Juan Diego, el angelito que se quedó para ayudar imagen

Marita Zeissig tiene la capacidad de recordar la última sonrisa de su bebé, minutos antes de entrar a una operación a corazón abierto se tomaron la última fotografía juntos.

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Marita Zeissig tiene la capacidad de recordar la última sonrisa de su bebé, minutos antes de entrar a una operación a corazón abierto se tomaron la última fotografía juntos. Su madre albergaba la esperanza de que todo saldría bien, pero no fue así.

A unas semanas de nacido, Juan Diego fue diagnosticado con Tetralogía de Fallot, una patología congénita que se caracteriza por la combinación de cuatro defectos cardíacos. “Me dijeron que había que operarlo a corazón abierto”, cuenta su mamá.

Así fue como comenzaron un largo camino para entrar a UNICAR, hasta que por fin una mañana de marzo de 2015 recibió una llamada, en la cual le dijeron que en dos días operarían a su bebé. “Juan Diego se convirtió en mi vida entera desde el primer momento que supe que existía y solo de pensar que había una posibilidad de perderlo me aterraba”, cuenta.

El corazón de Juan Diego no resistió y días después su cuadro se complicó. El día que murió su mamá lo tomó de la mano mientras le susurraba al oído estas palabras: “Me siento orgullosa de ti, eres el mejor hijo del mundo, me has demostrado que eres muy fuerte, pero es tiempo de descansar. Te prometo que terminaré la universidad y cada logro que tenga en la vida será por ti”.



La última fotografía que Marita tiene con su bebé. Minutos antes de entrar a la cirugía de corazón abierto. 

Mientras Marita le daba el último beso de despedida, su corazón dejó de palpitar, aunque los médicos intentaron reanimarlo nada se pudo hacer.

Imaginar la forma de cómo Juan Diego emprendió su viaje es fácil, tenía los cabellos rubios y la mirada encantadora como los de esos ángeles que acompañan los cuadros religiosos. El querubín más lindo de ese cuadro que estás imaginando, así era Juan Diego.

El proyecto

La enfermedad de Juan Diego fue el punto de unión entre la familia de Marita, se juntaban a rezar el rosario para pedir su recuperación. “Yo por mi parte también lo hacía todo el tiempo con el papá de Juandi en el hospital”, dice.

Cuando murió rezaron con más fuerza, una tía les traía rosarios nuevos todos los días y contó que ella los hacía. Marita, encontró en hacer rosarios algo que la distraía, tras la gran tristeza que le provocaba la ausencia de su bebé. “Junto con mi tía y una amiga muy cercana empezamos a elaborar rosarios, era mi salida a todo lo que estaba viviendo hasta que un día nos dimos cuenta que ya se nos habían juntado demasiados y fue ahí que pensamos venderlos y empezar un proyecto para ayudar”, relata.



El Rosario de Juan Diego es el nombre del proyecto impulsado tras la muerte de Juan Diego. 

“Sinceramente empezamos haciendo rosarios muy feos, pero aun así la gente que conocía la historia de Juan Diego nos apoyaba, así fuimos creciendo y con la ayuda de Dios y la experiencia que hemos tomado para hacer productos bonitos, las personas siguen ayudándonos tanto a comprarnos como a que nos conozcan. Tengo fe y esperanza en que algún día tenga los recursos necesarios para que mi proyecto sea una fundación y poder ayudar aún más”.

Las ganancias del proyecto “El Rosario de Juan Diego” van a la fundación Aldo Castañeda, hasta hoy llevan donados Q75 mil más otros aportes que han hecho directamente a UNICAR. 

“Con el tiempo he ido desarrollando mi lado artístico y me he dado cuenta que lo he podido usar para llevar alegría a los niños”, cuenta Marita. En octubre de este año montó un show navideño para los niños de la consulta externa.



Marita este año sacó su lado artístico y montó un show navideño para los niños de la consulta externa. 

“Mi Juan Diego le dio una vuelta a mi vida en todos los aspectos. Aunque nunca me he considerado una mala persona, vivía una vida muy vacía sin Dios, sin caridad. Si alguna vez había hecho voluntariado era más por obligación que por querer realmente hacerlo. Ahora ayudar y llevar sonrisas es lo único que llena mi corazón adolorido”, dice Marita.

Para su familia y quienes conocen la historia de El Rosario de Juan Diego es difícil imaginar que el pequeño bebé de cabellos dorados ya no está. En cada aporte y en cada voluntariado que hacen en su nombre se hace presente. Su memoria se quedó en esos aportes que hace su familia y quienes hacen realidad el proyecto que su mamá emprendió en su nombre. Muy cerca de esos niños que al igual que él están luchando por quedarse en este mundo junto con sus padres. 

Para Marita ver crecer el proyecto es ver crecer a su bebé. “Aunque ha sido muy difícil llevar este dolor estoy agradecida eternamente con Dios y la Virgen María por haberme elegido a mí para ser mamá de un ser tan especial y bello, puedo sentir mi sostén en la fe. La fuerza para levantarme cada día la obtengo del cielo y me esforzaré cada día más para seguir manteniendo viva la memoria de mi hermoso hijo, lo amé, lo amo y lo amaré hasta mi último suspiro, siempre será mi eterno y perfecto bebé” es la promesa que hace Marita y se esfuerza todos los días por cumplirla. 

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