En la Biblia sobran los ejemplos de cristianos y siervos de Dios que cometen crímenes. El Rey David, por ejemplo, mandó a asesinar a un hombre para esconder que había sido infiel con su esposa. La mujer adúltera era pues, adúltera. Noé era borracho. Gomer era una prostituta. Y sus vidas han sido durante siglos inspiración para los cristianos. Lo importante recordar es que la inspiración no es lo mismo que la adoración. Estos personajes son importantes porque demuestran el poder de Dios en sus vidas, no por la inocencia en sus crímenes. Y esa es la parte esencial de este relato: no confundamos creencia con inocencia. A pesar que fueron usados por Dios, su crimen no quedó en secreto sino fue revelado y tuvieron que rendir cuentas.
Los líderes políticos y de Gobierno que están siendo investigados y juzgados por la justicia han tomado versos bíblicos, profecías y manifestaciones de fe para defenderse de la justicia humana, poniendo a Dios a su disposición personal y utilizando su nombre para ganar adeptos. Estas prácticas me parecen muy cuestionables porque la soberanía de Dios no está predispuesta a la inocencia de sus seguidores. Quiero decir que, a veces parece que utilizan los versos bíblicos para su beneficio personal, en lugar de usarlos para servir al Dios que supuestamente están sirviendo.
Lo que más me preocupa es ver a tantos buenos cristianos caer en la trampa. Defenderles sin miramientos solo porque los políticos acusados son creyentes, descartar evidentes actos de corrupción con la cantaleta de que un cristiano está protegido por Dios, pero ¿protege también a los ladrones? La respuesta puede asombrar a más de alguno: sí los protege. En el Gólgota donde fue sacrificado junto a dos ladrones, uno de ellos recibe la promesa de reunirse ese mismo día en el cielo con Jesús. Aunque, la recompensa es para todos, las consecuencias también. El ladrón aunque redimido, fue ejecutada su sentencia.
Ser cristiano no es equivalente a ser inocente. Al contrario. De allí el concepto de redención. Estaría bueno que nuestros líderes cristianos que están siendo acusados de corrupción tuvieran el bien de recordarse y afrontar la justicia con brazos abiertos en lugar de proponer violencia, división y actitudes dignas de un tirano. Y nosotros, que estamos en primera fila viendo lo que acontece, supiéramos recordarnos que los mejores cristianos también saben pecar y también, igual que todos, sufren las consecuencias de sus actos.
.
.
.