Los riesgos de ser peatón en Guatemala imagen

Como si se estuviera dentro de un juego de video, los peatones guatemaltecos arriesgan su vida en las calles chapinas, con la diferencia de que si los matan, no hay botón de reinicio.

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¿Te ha pasado que intentas atravesarte de un lado a otro la calle y, de pronto, te sientes un personaje de Mario Bros. tratando de brincar sobre el poco espacio que te dejan los carros para caminar? Esa es la realidad de millones de personas que deben caminar por las calles de esta ciudad hostil para los de a pie.

Atrás quedó la ciudad de la que tanto hablaban los abuelitos, en la que se veían carros en contadas ocasiones y los peatones eran respetados. En la Guatemala del siglo XXI, es otra cosa. La ciudad ha sido reformada para darle cabida a los vehículos, y de los transeúntes, que conforman la mayoría de la población, nadie se ha acordado.

De hecho, en el artículo 180 del Reglamento de Tránsito se estableció que “quienes circulen en las orillas por acortar paso tendrán una multa de Q100”. Y se hizo, dijeron en 2014, para obligar a las personas que usen las pasarelas y los pasos de cebra. Pero, ¿cuándo multarán a los automovilistas que se quedan encima del paso de cebra. Los que se “amaquean” de un lado a otro, con la intención de salir volando en cuanto el semáforo dé luz verde. Los que se pasan el rojo sin importarle que los peatones se estén atravesando la calle. A quienes se quedan tapando las intersecciones e impiden la libre locomoción de los transeúntes?



Foto: Silvia Lanuza

“Las personas deben cruzar la calle solo en las esquinas y solo cuando el semáforo esté en rojo, o bien utilizar las pasarelas”, indicó Amilcar Montejo, en esa época. Pero, ¿qué hacen las personas en los lugares como Cayalá en donde no hay ni semáforos ni puentes peatonales para poder cruzar la calzada?

O como sucede en la Calle Martí, en el puente peatonal que une el Parque Jocotenango con la Avenida Simeón Cañas, en donde las gradas tienen grandes espacios, en los cuales un niño o una persona delgada fácilmente puede pasar de largo. Además, al caminarla, hay grandes espacios entre cada barrote que provoca el temor de, cual doble de una película de Hollywood, caer encima, en el mejor de los casos, de un camión. De ahí, que no extrañe que las personas prefieran “torear” los carros como decimos en buen chapín. También es cierto que hay transeúntes “kamikaze”. Pero, hay que pensar, que muchos de estos han tenido que esperar entre 15 o 20 minutos a que el semáforo se ponga en rojo, como sucede en la 6ª avenida y 6ª calle de la zona 10.



Foto: Osman Velásquez

Ignorar las necesidades del peatón no es sinónimo de ser una ciudad cosmopolita. Hay ciudades importantes como París que buscan volverse más amigables con los peatones, tomando en cuenta que un 79 por ciento de su población se moviliza de esa forma. Lo mismo sucede con New York y Madrid en donde los habitantes no tienen miedo de caminar en la calle porque son respetados. Pero, en Guatemala, lo único que se hace es volver peatonal una que otra calle, y esa no es la solución. Es indispensable arreglar la infraestructura de la ciudad para que el transeúnte se movilice cómodamente y con seguridad.

Así y todo, hay personas que día a día siguen jugándose la vida al salir a la calle, porque hay que reconocer que entre cacos, cafres al volante y aceras destrozadas, ser peatón debe considerarse un deporte extremo.

Foto de portada: Osman Velásquez

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