No, es ¡no! imagen

Como madres debemos encontrar los mecanismos para crear mujeres seguras de sí mismas y que puedan decir tajantemente no es ¡no! Y que tengan el valor para mantener sus principios en un noviazgo o en un matrimonio.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Las mamás repetimos con frecuencia estas tres palabritas para que nuestros hijos sepan que hemos evaluado la decisión y que no cederemos a la petición que nos han hecho. Quizás en esta etapa de pandemia se ha hecho más popular ante las restricciones que han marcado la vida social de nuestros hijos adolescentes.

Los límites nos forman. Propiciar que nuestros hijos conozcan las delimitaciones y las consecuencias de transgredirlas es importante. Y el hogar es el mejor escenario para aprenderlos de la mano de un ambiente que fomente la confianza y la comunicación para que, sin importar la edad, nuestros hijos acudan a nosotros cuando alguien trasgrede sus límites.

Como madre de dos hijas, no puedo ser indiferente a las noticias que evidencian que hay mujeres que sufren las consecuencias físicas y psicológicas de alguien que no respetó su decisión y abiertamente pasa sobre su dignidad.

Las redes sociales y los medios son el recurso que nos permite conocer esas historias, pero sin duda hay un número mucho más grande de mujeres que vive situaciones de acoso o violencia sexual y física, que padece en silencio situaciones de esta naturaleza.

El caso de Flaminia, reconocida profesional y artista que al parecer se atrevió a denunciar al esposo y padre de sus hijos, un abogado conocido, muestra que la violencia doméstica no respeta profesiones ni estatus social. De hecho, su caso es “más” aplaudible porque el reconocimiento de su círculo los expone y escandaliza más por su rol en la sociedad.

Más recientemente está el caso de Vero Molina, quien se atrevió a narrar su historia para desenmascarar cómo los procesos judiciales en el país son capaces de pasar por alto un caso de violación sexual cuando el presunto responsable tiene la oportunidad de pagar a una defensora con los vínculos suficientes para desmeritar el caso. Afortunadamente la presión mediática y de la sociedad han ayudado a que la situación pinte mejor para hacer justicia.

Primero debo decir que admiro el valor de estas mujeres, pues sus acciones inspiran a otras a denunciar y romper el silencio. Además, abren los ojos de la sociedad a una realidad que suele pasar por alto estos hechos.

Por otro lado, estoy segura de que ambas dijeron ¡no! Pero ninguno de estos hombres se atrevió a respetar su decisión.

Esto me lleva a pensar cómo debemos educar a las niñas para que sean contundentes a la hora de decir no y sea suficientemente claro y tajante que quien las escucha entienda. Cómo educamos mujeres seguras de sí mismas, que reconozcan su valor para que nadie pase sobre su dignidad y atente contra su vida.

Por supuesto, la labor no es exclusiva de las niñas, los niños deben ser formados para respetar a la mujer y a todos los seres humanos.

También está el desafío de creerle a una mujer que afirma que ha sido violentada, denigrada o ultrajada. Entre mujeres deberíamos de acabar con esa “maña” que nos hace dudar de su testimonio. Nuestras hijas, amigas, primas o conocidas deberían sentirse en la libertad de hablar de su situación sin que se le juzgue o ponga entredicho su versión.

No importa si es en la primera cita o a los 10 años de casados, jamás debemos permitir que alguien nos levante la mano, nos impida expresarnos y sobre todo, que nos obligue a hacer algo que no queremos. Si eso ya ocurrió u ocurre esporádicamente no hay que esperar a llegar a la emergencia de un centro médico para entender que ese empujón, esa patada en el aire o esas ofensas verbales pueden desencadenar una serie de eventos que terminen con tu vida.

No maquillemos la realidad, es decir no ocultes tus moretes con maquillaje, a través de la ropa ni mucho menos justificando al tipo. No eres responsable de sacar de sus casillas a un adulto. Borra de tu mente y la de tus hijas que quien te ama te aporrea, el amor es fundamentalmente una decisión que lleva implícito el respeto.

Las palabras convencen y el ejemplo arrasa, dicen. Así, las mejores lecciones que podemos dar es que nosotras respetemos a otros, que aprendamos a decir no y que respetemos cuando alguien marca sus límites.

Romper el silencio también es una forma de reescribir la historia de tus hijas o de tus nietas. Quizás es difícil encontrar alguien que crea tu versión, pero la seguridad para enfrentar la situación nace en ti. Con el tiempo tu convicción será la que convenza a otros.

Toda mujer y todo ser humano tiene el derecho de decir no y su no es ¡no!

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