Cuando no alcanza, o no se quiere, dar para la lista de útiles imagen

Enero no terminará sin que se viva esa epopeya griega de conseguir los útiles por parte de quienes dejaron de último la compra. Pero, ¿qué pasa cuando no se puede o no se quiere?

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Vamos por la calle y en las librerías que nos topamos hay letreros que dicen 10% de descuento en lista de útiles, o ya tenemos la nueva edición de X libro, o el clásico: a la venta el libro Barbuchín. Como escueleros vamos a la caza de los enseres, pero no todos estamos claros del esfuerzo que representa adquirirlos.

En este Relato acudimos a la otra cara de la moneda, esa de la educación pública y gratuita y de cómo los profesores salen avantes cuando el recurso educativo no está disponible y que, por más colaboración de los padres, con uno que se abstenga, no se puede sugerir a los padres adquirir libros o útiles para que sus hijos aprendan. Este es un escenario en una escuela del país: ¿qué se hace cuando no hay útiles y no se deja colaborar?

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Mi nombre es Yeraldy Etelvina Diaz de León y tengo 35 años. De ellos, 10 trabajé como maestra y 6 como directora en la Escuela Urbana Mixta 931. Acerca de la lista de útiles diré que en mi primer año, en 2001, la lista que solicité a los padres de mis alumnos era menor de Q80. Ahora, debido al tema de la gratuidad, los padres no reciben una lista de útiles per se; recuerde que solicitar una como tal está prohibido.

Pero hay que ver el tema desde su debida proporción, algunos compañeros ya han acudido a mí y me acuerdan de que el ciclo está por comenzar y el Mineduc no ha entregado los útiles. Entonces la instrucción que se da es solicitar un cuaderno para cada materia y cuestiones elementales. Por tanto, quiero pensar que sus listas no pasan de los Q100.

Hay compañeros que coordinan con los padres de familia para el tema de los útiles, pues no se les puede pedir, entonces se les pregunta si quieren contribuir comprando un libro de texto. Hablábamos hace poco con mis compañeros acerca de que los libros cuestan Q162 en promedio y muchos padres no cuentan con esos recursos, pues para ellos es muy difícil. Insisto, quiero pensar que no pasa de unos Q100 la lista de útiles.

Ahora se sugiere la lista, porque cuando empecé a trabajar, solicitaba un ciento de hojas blancas, de cuadrícula, pliegos de papel construcción y material así. Hoy se les sugieren 25 hojas para que los niños tengan en el folder, crayones para que los utilicen, goma que deben tener en su bolsón –de manera que nada se quede en el establecimiento y que lo tengan de uso personal. Así evitamos dejar algo en el establecimiento, pues luego se da a malas interpretaciones.

Pensemos en los alumnos

No tener todo el material didáctico para aprender, para mí, como maestra, es frustrante; pero hablemos de lo ideal y lo real, dividámoslo así. Para el alumno y para mí es más fácil y agradable contar con todo el material a utilizar. Sea un folleto, pegamento, tijeras; es decir, será más cómodo y el alumno no estará molestando a los demás. Además, uno no tendrá que traer material para los niños que sabemos que no tienen.

Ahora, la realidad. Se da que no todos traen, y bueno, la parte humana y la vocación hacen que uno lleve copias extra, recortes que quedan y uno va reciclando para ir y trabajar. Tampoco es que porque el niño no tenga el material no logrará aprender, siempre hay recursos. Entonces ahí es donde el maestro va juntando lápices y crayones sin nombre, o que de repente hay una donación o algo; se va reuniendo material, pero siempre es el maestro. 

El maestro de preprimaria o primara es el que lo resuelve al final. Tengo una compañera que me dice que ella, de su bolsa, compra el papel de china, lana, tronquitos y demás. Es así como se maneja. Tristemente, esta situación es la realidad. Entre los alumnos es otro tema cuando tienen que prestar el material. Se trata de decirles a los chicos que compartan, que ayuden y sean solidarios; pero hay niños a quienes sus padres les dicen que no, y hay que respetar esa parte.

El Relato de Helen y los útiles de sus hijas
“La primera lista de útiles de mi hija me costó Q600 y eso fue en 1994, cuando estaba en preprimaria. La última me costó Q3 mil, pero en ese caso fue 6o. magisterio parvulario. Opino que hasta en esos últimos tres años lo sentí como una carga, por todo lo que se gastaba en material didáctico. Aunque era instituto, el material era caro.

Todos los años me fue difícil recaudar el dinero para la lista de útiles, si no me prestaban amigas, eran préstamos bancarios para lograrlo. Nunca fue incómodo, pero sí me afligía que no me dieran el préstamo… la duda de no lograr el dinero. Claro, a la distancia, yo podría decir que en el caso de mi hija, la maestra, ella utilizó en un 80% todo lo que le pidieron. Aún hay parte de ese material en la casa.

Pero con las otras hermanas, las mayores, cuando no lograba reunir todo el dinero para la listas me sentía muy mal, muy triste. Hubiera querido que tuvieran todo lo que necesitaban para estudiar. Al final, nunca pensé que fuera innecesario lo que pedían, pero a veces hubo tonterías, como que el libro de Estudios Sociales no podía ser el libro de la hermana mayor porque requerían ediciones anteriores, y a mi vista, cuando comparaba contenido, no era tan distinto.

