Odio la Navidad imagen

Monsanto se adentra en el ámbito familiar y nos cuenta cómo Juan Carlos odia la Navidad.

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“Odio la Navidad y todo lo que tenga que ver con ella”. Salió de la casa dando un portazo y no regresó hasta el día siguiente. En aquel momento Juan Carlos, presa de un berrinche de adolescente, dio el primer paso que lo dejó fuera de las fiestas de fin de año durante una larga temporada. Al regresar, todos los regalos del árbol habían sido repartidos y los de él no estaban a la vista. Su orgullo le impidió preguntar por ellos. Nunca se le ocurrió pensar cómo se sintieron sus abuelos, padres y hermanos estando ausente él, por primera vez fuera de la convivencia.




Durante poco más de 365 días se la pasó planeando cómo golpearlos moralmente para el siguiente año. Sabía que había llamado la atención por las distintas manifestaciones afectuosas de la casa, consejos y charlas. “Él”, les decía “ya estaba maduro para tener un vehículo propio. Si no un carro, al menos una moto”. Pero en eso sí que no transigieron en casa. Al año siguiente pasó la Noche Buena con tres amigos extranjeros. Su corazón estaba en casa, pero su mente le decía otra cosa: “Odio la Navidad”.

La vida lo fue llevando por su rumbo y, durante casi 20 años, lejos de su casa. No regresó, llamó u escribió, salvo en contadas ocasiones. La muerte de su abuelo, una de ellas. La misión de todo padre es sacar adelante a sus hijos y finalmente, aunque Juan Carlos ya ni siquiera vivía en Guatemala, había logrado su espacio profesional y afectivo en el extranjero. Por este lado estaban tranquilos sus papás. Eso sí, lejos del hogar, cada vez que llegaba diciembre, se enconaba en contra de las luces, árboles y belenes. “Realmente odio la Navidad”.

Se casó y tuvo familia propia. Allí comenzó a comprender algunas de las cosas que durante años había ignorado. Casi con cuarenta por cumplir, decidió regresar sorpresivamente. Con él, su mujer y sus dos hijas. Apareció un veinticuatro de diciembre a las diez de la noche, cargado de regalos. La sorpresa de la familia fue tal que la reunión se alargó hasta pasadas las seis de la mañana. Tamales, pavo con todos sus aderezos, el Belén de la abuela, el árbol más luminoso visto por él nunca y todas las costumbres de la época le llevaron a decir a sus padres, mientras los abrazaba: “amo la Navidad”.  




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