La envidia de su entrenador le cortó las alas a Yahaira imagen

Desde los 13 años dejó el hogar para cumplir sus sueños deportivos, sin imaginar que su propio entrenador sería la peor piedra de tropiezo.

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Yahaira Ellington siempre fue una niña inquieta, soñadora y apegada a su padre. Desde pequeña se le evidenciaron características y aptitudes para ser una gran atleta; cumplió muchas metas, pero la envidia y los miedos la obligaron a cortar sus alas.



Cortesía FUNOG

Es originaria de Livingston, Izabal y todos los días a las cinco de la mañana tenía una cita con el mar muy cerca de su casa, en donde vivía con los recursos ajustados. Es la mayor de tres hermanas y un hermano. Ahora tiene 29 años; es alta, de tez oscura, pelo negro, trenzado y unos ojos relucientes y llenos de ilusiones.

Cuando cumplió 13, conoció a una entrenadora cubana que quedó entusiasmada con su talento. Le propuso ayudarla para ser lanzadora, aunque Yahaira no sabía de qué trataba la disciplina. Tras una serie de dudas y a regañadientes, esta atleta se fue a vivir a un Centro Deportivo en Puerto Barrios, donde comenzó una nueva etapa.



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Como muchos otros jóvenes, Ellington no quería permanecer mucho tiempo en su lugar de origen. No disfrutaba el estilo de vida que muchas personas a su alrededor tenían y encontró en el deporte una ventana para escapar de esa realidad.

En aquel momento, no solo ella se desprendió de su familia. También lo hizo su padre, quien decidió buscar mejores oportunidades en Estados Unidos. La rutina de esta joven deportista cambió. Debía despertarse cuando aún el sol estaba escondido para ir a entrenar, transformó su short en una licra y aunque era un poco rebelde se fue trazando metas deportivas que alcanzó con dedicación y esfuerzo.

Estuvo así durante ocho años. En ese lapso conoció Costa Rica, Honduras, Nicaragua, México y Cuba, entre otros. Se midió frente a grandes referentes del Lanzamiento de bala, disco, martillo y conoció a Pablo, un pequeño de 9 años, mexicano que decidió con carteles y gritos mostrarle su apoyo y respeto.



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Se acostumbró a subir al podio en el primer y segundo lugar, aunque el quinto puesto en un certamen internacional la hizo tambalear. No solo obtenía triunfos como atleta, también iba aprendiendo a controlar su ira, a ser respetuosa y tener mayor confianza, autoestima.

En todo este tiempo descubrió que también era una líder por naturaleza. Aunque de su grupo de compañeros era la más pequeña de edad, su carácter y templanza siempre inspiraron a otras personas. Pero esto mismo le acarreó muchos contratiempos.



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Estudió para ser maestra de educación física, pero por su gran altura y peso, recibía burlas y críticas todo el tiempo. Luego se inscribió en la universidad para estudiar Psicología. Quería especializarse en deportes, pero en el 2009 todo su mundo dio un giro de 180 grados.

Su entrenador, guatemalteco, encontró una y mil formas de bloquearle el camino. Le cerró la pista, el gimnasio, le quitó el derecho a comida en la casa donde vivían, entregó su cama a otro compañero y poco a poco se deshizo de ella.

Yahaira había clasificado a un mundial juvenil, pero su entrenador aseguró a los organizadores que ella no podría participar por una lesión; enviaron a otro de los atletas, que hizo un mal papel y finalmente ese mismo año Ellington decidió retirarse.



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Por miedo, dejé que me cortaran las alas. Retirarme fue una decisión difícil, pero tuve que avanzar a nivel personal.

El 18 de enero de 2010, se mudó a la zona 18 en la ciudad capital. Caminó en cada rincón para buscar trabajo. Sin conocer las rutas, llegó a la Dirección General de Educación Física (DIGEF) y obtuvo su primer empleo. Formó parte de un proyecto llamado “Escuelas Seguras” por tres años.

Pero este programa cerró sus puertas y Yahaira se trasladó a una iniciativa en donde laboró por 12 meses más. Peleando con el deporte, pero obligada a seguir en la lucha y sin apoyo económico de nadie, esta joven comenzó a trabajar en una compañía de seguridad, en donde se mantuvo por ocho eternos meses. Por salud no podía estar mucho tiempo de pie y decidió darse una nueva oportunidad, no como atleta, pero sí en el mundo que conocía.



Foto Mynor Mazariegos

Cubriendo clases de un amigo, obtuvo una plaza en la Fundación Olímpica Guatemala y ya suma tres años formando a las futuras generaciones. Actualmente es entrenadora de atletismo y mamá de una pequeña modelo y bailarina de seis años, llamada Marien.

Yahaira es cariñosa, maternal y muy carismática con sus alumnos. Consejera fiel y muy madura. Acompaña a sus “chiquitines” en cada paso que dan y se siente orgullosa de haber conformado un grupo muy unido.



Foto Mynor Mazariegos

Yahaira tuvo que poner una pausa a sus sueños deportivos por miedo de causar más daños y lejos de buscar una venganza por lo que tuvo que atravesar, decidió trasladar su pasión por el deporte a sus pequeños alumnos. 

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