Lo que sí reconozco es que el uniforme para mí era una ayuda, porque no se gastaba la ropa de mis hijas, aunque a ellas no les gustaba usarlo. Ahora que hablamos recuerdo dos eventos.

Una vez, una de mis hijas regresó a casa molesta. En esa ocasión sí pudo utilizar el libro de la mayor, pero en los ejercicios del libro hubo uno que no terminé de borrar y ella al llegar a la casa me reclamó que, además de que su libro no era nuevo, los ejercicios de la hermana mayor tenían errores.

Otra cosa que recuerdo es algo que me dijo la penúltima. Siempre fue muy estudiosa y le pregunté que por qué no aplicaba a una de las becas que otorgaba la empresa De la Riva Hermanos para las universidades privadas. Me respondió que no, que no quería, que sus nervios no soportarían más el estrés, como ya lo hacía con la beca que tenía en el colegio del que se graduó. Dijo que tenía los nervios de punta. Me dijo: ‘iré a la San Carlos, ahí se paga poco’”. 

El actuar de los padres: uno hace la diferencia

Ahora hablemos de los padres y cuando hay reuniones. Recordemos que a veces el material ministerial no llega a tiempo, y es en ese momento cuando la mayoría de los padres está presta a ayudar. Reconocen que es una inversión para su hijo y que no es mucho, pero deben colaborar, pues no hay a quién pedir ayuda. Entonces hay mucha apertura, pero lamentablemente el sistema hace que, si uno no está de acuerdo, y ese uno lo da a conocer al ministerio, bota todas nuestras buenas intenciones y todo lo que se quiere hacer, y se agarran de ese acuerdo de gratuidad que está vigente.

Un ejemplo reciente: acá se sabe que las escuelas no realizamos cobro por inscripción. Pero en 2015 y 2016 hicimos, con la ayuda de padres de familia, incluso se firmó acta para que todo quedara muy claro, un acuerdo en el que ellos aportarían Q10 al mes para que nosotros como escuela pudiéramos pagarle a un docente de música, uno de inglés y otro de física, además del pago a la señora que les preparaba el atol a los niños.

Eran 350 alumnos y colaboraron poco más de 300. A principios de 2016 hubo padres que no estaban de acuerdo, y que encima tampoco lo dijeron en su momento –hago la salvedad de que los niños que no pagaron recibieron esos beneficios. Terminamos el ciclo complacidos con el trabajo, buenos comentarios de padres de familia. Pero ahora, luego de la experiencia pasada, se detona temor, porque si volvemos a proponer lo mismo para 2017, pese a que la mayoría de los padres están de acuerdo, el descontento de principio de año nos hace decir… momento.

Por esos padres que no estuvieron de acuerdo nos detenemos, pues se generó un conflicto directo en dirección, vino la departamental a supervisar y no ocurrió, pero pudo haber sanciones, aun sabiendo que la mayoría de padres está de acuerdo. Esto nos deja en lo mismo, las intenciones pueden ser muy buenas, pero el sistema nos ata de manos.

Se les vende a los padres la idea de que todo es gratuito, y algunos entre la escasez y la necesidad, junto a otros que se acomodan y no realizar un mayor esfuerzo. Este es un tema que ha sido para ellos un haza a la cual aferrarse para no ayudar. Citan, “en las noticias dicen que no, que ustedes no tienen que pedir nada”. Y ahora es donde viene a acabar todo el esfuerzo entre maestros y padres que colaboran.

El niño colabora, pero el papá no

No es la regla, pero recuerdo a una niña, es la estrella de la clase, solo que esta historia es de primaria. Sucede que los padres de familia no querían colaborar, y no aportaron a ninguna cuota de las que se solicitaron. Considero que es un poco de negatividad porque, como se dice “que no hay que dar nada”, se cierran y no dan, pero son contados. Me sincero para que usted tenga una experiencia de lo que ha sucedido acá en el establecimiento.

Luego de 16 años de enseñanza ya me he topado con muchos alumnos. A los que más recuerdo son los del primer año que impartí. Recuerdo que a la abanderada me la topé una vez en la universidad. Se llama Alicia. Ella muy linda me dijo, “¡miss, qué bueno verla!”, y se podrá imaginar lo gratificante que es algo así. Me dijo que estudiaba Derecho. Fue muy bonito, pero respecto de esta chica que sus padres no colaboraban, tampoco es que le venga un mal futuro, no pienso eso.

Ella se desenvuelve bien, independientemente de que sus padres den o no el dinero, porque acuden a las reuniones, están pendientes del avance y la protegen. Solo fue ese punto en el que, “como todo es gratuito”, pues no ayudan. Pero hay mucha apertura de muchos padres de familia, y están pendientes de lo que hay que colaborar, de dar lo que se debe. Mire la fecha que es; muchos han venido a preguntar: “¿qué tenemos que hacer?”. Al final, es un tema complicado.

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