Ser motorista no siempre es el oficio más benevolente del planeta. No quiero decir que TODOS los motoristas sean así, pero muchos sí lo son.
Me refiero a aquellos que rebasan del lado derecho, los que van en contravía, los que se pasan en rojo, los que no frenan por nadie, los que no tienen ley. Tanto así, que son el principal instrumento de ladrones y extorsionistas.
Es cierto, por allí y de vez en cuando hay retenes dedicados especialmente a registrar motoristas pero es obvio que eso no es suficiente.
Parece que sienten que dos ruedas y quizá un casco les da superpoderes que los hacen inmunes a accidentes, al tráfico y a la ley.
Y no me refiero a los que manejan solo un tipo de motocicleta. Esta falta de visión no discrimina edad, marcas o estatus social.
Estar un par de días en cualquier lugar es suficiente para vislumbrar a una familia de cinco integrantes pasar despepitados a un lado del camino (que no es un carril para motos) sin usar casco ni sentido común. Aunque también están los motoristas glorificados que sienten que una moto elegante les exonera de educación vial. En la subida de San Cristóbal, Mixco, un anciano camina con su bicicleta haciendo señas con las manos. Al detenernos para ayudarlo nos explica que no necesita ayuda, puede subir la cuesta por sí mismo. Lo único que sí necesita es que los motoristas no lo pasen tirando a la cuneta.
A todo esto le sumamos los motoladrones que van haciendo caos por donde les plazca, se han convertido en los piratas de la carretera.
Me habría encantado tomar unas buenas fotos para este artículo pero me da miedo que me roben el celular.
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