POR QUÉ LA IMPOTENCIA DE MI VICEPRESIDENTE ES ALENTADORA imagen

“Ni usted me va a convencer a mí, ni yo a usted, entonces mejor ahí lo dejo. Que dios le dé sabiduría”

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Como anticipo a la Marcha del Orgullo Gay, varios colectivos que apoyan a la comunidad LGBTIQ proyectaron la bandera arcoíris sobre el meritito Palacio Nacional.

Cuando le consultaron a nuestro vicepresidente Jafeth Cabrera, dijo “desde el gobierno respetamos la diversidad sexual y tenemos que soportar este tipo de situaciones”. Por un lado, frustra. A veces yo cocino pasta con mariscos e invito a mi familia, y no quisiera que al consultarles sobre mis tallarines dijeran “desde el seno familiar respetamos la diversidad culinaria y tenemos que soportar este tipo de situaciones”.

Por otro lado… creo que disfruto esa impotencia en las palabras de Jafeth. Disfruto imaginando que se sintió amenazado y se vio en la necesidad de reafirmar su masculinidad mirando fotos de Ninel Conde y goles del Barsa e invitando a otros hombres a comer chicharrones. Pero sabía que no había una maldita cosa que pudiera hacer respecto a la bandera gay sin que se le armara vergueo. Y eso está bien. Me recuerda esta frase del revolucionario negro Stokely Carmichael que a mí me fascina:

Si un hombre blanco quiere lincharme, ese es su problema. Si él tiene el poder para lincharme, ese es mi problema. El racismo no es una cuestión de actitud; es una cuestión de poder.

Se puede aplicar eso a las luchas LGBTIQ. Uno puede dedicarle la tarde a discutir con una ama de casa homofóbica que comenta en Facebook y—aunque es uno de mis grandes hobbies—en el mejor de los casos ella va a clausurar el debate con un ñoñísimo “Ni usted me va a convencer a mí, ni yo a usted, entonces mejor ahí lo dejo. Que dios le dé sabiduría”. Pero si, a través de políticas, legislación, aliados en esferas de influencia y, como en el caso de la proyección en el palacio, un cacho de sabrosa desobediencia civil, conseguimos ir desinstitucionalizando la discriminación, entonces no va a importar mucho si un grupo de evangélicos opta por creer que los terremotos fueron provocados por haber colocado la bandera gay junto a las heterosexuales banderas del MP y de Guatemala—que, por cierto, no es taaan heterosexual considerando que los quetzales son aves y un montón de aves se involucran en comportamientos homosexuales, además de que los quetzales portan un ornamento carmesí en su pecho como una especie de ositos cariñositos. Mi punto es que los quetzales son gays y por ende la bandera de Guatemala es extremadamente gay.

Miren, sería tuanis un renacer espiritual tras el que, como humanidad, nos amemos unos a otros. Pero no va a pasar. Por ejemplo, hace añales trabajé en un call center y mi turno lo compartía con un varón homosexual. Yo nunca amé, ni amaré a ese cerote. Siempre que me veía entrar con ilusión a mis labores vistiendo un distinguido suéter formal, me decía “te me quitás esa cochinada ya. No lo puedo ni ver. HORROR”.

Nunca consideré hacerlo, pero supongamos que hubiera perdido el control, que hubiera sido una persona más sensible respecto a mi criterio estético en prendas de algodón y yo hubiera golpeado a este individuo homosexual en su cara. Esas cosas ocurren, es cuestión de actitudes.

Ahora, de haber ocurrido y de haber él puesto una demanda en recursos humanos (como habría correspondido), no estoy seguro de que la reacción de algunos de los que mandan no hubiera sido “Es que este es de aquellos, muchá. Esos huequitos cómo son de problemáticos. Hay que tener cuidado, mejor ya no hay que contratar huequitos”.

Eso es una cuestión de poder y es contra lo que más hay que luchar.

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