Historias de Pueblo: Ermelinda, los ojos esmeralda de Chisec | El Blog De Juan imagen

Impresionó a Chisec con su belelza. 17 años después desapareció. Las teorías abundan: desde un secuestro por soldados hasta el rapto de su supuesto padre, un alemán de ojos esmeralda.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Esta historia es la segunda de la saga “Historias de Pueblo”, contadas por Alfonso R. Ceibal y escritas por Juan Diego Godoy.

“Era la muchachita más bonita de Chisec… ¡Ah no! ¡La más bonita de Alta Verapaz! Y nunca habrá nadie como ella”. Después de la frase, la anciana se recuesta en el respaldo de la silla de madera que lleva tanto años sintiendo el peso de las penas que carga la espalda de la madre de Ermelinda. 

Han pasado 42 años ya desde la inexplicable desaparición de Ermelinda, en abril de 1975. Su hermana dos años menor, sigue recordando esa época oscura que pintó de negro y rojo el lienzo familiar. 

-Nunca vamos a saber qué pasó. Yo ya lo acepté. Lo que si estoy segura es que se la llevaron.

-¿Quiénes?

-Ellos. Los de los rifles. Es la verdad. Llevaban qué tiempo chuleándola, porque era muy guapa. Yo me recuerdo que a ella le daban miedo. Además, todas le tenían celos. Era la más bonita…

La familia no tenía ni dinero ni lujos. Fácilmente hubiera pasado desapercibida en el municipio de Chisec de no ser por una peculiaridad: la muchachita de ojos verdes cuyo nombre, Ermelinda, unía dos características innegables: “esmeralda”, como sus ojos, “linda” como solamente ella podía serlo. Pero más que observarla y admirar su belleza, los rumores corrían por todo el lugar. Desde que doña Rosario tuvo a la niña, los familiares y vecinos comenzaron a  preguntarse de dónde venían tales rasgos. 

Tez canela, ojos esmeralda, cabello negro carbón. Don Héctor, el padre, no había “pintado” nada en su nena. Doña Rosario tampoco. Una pregunta comenzó a generalizarse en los comentarios: ¿De quién era la niña? 




Guatemala es una red de rumores, relatos, palabrerías y contradicciones. La comunidad de Ermelinda no era la excepción. Antes de que la niña cumpliera siete años, una fuerte teoría se discutía en las calles y las tienditas: Doña Rosario se había metido en la cama de uno de los hijos del alemán que era dueño de una finca cercana. Un trabajador de la finca aseguraba que el “joven” tenía todas las características físicas de Ermelinda. Además, las pruebas eran creíbles: Doña Rosario había trabajado durante un temporada en el casco de la finca. No quedaban dudas. Quien no lo quería ver era porque estaba ciego… o porque, como Don Héctor, tenía otra teoría más mística.

El padre de la niña decía sin duda que esta había sido una “bendición muy peculiar de Dios”. Ninguna de las teorías del alemán le caía en gracias y Doña Rosario había pasado los primeros diez años de vida de Ermelinda asegurándole que no escondía nada y que las historias de los vecinos era pura palabrería

Teoría tras teoría, lo que nadie podía negar era la belleza de la niña, que con cada año que pasaba se duplicaba la pureza de esos ojos esmeralda, el color de su tez canela y el misterio del cabello perfectamente negro. Y por si fuera poco, Ermelinda era todo un encanto. No había persona que tuviera algún problema con ella, salvo las otras mujeres celosas. Era cortés, educada, amable… era la más bonita de Chisec, o mejor dicho, de Alta Verapaz.

Pero las teorías del alemán y el amorío de Doña Rosario se esfumaron 17 años después del nacimiento de Ermelinda. Aquel abril silenció a la comunidad por completo. Su joya, su esmeralda, su niña bonita se habían esfumado una noche cálida. Las sombras se robaron a Ermelinda y prometieron jamás regresarla. 




Otro tipo de teorías comenzaron a discutirse en las calles. Algunos decían que, efectivamente, había sido la guerrilla la que se la había llevado. Otros culpaban al ejército. Algunos decían que ella había escapado de allí, puesto que se había dado cuenta que su belleza pertenecía a otro lugar. Sin embargo, de todas las teorías la más discutida era la siguiente: esa noche cálida había sido el escenario perfecto para que aquel alemán, ahora 17 años más anciano, regresara por su hija y la despojara de aquella vida sencilla que llevaba. Sin decir nada y sin hacer ningún ruido, unos ojos esmeraldas se habían postrado sobre Ermelinda. Tal era el parecido que ella, curiosa, se había acercado al hombre solo para ser “raptada” de allí. La teoría, nuevamente, era concluyente. No quedaban dudas. Quien no lo quería ver era porque estaba ciego… 

-Ya van muchos años en que desapareció – dice la torturada voz de su madre, Doña Rosario, quien demuestra que está en sus últimos años de vida – ¿Si está viva o no? Eso no lo sé. Tampoco sé porqué se fue. Solo sabemos que se fue.

Han pasado 42 años ya. Ermelinda tendría 59. Unos niños de la comunidad aseguraron haber visto hace tres años a una mujer de pelo negro impecable y largo. Tez canela y unos ojos verdes imperdibles, como dos esmeraldas hermosas excelentemente ubicadas sobre una nariz perfecta. Nadie les creyó y poco a poco, ellos fueron despojándose de las memorias de aquel encuentro fugaz. 

La desaparición de Ermelinda sigue siendo un misterio. Su belleza, real. Tan real, que Chisec jamás olvidará a la niña bonita de los ojos esmeralda. 

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