2.8 millones de niños indígenas viven en situación de pobreza imagen

Fermín es uno de los 2.8 millones de niños indígenas que viven en situación de pobreza en Guatemala. Cada diciembre, viaja a la ciudad para trabajar y llevar a su familia algo de dinero.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Fermín, el niño lustrador que viaja cada diciembre a la ciudad, se alista para iniciar su jornada laboral. Sus manos están frías y toman con determinación el trapo negro que acaricia con fuerza los zapatos sucios del empleado de oficina, quien se prepara para iniciar su día laboral.

Es apenas su primer cliente y aquel niño espera hacerse de una veintena más en el transcurso del día. Con lo recaudado tendrá lo justo para pagar el alquiler del cuarto que comparte con otros preadolescentes como él.

Fermín es originario de Huehuetenango y cada diciembre viene a la capital a ganarse literalmente unos centavos para apoyar a su familia. Es uno de los 2.8 millones de niños y adolescentes indígenas que viven en situación de pobreza.

Según el informe Mírame: Soy indígena y también soy Guatemala, publicado por el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) el 84.9 por ciento de niños y adolescentes indígenas, es decir ocho de cada diez, viven en situación de pobreza. De estos, el 45.5 por ciento se encuentran en pobreza extrema.

El estudio también saca a luz que el 61.2 por ciento de niños y adolescentes indígenas padecen de desnutrición crónica, cifra muy superior a los 34.5 por ciento de niños no indígenas que también sufren de este mal endémico que afecta nuestro país.

El informe de Unicef concluye que esta situación es producto de la “discriminación histórica reflejada en exclusión social, deterioro socioeconómico constante, que dificulta el acceso a los servicios públicos con déficit en la calidad y pertinencia cultural, e inversión pública insuficiente, pues por cada Q1 que se invierten por una persona mestiza se destinan solamente Q0.45 para un indígena”.




Fermín no alcanzó a redactar la carta a Santa Claus, tampoco tendrá una cena elegante el próximo 24 de diciembre, ni disfrutará de festivales navideños, mucho menos de las luces artificiales. Para Fermín no habrá una taza de ponche caliente, tampoco el regalo soñado, en cambio tendrá que lustrar muchas botas para regresar a su pueblo con algo para ayudar a sus padres.

Por ahora, Fermín ha terminado su primer lustre del día y se presta para iniciar el segundo. Son un poco más de las 8 horas y sus manos están gélidas y completamente sucias, su pelo despeinado y su ropa entintada me producen cierta indigestión matutina, él es otro más de esta lamentable estadística.




En esta lacerante realidad, Unicef pide a todos los sectores a volcar la mirada hacia la niñez indígena y “atacar las causas estructurales que les impide ejercer plenamente sus derechos en igualdad de condiciones”.

Fotos: FB Unicef Guatemala 

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