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María José Coronado, de 38 años, tiene un máster en mercadeo y ha trabajado durante 12 años en negocios. Tiene 2 hijos, uno de 17 años y una de 6, quienes son la inspiración para el emprendimiento de Chapincita.

Siempre quiso estudiar Arquitectura, pero sus padres no la dejaron y entonces se decidió por Relaciones Internacionales. Pero, para equilibrar su vida también estudió Mercadeo, pues le encanta el arte, los colores y las texturas.

Coronado trabajó durante 10 años en un banco que cerró, por lo cual buscó otro nuevo empleo y encontró uno en el área de tecnología, pero ese no la motivaba. 

María José no quería una vida de horarios fijos, no le gustaba estar todo el día con traje sastre y tampoco encerrada en una oficina.

Deseaba superarse, pero no solamente ganar dinero, sino también contribuir con las personas. Renunció a su trabajo pues tenía otra oportunidad laboral, que al final tampoco aceptó y se tomó un tiempo para descansar. Había ahorrado para estar tranquila
con su ritmo de vida durante cinco meses.



Foto: Xavi Haeussler

La fe de María José

Una noche dobló rodillas a Dios, para pedirle que le devolviera los sueños, que tuviera metas, porque en ese momento no era feliz, que pudiera reencontrar el camino de su vida y que iluminara su trayecto. Esa noche, María José estaba tan triste y desesperada por no saber cuál era su destino o cómo sentirse mejor. 

Al día siguiente, un ex compañero de trabajo le envió un video con una canción que decía “Revive mis sueños y como Lázaro sácame”, ella se sintió inspirada. Se fue a descansar a la Antigua Guatemala con su hija pequeña y le seguía pidiendo
a Dios por esa respuesta, que sin imaginar llegaría muy pronto.



Foto: Xavi Haeussler

Su hija le pidió una muñeca de trapo, que no encontraron fácilmente, por lo cual tuvieron que buscarla en varios lados. María José le preguntó ¿por qué la quería tanto? Y la niña le dijo: “Es que mi abuelita me regaló una y yo quería otra”. Al
ver las muñecas recordó que de pequeña tuvo una y en ese momento nació la inspiración. 

Tomó la muñeca en sus manos y se fotografió con ella y ahí decidió que ese sería el proyecto de sus sueños.



Foto: Xavi Haeussler

En ese tiempo, la emprendedora viajaba a México por asuntos laborales y al entrar en un mercado pudo ver que todo lo que vendían era de la pintora Frida Kahlo. Había pines, vasos, platos, playeras, bolsas, desde las cosas más sencillas hasta las más caras.

Entonces se le ocurrió que esa Chanpincita sería un icono guatemalteco, que se encontrara con facilidad en cualquier lugar.

Comenzó el proceso de informarse y hacer negocios para emprender este proyecto.

Buscaba por todos lados el nombre de la muñeca, en unos lugares era “Mariíta” en otros “Juanita” y eso no parecía ser lo más correcto. Entonces, decidió bautizarla como la Chapincita y el Chapincito.

Sintió que era momento para darle el impulso a esa muñequita de trapo que los guatemaltecos conocemos, pero que muchas veces han dejado en el olvido.

La muñequita para ser dibujada

María José se comunicó con un diseñador para que la Chapincita pudiera ser digitalizada y dibujada.

El proyecto comenzó el año pasado, alguien de su confianza la apoyó con el recurso económico para cumplir su sueño.  

Entabló conversaciones con varias personas para poder desarrollar el plan, ver quiénes serían las personas que dibujaran, las que unieran las piezas y la distribución del producto.

Abrió la página de Facebook Chapincita y allí empezaron sus primeras ventas.

Dentro de los productos que María José vende son: playeras, pines, pulseras, zapatos, llaveros, aretes y camisas. Los precios van desde Q50 hasta Q350 dependiendo qué se pida.



Foto: Xavi Haeussler

Cada una de las prendas que tiene es de Guatemala y son hechos 100 por ciento por guatemaltecos.

María José tiene poco más de 6 meses de haber iniciado con esta aventura y ya vendió varias prendas a Estados Unidos, para los residentes guatemaltecos en el país del norte puedan encontrarla.  

Ella sueña que este negocio siga expandiéndose y que sea pronto autosostenible, que pueda seguir ayudando a las personas que laboran para crear los productos de Chapincita.

Este proyecto le ha devuelto la vida y asegura que ahora ya siente que su existencia tiene un sentido. 



Foto: Xavi Haeussler

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