La hora no marcada imagen

Ficción histórica enmarcada en los inicios de los conflictos armados de Guatemala y el Salvador.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Augusto Borja debuta en la literatura centroamericana con buen pie. La hora no marcada es una novela, hilvanada de manera anacrónica, que asume verdades provenientes de ficciones que entrelazan los destinos de personajes literarios entremezclados con la infausta historia política del Istmo, México y las intervenciones de los Estados Unidos y Cuba. Un poco más de treinta años que se vuelven inquietantes en su recta final, hacia 1962, con el secuestro de María René Meléndez Bengoa. Lapso en que el autor divaga, al menos en apariencia, y se explaya creando un ambiente que dibuja costumbres desaparecidas entre los avatares de los incipientes conflictos armados del área.




El autor, de origen salvadoreño, propone el encuentro de dos posiciones políticas que van enredando a los protagonistas quienes, vertiginosamente, son empujados hacia un insospechado futuro. No toma partido, narra hechos y compone sus ideas con detalles que consiguen dibujar las personalidades de cada uno. Delicadezas en las mujeres, rudezas en los prototipos masculinos, lecturas, psicodelias e infinidad de bártulos que construyen la esencia de cada conglomerado. Nada se le escapa en cuanto a puntos que puedan perfilar universos. Sutilezas que van desde determinado tipo de telas, porcelanas, encajes, armas, lecturas, apetitos sexuales y otras delicatessen, que finalmente no son suficientes para sumar a su narración ya que continuamente sigue adicionando información.




Las ambientaciones alrededor de los gobiernos de Arévalo, de Árbenz (cuya alusión se sale del típico promocional alrededor de su figura), Castillo Armas e Idígoras Fuentes, formulan una Guatemala confrontada gracias a la poca visión de sus políticos. La tesis de la historia está planteada de tal modo que pareciera que la fatídica lucha fratricida pudo haberse evitado. Que casi pudo conseguirse y que, si el libro hubiera dicho que no se dio, sería fácil creerlo. A ambos lados les atribuye héroes y antagonistas. Ángeles y demonios, si esto conviene a su trama.

Hay otro plus. Es la construcción de un San Salvador que hoy ya no existe. Ya por la desidia del hombre o bien por los terremotos u otras circunstancias. Es aquella una capital, en La hora no marcada, elegante, pujante, de gente bien. La otra población, la periférica, no se ve, no existe o no se percibe. Una urbe reconstruida literariamente, con gusto, a partir de vestigios que, a duras penas, denotan mejores momentos. Algo de eso se puede intuir también en su descripción de Guatemala. En fin, la novela puede ser punto de referencia y al mismo tiempo una enorme utopía. Entretiene y también obliga a la reflexión.

Busqué de pasta a pasta la editorial y no la encontré lo que me indica que es un proyecto independiente. Sí posee ISBN. La novela vio la luz en agosto de 2016.

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