En el primer semestre, la vida es así imagen

Las clases de primer semestre comenzaron hace dos semanas en la Landívar, y ahora acudimos a tres estudiantes para que nos recordaran ese momento de libertad aparente.

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Si sos mayor de 27 años, este semestre cumplirás 10 de haber entrado a la universidad –aunque puede que solo 9 u 8, pero lo cierto es que hace casi una década que empezaste la carrera que escogiste. ¿Recordás ese primer acercamiento a la libertad y al libertinaje, o a los ideales de esa época? ¿Cómo creías que sería la carrera en ese momento? Y ahora, a la distancia… ¿cumpliste todas tus metas en la carrera? Mientras te respondés esas preguntas, tres estudiantes nos relatarán qué se siente haber dejado el colegio hace apenas unos meses y ahora comenzar la U.

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Primer semestre, la edad de los ideales. Ese momento en el que te querés comer al mundo y conquistarlo, cuando querés cambiar la forma en que gira y se hacen las cosas. Pero, años después, nos enteramos de cuánta energía nos ha costado aceptar que los cambios no son fáciles, que entre más se esfuerza uno, y con un poco de suerte, solo se ganan pequeñas batallas (y date por servido, aunque, a veces, el cuerno de la fortuna sonríe). Lo cierto es que, al final, reconocés que la vida es un ring en el que vivos viven de los bobos y no hay profesión que se salve. Hay que escoger un lugar, de lo contrario, la vida escogerá por uno.

En el primer semestre, la vida aún no es así. Si bien es ese salto diametral del colegio a una educación más estructurada y densa, todavía tiene esos remanentes de la adolescencia en los que las responsabilidades nos pelan un poco… O al menos con esa idea iba al recordar mis primeras dos semanas de U. Estos tres alumnos me hicieron ver qué cosas han cambiado y cuáles no.

La libertad y el peso de las decisiones

Al preguntarles a los tres estudiantes acerca de la libertad aparente de la universidad y el cambio respecto del colegio, coincidieron en que sí lo viven, pero no tanto en la Landívar, por ser privada. Lo explican así: “Yo tengo ese cargo de conciencia con mis papás”, opina Bryan Barrera. “Me da pena ser libertino, pues le tengo que pagar a mis papás con las notas, con mi sacrificio. No es una opción al libertinaje”.

Aunque a ese razonamiento se le puede rebatir con que hay tiempo para todo, al final, en la U empezás tu vida de joven adulto. Recordemos que hablar de libertad en la universidad es hablar de la de, “si quiero entro o no a la clase; si lo deseo, le hablo al catedrático como quiera –sin faltar el respeto– y le planteo mis ideas, del tipo que sean; todas esas cosas que no pasan en el colegio, como llamar a los papás o recibir las notas uno mismo”.

A esto, Beatriz Lara describe que ella siente esa libertad, que sí es tangible y la disfruta. Pero en su caso porque viene de un colegio de mujeres. Una estructura súper estricta, según sus palabras. “Al principio es rico decir, puedo entrar o no a la clase… ¡Qué rico! Pero, al pensarlo mejor… sí es fresh no entrar, pero tengo un cargo encima, como dice Bryan, tengo que responderle a mis papás”.

Ahora, acerca del shock de venir de un colegio solo de niñas, fue un poco complicado. Sabía cómo convivir con sus familiares hombres, pero “nunca es la misma confianza con la que molestás con una mujer, con un hombre es totalmente diferente. Inclusive, se da un machismo, no podés bromear con un hombre, porque te van a rebatir.

Es decir, podés bromear con chavas, pero con hombres, no. Por ejemplo, ellos dicen, ‘sos mujer, ¿por qué estás bromeando así?’… Como con las bromas sexuales, por ejemplo, cuando decís, ‘¡va, pelámela!’, y te topás con comentarios como, ‘¡Men, sos mujer!’, y para mí ‘pelámela’ es solo la palabra, ‘pelámela’, pero para ellos es otra cosa. Para ellos sí es un shock. Dicen, ‘sos mujer, ¿por qué me decís a mí ‘el pelámela’?”.

Los horarios cambiaron
Si tenés curiosidad sobre qué ha cambiado en la carrera de Comunicación, en la mañana, en el primer semestre de este año, se reciben dos cursos diarios en lugar de tres. Entran a las 8:40 horas y salen a las 12:10 horas, aunque no es la regla para todas las carreras. Llevan seis cursos, pero dos de ellos solo los reciben una vez a la semana.

