Todo le parecía desconocido, reconfortante, luminoso. Pero ¿Qué estaba haciendo allí? Lluvia, eso es lo que le vino de primero a la memoria. Una pertinaz lluvia. Un vehículo; el de Lolo. Él, manejando e Isabel besándole el cuello y su mano en… Un intenso relámpago acompañado de un dolor interrumpe su recuerdo. Atrás, ella en el medio, regañando a Isabel, “la bajada de las cañas es muy peligrosa deja de fastidiar a Lolo”. A su diestra Edgar Rubén y a la izquierda, Rigoberto. Riendo con esa risa contagiosa suya.
Es al primero que encuentra en aquel sendero de luz “¿Dónde estamos? Él la ve sonriente, pero parece que no entendiera lo que ella le cuestiona; lleva prisa. “Rigo ¿Dónde estamos? Lo observa, él toma, obnubilado, uno de los senderos hacia la luz. Más allá está Lolo, con su guitarra, pero “¿Qué hace con el instrumento si lo dejamos en mi casa?” Él también la observa y se pierde por otro camino. “Es curioso”, piensa, “algo raro pasa pero qué agradable es estar aquí”. Otro relámpago y un dolor en el pecho, que pasa enseguida, la saca de la ensoñación. “Me siento como un carro que no quiere arrancar”, ríe por la ocurrencia.
Helena piensa que está como en una estación de salida. Llena de dársenas con distintos caminos. Si acá hay claridad, los que transitan por los senderos van hacia una luz apoteósica, esplendorosa, cegadora. Escucha una música hipnótica y relajante, muy parecida a la que a ella le gusta. “Edgar Rubén” – se dirige a él “qué nombre de telenovela tienes ¿Ya te lo habían dicho? Él la toma de la mano y se la besa. Sus ojos revelan euforia, emoción y, al mismo tiempo, compasión. Otro relámpago acompañado de un dolor que le roba el resuello por unos segundos. Él la abraza. “Ven, te acompaño. Tienes una misión que cumplir”.
Confundida, quizás un tanto sorprendida, trata de entender. “Dime ¿Dónde estamos? ¿Dónde está Isabel? ¡A dónde fueron Rigoberto y Lolo! responde por favor”. Él se detiene y la ve con su mirada trasformada, trasparente y buena. No le dice nada, solo le señala uno de los senderos, el que conduce a otro tipo de claridad. Ella comienza a recorrerlo con la certeza de no querer salir del lugar en el que se encuentra. Otro destello acompañado de un dolor seco en el pecho la despierta.
Abre los ojos. Está rodeada por paramédicos que gritan de alegría. “La bajada de las cañas”. Mira a su alrededor y descubre tendidos tres cuerpos. Se incorpora y va hacia los restos sin vida de sus tres amigos. Llora desconsoladamente mientras los bomberos tratan de llevarla a una ambulancia para conducirla al hospital de Antigua “¿Dónde está Isabel?” Todos se miran con sorpresa. “Isabel, falta mi amiga Isabel”. Minutos más tarde los medios digitales difundieron la noticia de la superviviente milagrosa del fatal accidente de la calzada de las cañas, que salva la vida de una de sus compañeras quien apareció, inconsciente y muy mal herida, a varios metros del siniestro.