Desde su llegada en 2014, muchos intuían que traía una agenda clara y determinante. Fue el primer embajador estadounidense en marchar en protestas, asistir a audiencias y salir del búnker de la Avenida Reforma para caminar con la plebe.
Se expuso a insultos, reclamos y no dejó que esto le afectara. Colocó la bandera multicolor, sí esa de la diversidad sexual, frente a la sede diplomática en la avenida más importante de la ciudad.
Parecía que nada lo detendría, su determinación y voluntad de impulsar cambios en el país era férrea e inquebrantable. Pero como bien dicen las abuelas, “todos encuentran la horma de su zapato”.
Y Todd Robinson la encontró en el palacio de La Loba. Ahí, en la parte alta del edificio, desde donde hace 20 años, Álvaro Arzú Irigoyen sueña con la “Nueva Guatemala de la Asunción”.
El edificio que mostró la discordia
El 4 de mayo, la firma de arquitectos Paredes Alemán, le dio a conocer a todos los capitalinos, el diseño de la nueva sede consular de la embajada de Estados Unidos, en zona 16. Aunque muchos vecinos ya habían escuchado rumores del proyecto, la noticia materializó sus más grandes miedos.
“La seguridad, tránsito, manifestaciones, proliferación de negocios de trámites, fotografías y ventas de carnitas abrumaban a los residentes.
Y así el debate comenzó.
Pero más allá del qué decir de los vecinos, desde el palacio de La Loba la suerte del edificio estaba echada. La obra no vería la luz del día, pese a que durante dos meses camiones de volteo, albañiles y herreros trabajaron en circular el terreno.
Algunos vecinos recuerdan que la obra comenzó muy rápido, pero de igual manera se detuvo. El furgón, que funcionaba como oficina en el centro del terreno se fue y un candado cerró el espacio de forma indefinida.
Hoy, solo queda una malla que circula el terreno y unas gradas de madera que bordean la parte lateral, de la ahora abandonada sede diplomática.
Lo que sería el legado más importante de la gestión de Todd Robinson, un monumento que marcara su paso por nuestro país se quedó en el arranque. No está claro por qué se dio el no, pero algunas versiones cuentan que el palacio de La Loba frenó el proyecto.
¿Y si así hubiera sido?
Pudo ser la poca simpatía que Robinson despertaba en el alcalde capitalino, o las molestias que tanta solicitud de antejuicio le provocaron al dueño de la finca.
Lo cierto es que, al ser consultada la comuna, sobre la construcción del consulado estadounidense, esta aseguró que:
“La Dirección de Control Territorial de la Municipalidad de Guatemala………no ha extendido alguna licencia de obra o uso de suelo para alguna construcción de la Embajada de Estados Unidos de Norteamérica en el perímetro del bulevar austriaco”.
En su desesperación por dejar avanzada la obra del nuevo edificio, Robinson llamó al Alcalde y le invitó a tomar café. Un envalentonado Arzú, se negó a la bebida aromática y en cambio sugirió un whisky en San Isidro.
Robinson accedió y dijo que llevaría a los arquitectos para que le explicaran el proyecto. Una vez más, el Alcalde se negó y le dijo que la invitación era para el embajador y nadie más.
Y, ¿cómo puede hacerle este desplante al más alto miembro de la comunidad diplomática? Muy sencillo, “él es el Alcalde de la ciudad y es quien manda”.
Todd, como le llaman sus allegados, ya dio su cóctel de despedida, agradeció a sus simpatizantes y deja en Guatemala sentimientos encontrados. Quienes le quieren le van a extrañar y quienes no, hoy ven en el terreno baldío una victoria sobre el hasta hoy, más polémico embajador que haya pisado suelo chapín.
