Consideraciones sobre Castro (a propósito de su muerte) imagen

Fidel Castro murió anoche y esta es una de tantas visiones, acerca de una de las figuras más polemicas del siglo XX.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

En la televisión cubana apareció Raúl Castro. Sentado con un papel en mano anunció que su hermano, a los 90 años, había muerto pasadas las 10 de la noche.

Estas son las consideraciones sobre Fidel Castro escritas por José Vicente Solorzanos Aguilar, un guatemalteco que en varias ocasiones viajó a Cuba durante el regimen y cuya visión del régimen, después de cada visita, cambió con conocimiento de causa.

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Como todos, me creí el cuento de Fidel Castro. Como todos, me adherí al lema “muerte al imperialismo” y quise ir a Cuba para ver qué pasaba ahí.

El primer viaje lo hice en diciembre de 2004. Pensé que iba a encontrar mucha gente oyendo trova. Resultó que la Isla estaba poseída por el furor reguetonero, “La gasolina” de Daddy Yankee me acompañó en todo el recorrido. A los días me fui dando cuenta que los cubanos no eran tan distintos. Pasaban por las mismas penas y necesidades que nosotros en Guatemala. El enojo lo desahogaban a través de chistes, en uno de ellos José Martí se paseaba por la Plaza de la Revolución, al preguntarle qué le parecía todo las iniciales de su respuesta formaban la palabra “pinga”. Busquen el significado y me cuentan.

Todavía gobernaba Fidel Castro, la gente común lo aludía llevándose la mano al mentón para simular la barba. Lo consideraban al margen de toda falla cometida por el régimen. 

“Nosotros hemos cometido muchos errores”, me comentaron a mi paso por la antigua provincia de Las Villas “¡Pero él no!”. Como dios, estaba en todas partes y era infaible.


Lo malo que ocurría pasaba siempre a sus espaldas. También me aseguraron que en caso que él faltara (ya se les había desmayado en un acto público a causa del sol), estaban preparados los cuadros que habrían de sucederle. 

Lo mismo ocurría cuando desertaba un pelotero, cuando un balletistas se quedaban fuera del país, o cuando los médicos enviados a misiones internacionales optaban por no volver: siempre había gente para reemplazarlos. Gente con la misma formación e iguales capacidades. Eso aseguraría la permanencia de Cuba como potencia en educación, cultura y salud.

Regresé en otras ocasiones, a cada visita me aumentaba el amor por la Isla y por su gente. No es para menos, la música popular cubana y la grandeza de sus escritores son muestras del alto potencial humano del país, pero fui notando que los vacíos dejados por los que se fueron, quedaron sin cubrir. Los sustitutos no completan su aprendizaje y los mandan al ruedo sin mayor equipamiento. La gente preparada posterga la llegada de hijos al mundo o decide no tenerlos, por no tener con que criarlos. 

En mi reciente visita me asusté al comprobar que estamos ante la posible extinción de un país entero. Incluso mis amigos me comentaron que la población real de la Isla podría rondar los 8 millones de habitantes, no los 11 que se afirman en cifras oficiales. Alto grado de envejecimiento y pocos niños. Saquen sus cuentas.

Un afán inconmensurable

No recuerdo quién lo escribió, y por eso no le atribuyo la cita, pero alguna vez leí que el afán de grandeza de los cubanos es inconmensurable. En eso residió el afán de Fidel Castro, no le alcanzaba la Isla ni su influencia en el continente: quería el mundo entero. Por eso labró su protagonismo. Y sin proponérselo, una canción lanzada en 1988 por el grupo Monte de Espuma reflejó el sentir de muchos cubanos. Un socio me dijo “Busca esa canción, óyela y me cuentas”. No me quiso adelantar más nada. A mi regreso la busqué y la oí:




Tanya – Ese Hombre está Loco


No puedo tenerle admiración a un hombre capaz de arruinar a un país, el bloqueo de Estados Unidos le sirvió de excusa para cubrir sus fallos. A quienes lamentan la muerte de Castro quisiera verlos vivir como cubanos, con lo justo, y viéndose obligados a ver cómo resuelven para que el techo no se les venga encima, conseguir los alimentos que necesitan o el pasaje para el autobús. 

Un día de tantos me di cuenta que entre compras de libros, pasajes de taxi y almuerzos en la calle me había gastado 400 pesos cubanos en un solo día. Esos 400 pesos cubanos son el salario promedio de un trabajador en la Isla. Equivalen a 15 dólares, 112 quetzales. Vuelvan a sacar cuentas: ¿Les alcanza ese dinero para el gasto del mes?

Si al régimen le interesa tanto el poder, que se lo quede. A cambio, que permita que la gente pueda prosperar, porque talento hay. Tengo fe en que surjan nuevos ritmos musicales de Cuba, como lo fueron los danzones, el chachachá y el mambo. Que se mantenga viva la tradición literaria que dio los nombres de José Martí, Mariano Brull, Dulce María Loynaz, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Gastón Baquero, Eliseo Diego, Guillermo Cabrera Infante, Domingo Alfonso, Leonardo Padura, Pedro Juan Gutiérrez, Eduardo del Llano y tantos otros. Ellos son los cubanos que me importan.

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