Intentaron violarme ¿Es acaso divertido? imagen

“Flojita y cooperando”, “que violada me diste”. Hemos normalizado un acto criminal, consentimos bromas, chistes y comentarios con absoluta indolencia ¿Es acaso gracioso?

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Ocurrió hace cinco años, pero a veces le pareciera sentir las manos del taxista sobre sus pechos. “Cada vez que lo recuerdo es como si me tocará de nuevo”, comenta ella.

Iba tarde a su casa y aún no tenía carro, por lo que la solución obvia fue: parar un taxi blanco en medio del caos vehicular de esta colapsada urbe.

Así lo hizo, detuvo al primer vehículo disponible y con premura ingresó para resguardar de esas gélidas gotas de agua que mojaban su espalda. Fue una de esas tardes donde el cielo lloró caudalosamente, hizo berrinche tal cual niño de tres años que reclama su juguete favorito.




Ahí estaba ella, desprotegida, con un extraño, dentro de un taxi. A diario cientos de personas se juegan la vida, se someten a esa lotería tenebrosa de abordar un vehículo, cuya procedencia es incierta y cuyo conductor es alguien que, con un poco de suerte, tratará de cobrarnos de más, pero con mala fortuna intentará asaltarnos o hasta violarnos.

Ella aún no tiene clara la escena, el conductor se desvió a hacia otro lado, detuvo la marcha. Y le dijo algo como: no es nada personal pero estabas en el lugar equivocado en el momento equivocado. La primera pregunta fue ¿Tienes dinero? Para este momento estaba petrificada y solo alcanzó a suplicar que no le hiciera nada. “Creo que lo que me salvó fueron mis oraciones”, asegura.

Ante la negativa de ella, el taxista le dijo: “mira puta, no te creo”, seguidamente sacó un afilado cuchillo, se fue a la parte trasera del vehículo y le bajó la blusa y desde luego detuvo sus manos en sus pechos y alcanzó a sobar sus pezones.

Una llamada, quizás un milagro, detuvieron el mal rato, que pudo ser mucho peor. “Va está bueno ahorita llego con vos”. Le quitó la cartera, el celular, las joyas y la dejó abandonada en un lugar por la zona 12.

Fue para ella un trago amargo, una pesadilla recurrente, la sensación de sentirse sucia, invadida, forzada por un desconocido. “Fue espantoso”, recuerda y en ese momento decido cortar la conversación, pues no quiero revictimizar.

Lo ocurrido a ella, quien está consciente que pudo ser mucho peor, no es para nada un juego, para nada un chiste. Pero en nuestra sociedad caemos en jugar con fuego y lo digo porque he sido parte de ello.

¿Cuántas bromas, chistes, comentarios tontos he consentido con absoluta indolencia respecto a esta horrible práctica de la violación? Seré autocrítico y diré que demasiados. El chiste de la anciana cuyos violadores deciden no tocarla y ella responde “ashalto es ashalto”, el otro del violador “penquiador” que viola a todas las mujeres del pueblo pero cuando se presenta la fea, le dice: a vos solo te voy a “penquiar”.




O que tal la frase de: “flojita y cooperando”, bromas de “que violada me diste”, en un contexto de me perjudicaste, o me “van a violar”… Esas y muchas más que ni siquiera vale la pena recordar.

¿Es correcto consentir estos malos chistes? ¿Qué pasaría si los décimos enfrente de una víctima? ¿Le causará risa acaso? O más bien la haremos recordar un episodio de absoluto dolor. Me he propuesto no jugar con fuego, no bromear con la tragedia. Y vos 

¿Te atreves a hacerlo conmigo? 

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