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Con la tareas que le dejaban en la escuela de Joyabaj, en el departamento de Quiché, donde estudió la primaria, Adelso Ramos, hizo sus primeros trazos, que fue perfeccionando al sentirse atraído por la belleza de los símbolos patrios como la monja blanca y la ceiba.

Fue así como sus dibujos casi perfectos y muy bien pintados empezaron a llamar la atención de sus compañeros de aula y los maestros.

Alentado por ellos fue descubriendo poco a poco sus habilidades, afinó su vista, su mente para tener una conexión con la naturaleza, el ser humano y comprender con ojos de artista el manejo de las perspectivas y la psicología del color.

Conforme dejaba la primaria se fue adentrando más en el dibujo y la pintura, que ya en la adolescencia empezó a ser su profesión. Con 20 años cumplidos era todo un joven soñador, con ganas de triunfar en mundo de las artes plásticas, sus obras ya eran reconocidas en su “pueblo” luego de hacer sus primeras exposiciones.

De los símbolos patrios pasó a pintar imágenes de indígenas, del folklor de Joyabaj, de cada estampa que admiraba en el día de plaza y que las plasmaba en sus lienzos.

Transcurría 1981 y al gobierno del General, Romeo Lucas García, le quedaba un año para terminar su mandato, cuando sin buscarlo se le presentó la oportunidad que cambió su vida y la de su familia.

Adelso, recuerda que en aquel año, el Ejército tenía presencia en todo Quiché y los “altos mandos” siempre estaban presentes en toda actividad pública. Tenía como 22 años, cuando para la inauguración de la feria de Joyabaj, el alcalde, el gobernador y el comandante de la zona inauguraron una de sus exposiciones.

“El comandante me compró un cuadro, me dijo que era el obsequio que le iba a dar al Presidente y que se lo entregaría en la Casa Presidencial. Cuando eso ocurrió, el General Lucas García, le dijo que era el mejor regalo que le habían hecho y le preguntó de qué artista era la pintura, de inmediato le informaron que era mía, que yo era un pintor de Quiché y fue así como me mandó a traer el expresidente”, refiere con nostalgia.




En el momento en que tomó la oferta, Adelso Ramos, se convirtió en el pintor oficial de la Presidencia de la República de Guatemala. Han pasado 13 presidentes por el Palacio Nacional de Cultura para quienes ha trabajado, algunos llegaron por golpes, otros por elecciones y a otros los puso el Congreso de la República y todos han quedado complacidos con sus obras.

Con toda la humildad que lo caracteriza refiere: “Tal vez no soy el mejor pintor de Guatemala, pero con un poquito de suerte soy el pintor de la Presidencia, no es algo que pedí, que busqué o que perseguí, esto se dio como parte de un plan perfecto que se fue dando poco a poco y que hoy considero una bendición”.

Todos los expresidentes lo han dejado trabajar a su criterio ni los más radicales militares que han ocupado la silla presidencial le han impuesto sus opiniones.

Sus obras no solo están en pasillos, salones y las oficinas del Presidente, Vicepresidente, Primera Dama, en el Palacio Nacional de la Cultura, también están en Casa Presidencial y en otras residencias presidenciales como la del Pacifico y Atlántico.

¿Por qué es importante su trabajo?

Sus obras son entregadas por la Presidencia de la República cuando viene al país un Presidente, Vicepresidente o una comitiva de diplomáticos de alto nivel, que son atendidos en una visita oficial o cuando el mandatario visita otro país en un viaje oficial.

Por eso sus obras están en muchos países y en lugares importantes como por ejemplo; la galería del Vaticano, el salón de sesiones de las Naciones Unidas o el gran Palacio Chino.

A sus 60 años, Adelso Ramos también ha logrado que sus obras hayan pasado por las manos de personalidades importantes como Juan Pablo II, la monarquía española (Juan Carlos, Sofía y Felipe), además del expresidente, Barack Obama.




Su tenacidad por capacitarse en distintas técnicas hace que pinte en acuarela, acrílico, óleo, realismo, hiperrealismo, surrealismo, cubismo y abstracto.

Confiesa que en cada obra que realiza y que ha sido entregada por diversos presidentes, no solo es representativa del país, sino que lleva todo el cariño de la población y lo amigable que caracteriza a los guatemaltecos.

La obra con la que más se identifica es la Santa Cena pintada en un contexto de la civilización maya, en la cual cada apóstol viste un traje ceremonial, incluyendo Jesucristo, tiene vestimenta de San Martín Sacatepéquez, Quetzaltenango. La obra es un ensamble que completa el Gran Jaguar y el Quetzal sobrevolando el Lago de Atitlán.




Algunas de las obras de Adelso Ramos se pueden apreciar en la sala ocho, ubicada en el segundo nivel, patio de la cultura, del Palacio Nacional de la Cultura, donde se puede charlar con él amenamente.

Estar en este lugar también le ha permitido que sus obras sean apreciadas por los turistas nacionales y extranjeros de todos los continentes que a diario recorren por medio de visitas guiadas “El Palacio”.

Inspirados en su historia de vida, todos le han escrito mensajes de admiración en los libros de visitas que atesora, algunos le han encargado pinturas o lo invitan para que visite sus países para que presente sus obras. Es así como ha ido a Estados Unidos en varias ocasiones este año y está a punto de concretar viajes a Japón, Costa Rica, Israel y Chile.

La pasión por la pintura también lo llevan en las venas sus dos hijas quienes se inclinan por los abstractos.

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