De 10:10 a 10:40 tienen media hora de descanso, dedicada a comer o hablar, pero no piensan en salir a beber. No lo ven en su panorama: “Cuando entra uno a la U, uno dice, ‘entro a estudiar´, pero cambia uno por las juntas; aunque, hasta ahora, no hemos salido a eso”.

¿La bromas del colegio terminan o evolucionan?

Sobre las bromas de colegio, de momento parece que no se heredan en esta promoción. O quizá porque no hay tanta confianza, pues no hay bromas así. “En mi caso, en el colegio –agrega Kevin Mazariegos– tomaban tu bolsón y con tape lo amarraban al escritorio. Pero venir a la U y hacer cosas así, sí es falta de madurez. Por el momento no creo, porque no nos conocemos tanto, pero quizá, porque de aquí a mayo (cuando termina el semestre) puede que suceda”, dice.

Los tres aprovecharon para contar que llevan seis cursos, y la duda es si realmente tanto es el cambio de un día de clases de colegio al de uno de universidad. Bryan cuenta: “Pues sí, porque en hora y media solo te enterás de un tema. Antes en hora y media eran dos períodos, pero realmente, pese a la cantidad de tiempo, no es tanta la información. Pues, si algo no lo entendemos se enfocan en eso, no es información exagerada”. Para Beatriz, las cosas también varían: “Siento que sí cambia, porque en el colegio hay que llenar un pénsum, solo porque hay que llenar… no pasás si no tenés la información que te servirá en el siguiente año. Pero acá en la universidad importa lo que aprendás, importa que entendás. Yo sí he visto la diferencia, porque acá me llenan de información”.

Aunque es demasiado prematuro, a dos semanas de estar en la universidad, a la pregunta “¿te ha servido lo que aprendiste en el colegio?” la respuesta fue un “no”, en coro (quiero ver qué dicen de la universidad en cinco años, #Justsaying)”.

“Hay puntos en los que sí y no”, dice Kevin, más allá de lo obvio. Por ejemplo, menciona, en Estrategia de Comunicación estamos viendo las palabras agudas, graves, esdrújulas y sobresdrújulas, y todo eso sí lo vimos en… –Claro, en 3ro. Primaria, rebato con un venenazo que me vino del tuétano– pero Kevin dice, sí, pero lo repasamos en 5o. Bachillerato, y ahora en Estrategias de Comunicación estamos viendo eso. Uno en el colegio decía, “eso pela, no le doy importancia”, pero ahora lo veo en la U y sabés que te va servir en la carrera.

Pero las mates, las integrales, ecuaciones derivadas, recuerdo que decía, ‘eso lo aprendo para el examen’, y así fue. Pero con Beatriz, quien es maestra, es distinto a sus dos compañeros que son bachilleres. Expresa que de momento no ha aplicado sus conocimientos de maestra. Cosas como razonamiento lógico asegura que sí le han servido. Sin embargo, a ciencias naturales, física, química, y matemáticas no les encuentra un uso, y en eso coincidieron los tres.




El futuro

Bryan quiere estudiar, tras la licenciatura, cinematografía en Argentina; Kevin buscará dedicarse a la locución y los audiovisuales; y, finalmente, Beatriz coincide en locución, pero, además, explorará el mercadeo digital.

¿Tienen una idea de cuánto invierten en la U? “Sí, Q23 mil anuales”, lo que significa que, si todo va bien, solo de cuota educativa serán Q92 mil por cuatro años. Entonces viene el comentario cruel de un servidor: “¿Saben cuál es el salario de un locutor?” Y Kevin sale al paso: “Sí, pregunté en RCN, en la 94.9 un locutor, por 5 días a la semana, 4 horas diarias, gana Q4 mil o Q4 mil 500”.

¿Es eso suficiente?… “Para mí, sí –responde Kevin– porque si bien saco la licenciatura, seguiré con la especialización, y ya Q4 mil en cuatro horas diarias sería una ayuda económica buena. Me veo ganando eso a los 23”.

El caso de Beatriz es distinto, dice… “He repetido un montón de veces esto. Tengo un montón de comunicadores en mi casa y tengo una idea de cómo es. Tengo claro cómo es el gremio”. “¿Y aún así querés seguir eso?”, le rebato. “Sabés que sí, mi mamá, quien es comunicadora, también me lo preguntó y sí, eso quiero. Sé que puede ser 24/7 y que a veces es mal pagado, y depende también de a dónde querés llegar. Pero, en mi caso, la locución es más un hobby que algo fijo. Siento que no me voy mucho por el salario. Me quiero dedicar a lo que me gusta hacer, aunque no gane como anhelaría”, concluye.

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