana

Rock rock rock de la ovejita

Rock rock rock de la ovejita…

y en esa última parte agitábamos la cabeza”.

Hablar de Gaby le parte el corazón, el alma y el cuerpo a Nicky, porque ambas vivieron duros momentos dentro de aquellas 4 paredes y supieron enfrentar esas adversidades, aunque es parca y omite detalles de lo que vieron y recibieron.

“Me siento muy mal, nunca imaginé, ni pasó por mi cabeza, que justamente apareciera su nombre allí junto al de Keyla, Mimí, Scarlet y Madelin… mis otras amigas. Me duele saber que ya no está, y que nunca volveré a escuchar de su boca decirme que me quiere, ni que vamos a hacer todas las locuras que planeamos juntas. No puedo explicarte lo que siento”, finalizó Nicky.

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