Mohamed Ali: cuando fuimos reyes imagen

A un año sin Ali su legado crece conforme pasa el tiempo. Todos dijeron que no podía, que siempre sería derrotado. Cuando llegó el momento decisivo se convirtió en el más grande.

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Con las miles de cosas que se tienen en la cabeza, y el encierro obligado de la rutina agobiante lleno de tragedias, se olvida celebrar a quien nos inspiró. Con un mes de atraso y la disculpa del caso, recordé que Ali nos dejó un 3 de junio del 2016 con 74 años.

Nombrado el deportista del siglo XX, Cassius Clay o mejor conocido como Mohamed Ali dejó todo en el ring y con el tiempo se convirtió en un ejemplo para el mundo. Lo conocí en documentales que eran como las previas de las grandes peleas del siglo. La mayoría de Mike Tyson antes de convertirse en la sombra que es hoy.

Pasé por una etapa idealista donde me importaba el orden humano sobre todas las cosas y rechazaba la injusticia. Sabía muy bien la diferencia entre lo bueno y lo malo. Películas como JFK, Gandhi, Glory y The Power of One inundaban mi psique juvenil en aras de lucha armado con mi juventud y la convicción que se podía cambiar el mundo de los vicios racistas del pasado. Así creo que se formó mi voz militante que con el tiempo se diluyó en un país como este donde la sobrevivencia prima sobre lo que importa.




Es nuestro destino

“Soy el más grande, el más rápido, el más lindo” o “Flota como mariposa y pica como abeja”, “tus manos no pueden golpear lo que tus ojos no ven”, eran las grandes frases de este chico de color. Me cautivó de inmediato. Su convicción, su orgullo de afroamericano, de deportista pero más que eso de peleador y no solo hablo del ring.

Ali sufrió la discriminación del gobierno de los EEUU que lo quiso siempre tener como un niño que le hiciera los “mandados”. La exposición como figura pública y seguidor del Islam, así como su amistad con Malcom X uno de los líderes de aquella religión fueron las cucharadas que llenaban el vaso, La gota que rebasó fue su negativa de hacer servicio militar. Eso le costó su título de campeón de pesos pesados.

“Ningún vietcong me ha llamado negro”. “Me voy a retirar del boxeo voy a pelear contra el peso pesado más grande de todos: El gobierno de los Estados Unidos”, gritaba a los cuatro vientos. Siempre rescato aquellas horas oscuras entre figuras icónicas como Ali, Malcom X, Luther King con la canción de Bob Dylan que es cantada por Jimmy Hendrix: All Along The Watchtower que eleva a alarido de blues en esteroides junto con una guitarra eléctrica desesperada, la frase: No reason to get excited/the thief he kindly spoke/there are many here among us/who feel that life is but a joke/but you and I, we’ve been through that/and this is not our fate.

No hay razón para emocionarse/dijo amablemente el ladrón/ Hay muchos entre nosotros/que sienten que la vida no es una broma/Tu y yo hemos pasado por ello/ Y este no es nuestro destino.

El sueño que nos roban, el mal episodio que tenemos que pasar. “Este no es nuestro destino”, dice la canción y así lo repetimos como mantra. Habla de esperanza. Ali quedó casi al borde de la quiebra. Se le prohibió ganarse la vida cuando el gobierno le suspendió su licencia para pelear. Perdió los mejores años de su vida como boxeador por esa “cabronada” y defender sus ideales al no doblegarse.

Finalmente se hizo justicia. Ali derrotó al gobierno de EEUU, la Corte Suprema le dio la razón y de forma unánime: 9-0 votaron a su favor.




No lo vencerás, te matará

Con 32 años regresaba a pelear contra George Foreman de 25, un gigante que tiraba golpes que borraban huracanes. Todos le dijeron que no peleara contra George, que él lo mataría, que era imposible ganar pero jamás dejó de creer en él.

Ali se quedaba en las cuerdas. Recibía y aguantaba cada golpe. El escritor Norman Mailer dijo alguna vez que Ali enfrentó la pelea de “otra manera”, decía: “Parece como alguien que estaba recostado en la ventana de su casa y quería ver el techo”. Así que después de ocho asaltos y agotar a su rival una combinación de izquierda y derecha deformó a Foreman que agotado que desesperado cayó a la lona. No se supo de Foreman por tres años sufrió de una fuerte depresión.



Ali se convirtió en el más grande y recuperó su título que le había quitado el gobierno. Era su segunda vez como campeón mundial.

Con gran costo las injusticias quedan rectificadas al final. El destino de Ali era ser el más grande, el mejor boxeador de todos los tiempos y lo logró.

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