Amputados y muertos todos imagen

Lo mejor sería que nos prendiéramos fuego entre todos. Armaos los unos contra los otros, ojo por ojo… y el mundo quedará ciego (Gandhi).

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Por: Juan Manuel Castillo Zamora

Lo mejor sería que nos prendiéramos fuego entre todos. Armaos los unos contra los otros, ojo por ojo… y el mundo quedará ciego (Gandhi). ¿Qué nos pasa? El brutal, inconsciente y cobarde accionar de un automovilista, que atropelló a 11 niñas el pasado miércoles, desnuda de nueva cuenta una sociedad enfrentada, dividida y cuyo único común denominador es el odio.

Vi el video, vi unas fotos y casi me pongo a llorar. Pensé en mi hija, quien en apenas 12 años tendrá la edad de una de esas niñas que horas después perdió su pierna en un hospital nacional. Las reacciones fueron en dos vías: unas impensables, miopes y carentes de total sentido común y otras sensatamente violentas.

En redes sociales y en comentarios de páginas web de medios de comunicación abundaron comentarios y opiniones que buscan responsabilizar a las niñas, a sus familias y mentores de lo ocurrido. “Pero qué tenían que hacer esas niñas ahí”, “la culpa es de los padres y de los maestros que las dejaron manifestar”.

Una persona innombrable incluso aseguró “yo les pasaría un bus encima”. Su argumentación, si se le puede llamar así, es por supuesto bastante simplista: violaban la libre locomoción y las personas tienen derecho a ir en paz a sus trabajos, sin más.

También leí aquellas opiniones tibias que castigan al conductor pero que, más por disimulo, dividen en partes iguales la culpa. “No justifico al conductor, pero ellas se expusieron, porque saben que esas cosas pueden ocurrir…”.

Por fortuna leí alguno que otro comentario sensato que repudia el hecho y exige un castigo. Por supuesto empatizo más con estos puntos de vista porque considero que el derecho a la vida, prevalece por encima de cualquier otro, incluso sobre el sagrado y mediático derecho de la libre locomoción.

Sencillamente lo ocurrido es condenable e injustificable y me permito contradecir a aquella persona que escribió que: “tarde o temprano tenía que pasar y no será la primera ni la última vez”.

Disculpe usted señor, pero algo de estas dimensiones, en pleno siglo XXI, jamás debió ocurrir. Es una vergüenza, nos coloca en el patio trasero del patio trasero del subdesarrollo y del des humanismo y lo menos que espero es que no vuelva a ocurrir.

Hubo opiniones un tanto radicales que consideran que al dueño del vehículo hay que “castrarlo y amputarle una pierna a uno de sus hijos”, “ojala algún día tengas necesidad de manifestar y te des cuenta que vos y tu familia pendeja también valen madre”.

Leí en repetidas ocasiones insultos, maldiciones y sed de venganza contra el conductor que obviamente merece ser castigado con todo el peso de la ley. Al final vemos una sociedad confrontada y dividida que solo comparte el odio, la sed de venganza y las ansias de repartir juicios y muerte. ¿Qué tan diferentes son estos al conductor? Si lo paran, seguro lo matan. Ojo por ojo y el mundo quedará ciego y todos quedaremos amputados y muertos. 

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