La decisión, 3ª. Parte imagen

La Decisión, una novela políaca guatemalteca, no se pierda las letras de Francisco Alejandro Méndez.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Enio ingresó primero, seguidamente Giorgianna de las Torres viuda de Ubiergo y tras ella Fabio. La puerta principal del Palacio de la Policía se cerró silenciando las protestas, vítores y las preguntas de los periodistas. En ningún momento se detuvieron mientras llegaron al elevador destinado solamente para funcionarios de alto rango. El anciano encargado del elevador le sonrió tras cerrar la puerta corrediza de hierro con rombos que se estiraban. Caminaron por el pasillo principal. Bordearon el patio, hasta que comenzaron a atravesar las ventanas polarizadas de la habitación de los interrogatorios. Adentro, el comisario Pérez Chanán aceleraba involuntariamente su respiración mientras sus manos buscaban con torpeza inexistentes manís garapiñados.

Wenceslao se sorprendió al verla ingresar con las esposas. Sin embargo, Fabio le hizo una seña para apaciguarlo. La invitaron a sentarse frente al comisario, le quitaron los grilletes y se retiraron sin decir nada. Solamente observaron al comisario, cuyo rostro cambiaba de colores. Los botones de la camisa de su uniforme parecía que iban a explotar, pues Pérez Chanán, por a saber qué razón, parecía cada vez más hinchado.

—Usted sabe perfectamente que este encuentro ha sido solicitado por el juez de sentencia y que usted está anuente y ha renunciado a que sus abogados estén presentes. Es inédito para la justicia de este país, así que procederé a realizarle algunas preguntas. Como se ha acordado, no será grabado ni filmado. Solamente usted y yo, doña Giorgianna De las Torres. ¿Alguna inquietud antes?

—No señor comisario, procedamos.

—Muy bien. Comencemos. ¿Cuándo la conoció y en qué circunstancias? Me gustaría que fuera precisa y sobre todo que me ofrezca datos que no consten en el juicio.

—Muy bien señor comisario. Fue el primer domingo de enero. Hacía mucho frío. Jóse, mi marido, sugirió que fuéramos a comer a La Antigua Guatemala. Yo no quería ir. Sin embargo, lo hicimos. Los niños se quedaron con las muchachas y Jóse ordenó a los guardaespaldas que se quedaran en casa, solamente nos llevamos a Jacinto, quien manejó todo el camino. Jóse pegó la cara a su tablet todo el camino. Era como si viajaba en solitario. Un par de veces lo interrumpí, pero me mandó por un cuerno. Yo platiqué un rato con Jacinto, quien me contó de sus ocho hijos y sus dos esposas. Su vida era tan interesante que cuando nos detuvimos a comprar unos cigarros para Jóse me trasladé para el asiento del copiloto. Mi marido ni cuenta se dio de mi ausencia a su lado. Jacinto nos dejó frente a la Casa Santo Domingo. Teníamos reservada una mesa. Jóse pidió sus huevos divorciados y yo un desayuno de frutas con yogur. Uno de los meseros le llevó los diarios a mi marido. Guardó su tablet y comenzó a revisar la sección de la bolsa, los suplementos internacionales y claro, los deportes. Le gustaba mucho apostar. Fue entonces cuando le pedí un cigarro y le dije que me iba a ir a fumar al parque. No me entendió lo que le dije, porque me pidió que buscara al mesero para que llenara su taza con café. Así lo hice.

Luego comencé a caminar hacia el parque. Nunca lo había hecho sola, pues siempre nos acompaña la seguridad. Pero seguramente, y como iba vestida, es decir con un traje casual de domingo y sombrero, nadie me iba a reconocer. Hacía un frío sabroso antigüeño. Pensé también en el hielo que abrazaba esta etapa de nuestra relación con Jóse Ignacio, la cual ya llevaba muchos años en ese nivel. El tedio de la rutina, nada nuevo, todo lo que realizábamos era muy predecible. Por eso, aunque no es justificación, mi relación con Guille. Fue entonces cuando mis pensamientos fueron interrumpidos por Sara. Imagine la escena. Yo fumando un cigarro en el parque central de La Antigua, cuando se me acercó una muchacha rubia de ojos azules y acento sureño. Me pidió un cigarro y fuego. Comenzó a inhalar el humo e inmediatamente se puso a llorar. 

La decisión, primera parte

La decisión, segunda parte

Ilustración: Tenshi Arts 

BLOG EL COMISARIO VA A LA UNIVERSIDAD POR FRANCISCO ALEJANDRO MÉNDEZ




Periodista, catedrático universitario regional, pero antes que todo, escritor. 

El Comisario Wenceslao Pérez Chanán es su personaje principal, entre una larga lista de libros que exploran la novela negra guatemalteca. 

Lea la novela anterior en este enlace

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