No olvidemos a nuestra niñez, no más niños quemados ni violentados imagen

He aquí la historia de un amigo entrañable, la de Henry, el niño de los pies pequeños, una de las tantas víctimas de la violencia que a diario se vive en los “hogares de protección”.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Henry fue para nosotros, para mi esposa y para mí, como un padrino de 11 años con la complexión física de alguien de siete. Este amigo entrañable y personaje clave en la prolongación de mi relación con quien ahora es mi esposa, tenía insuficiencia renal crónica.

Henry, fue bautizado como el niño de los pies pequeños, su historia fue una de las elegidas para ser contada en el Libro de los Sueños, publicación anual de diario El Periódico, que busca ayudar a niños en situaciones vulnerables. Mi esposa fue la responsable de escribir su historia, la que en poco tiempo haría propia. Sin quererlo también fui arrastrado en por ese fuerte oleaje y cuando sentí también era parte de esas páginas llenas de amor y esperanza.

Henry, originario de Retalhuleu y abandonado por su padre, debía sufrir periódicamente el difícil tratamiento de la hemodiálisis. Su madre, lo traía a la ciudad y debía quedarse en un albergue llamado Casa Kayros, lugar con algunas carencias, pero abundante en calidez humana y amor.

El niño de los pies pequeños tenía una esperanza: ser trasplantado de un riñón. Lo difícil sería encontrar al donador indicado. Su mamá rezaba a diario para que un órgano compatible fuera encontrado y puesto a su hijo.

Por fantasioso que parezca el bendito y esperado día llegó: su padre al ver que su hijo salía en los diarios y que aún luchaba por sobrevivir, decidió reencontrarse con su familia y ofreció el tan necesario riñón para Henry.

Henry con su sonrisa elocuente, su inocencia y sus ganas de vivir me llamaba a menudo por teléfono. ¿Cuándo me viene a ver? Me preguntaba. ¿Cómo decirle que no? En cuanto podía hacia un espacio para ir a saludarlo. Aún recuerdo su risa de picardía al verme ahí frente a mí ahora esposa.

Planeaba cada movimiento y yo caí todas las veces. “Quiero verlos juntos, me gustan como pareja”, nos decía mientras tomaba nuestras manos y las unía. Por aquel entonces ambos teníamos dudas respecto a querer estar juntos, pero Henry nos dio el empujón que necesitábamos.

De regalo de cumpleaños pidió una mudada e ir al zoológico. Nunca había sido bueno con los niños, pero aún recuerdo su mano sudorosa tomar la mía en ese recinto, al que yo llamo cárcel para animales. Simplemente sucumbimos ante la mirada dulce de Henry, su baja estatura y su sonrisa elocuente hizo que lo amaramos como un pariente cercano.

Recuerdo a mi esposa llorar por él en sus peores momentos. Pero como solo suele ocurrir en los cuentos de hadas Henry fue operado, el trasplante fue un éxito. El sol salió en plena oscuridad, la luz venció a las tinieblas y nuestro amigo de 11 años, con apariencia de siete estaría para nosotros mucho tiempo más.

Pero solo fue un espejismo. La distancia, la frecuente pérdida y robo de celulares nos hicieron perder contacto con él y su familia, hasta que un día mi esposa supo que había muerto, me lo contó con la voz entrecortada y con la esperanza de que la noticia fuera equivocada, pero no fue así.

En una vista a casa Kayros le dieron la noticia. Solo supimos que fue llevado a un albergue del Estado, uno de esos donde se espera abrigo y protección para niños y adolescentes en riesgo.

Henry agobiado por los malos tratos una tarde escapó, según nos contaron, llegó golpeado de esa casa de “protección”. También iba malnutrido y como pudo regresó a su natal Retalhuleu para morir al lado de los suyos.

Como sabrán un niño trasplantado requiere mil y un cuidados, requiere de un ambiente sano, higiénico y sobre todo libre de violencia. Él al igual que las 41 niñas quemadas en el “hogar seguro” Virgen de la Asunción, sufrió de la negligencia estatal, esa que golpea y mata a niños.

Es hora de invertir en nuestra niñez, es momento de darles luz y no penumbra. De momento una vela de esperanza arde en la distancia: en los pasillos de la torre de tribunales hay promesas de justicia, pero el desconsuelo de los que hoy lloran las muertes y la tragedia seguirán latentes sin descanso.

Hasta siempre padrino Henry.

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