Tayito estaría vivo si la CICIG no lo hubiera acorralado (I) imagen

Ese dolor es hoy la energía que no nos deja bajar la frente para que conozcan la historia de la injusticia cometida al no permitir que pudiéramos intentar, de mejor manera, defendernos.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Hoy tengo la oportunidad y al mismo tiempo el sabor amargo de poder contarles la parte más difícil de nuestra historia familiar. Llevo horas pensando, inmerso en un mar de emociones que no me dejan comenzar estas líneas, y espero que usted sepa entender que cada palabra que se deje leer estará fuertemente empapada de mis sentimientos y mis emociones.




José Estuardo Valdés Paiz falleció el 19 de abril de 2019 (Viernes Santo). Esa fecha quedó marcada en el corazón de cada uno de nuestros familiares por siempre; falleció sufriendo de un cáncer que finalmente terminó por acabar con sus fuerzas. Estoy seguro de que muchos lectores y muchas personas se sentirán identificadas con el dolor de quienes han sufrido a manos de esta terrible enfermedad, el llanto y la pena de sus familiares, con la incesante lucha de quienes están unidos por lazos de amor por brindar fuerzas y esperanzas a quienes, aquejados de este terrible destino, no se detienen en su lucha a favor de la vida. El recuerdo que para nosotros será el perfume del Alma, seguirá vigente como pasa con los que quedan después de vivir algo tan intenso; la única diferencia que me motiva a llevarles esta historia es que, aun cuando existía la voluntad, el valor, la posibilidad de combatir y de entender esta enfermedad, a “Tayo”, como lo conocíamos, se le negó esa oportunidad, se le encadenó a una limitación de diagnóstico y a un desperdicio de tiempo que destruyó probabilidades y nos hundió en un abismo de impotencia.

Ese dolor es hoy la energía que no nos deja bajar la frente para que conozcan la historia de la injusticia cometida al no permitir que pudiéramos intentar, de la mejor manera, luchar contra esa cruel enfermedad.

Intentaré cortar mis lágrimas, haciéndoles llegar de la mejor manera que sé la parte buena de lo aprendido.

“Tayo” era más que mi hermano menor. Al morir mi papá, me convertí en su figura paterna y ya de adultos nos convertimos en compañeros de lucha, de muchas luchas, de millones de altibajos. Como hermano, como hijo, como compañero, siempre me hizo sentir profundamente orgulloso; se formó profesionalmente, eligió una excelente compañera de vida y de ese amor nacieron dos bellas hijas, quienes completaron esa hermosa familia y quizá de allí sacó la fuerza para nunca jamás bajar los brazos ante nada.




Era inevitable saber que si la ausencia injusta de mi papá, su secuestro, el asesinato de nuestro cuñado, el cáncer de mi mamá y la causa que nos pegaron en la frente injustamente no lo habían derribado, esta enfermedad no sería la excepción. Y no lo fue, remando contra la corriente y en el peor de los escenarios les dejó a sus hijas las mejores enseñanzas de vida: la familia unida vence el dolor, la voluntad crece juntos, nunca te debes dar por vencido, y el color de la esperanza brilla intensamente cuando la alimentamos entre todos.

Eso me quedó claro cuando ya no había opciones, cuando solo quedaba reducir su dolor y esperar lo peor, y Sofía me dice: “Yo no quiero que mi papá sufra, pero mi papá nunca se da por vencido y mi papá quisiera que nosotras nunca nos diéramos por vencidas y que luchemos siempre”.

Aun inconsciente, “Tayito” no me dejaba de sorprender.

Y es por eso por lo que no puedo bajar los brazos y hoy les pido a los lectores que intenten entender nuestra impotencia.

“Tayo” tenía una enfermedad crónica llamada colitis ulcerativa. Sabiendo que podía llegar a tener consecuencias y como padre responsable que era, se encargó de contratar un seguro que cubriera todos los escenarios.

Como trabajamos con asuntos relacionados con salud, vemos el sufrimiento que genera a veces no poder costear tratamientos para un ser querido, esa sensación de impotencia que nadie en la vida debería sentir, esa garantía que todos los seres humanos deberíamos tener de poder pelear con todas las herramientas contra una enfermedad.



Él tenía en sus manos una posibilidad importante, la capacidad de costear un viaje, herramientas para pelear esa batalla; sin embargo, el hecho de que 10 años atrás nos señalaron como autores de una inmundicia, de una historia increíblemente absurda, lo esclavizó a no poder utilizar ninguna de estas herramientas, sellando así y de una manera injustamente cruel el destino de mi “Tayo”.

Hace 10 años, organismos de investigación (MP y CICIG) se llenaron la boca de algoritmos justicieros y nos incriminaron con mentiras, con subterfugios legales en un caso que iluminaría el nombre de varios oficiales de esta Comisión, que en muchos discursos hablaban del poder de la justicia. Sin embargo, esa justicia parcializada solo nos presionaba y nos señalaba, mientras que la verdadera justicia, la verdadera investigación, fue probar por nuestros medios que todo ello era una inmensa mentira, cosa que ocurrió definitivamente 2 años atrás.



Carlos Castresana, comisionado contra la Impunidad en Guatemala (2007-2010).

Si alguna vez ha visto una película de suspenso legal de Hollywood, donde el abogado en último momento puede probar la inocencia de su defendido, todos alegres y todo volviendo a la normalidad, no es así como ocurre. En la vida real –en nuestra vida real- no ha habido devolución de fianza y no hicieron jamás algo para desvanecer la alerta internacional que cayó en nuestros nombres. Viéndolo de lejos, son dos pobres hombres que no podían viajar al exterior, que deberían tomar sus vacaciones en Guatemala.

Pero lo invito a verlo de cerca. Yo no pude sentirme como un padre que cuida de sus hijas que estudiaban en el exterior, no pude abrazarlas cuando se sentían desconsoladas, no pude verlas terminar con honores sus carreras universitarias; y “Tayo” no pudo acceder al PETSCAN, que diagnosticaría su condición y le salvaría la vida.

Y por favor, permítanme explicar las circunstancias que sucedieron y que impidieron que “Tayo” pudiera tener el derecho a luchar dignamente y con todas las herramientas que él mismo previó al contratar una póliza de gastos médicos, cuando de muy joven fue diagnosticado con el padecimiento de colitis ulcerativa.

Continuará…

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