FELICES POR DECRETO imagen

Guatemala ocupa el lugar número 29 de felicidad entre 155 países.

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Por: Guillermo Monsanto

La Organización de las Naciones Unidas publicó, para algarabía de los chapines, que Guatemala ocupa el lugar número 29 de felicidad entre 155 países. La noticia, que fue recibida con júbilo, deja después de un tiempo algunas incógnitas en el aire. El dato es incongruente con otras estadísticas universales en las que también se toma en cuenta a este país centroamericano. Ello, porque las demás gráficas no ayudan a visualizar con justicia este entusiasta dato. Por ejemplo, la UNICEF señala a Guatemala como el quinto país más desnutrido del mundo. Respecto a la corrupción, ocupamos la posición 136 de 176 con una media de 28/100 siendo el 100 el puntaje máximo. En el rating de violencia somos el número 6 de 133 países según la evaluación del Índice de Progreso Social. Los datos internos, en este último rubro, vaya si no son conocidos por todos. Entonces ¿en dónde habrán realizado el estudio? O, bajo qué condiciones.

Soy chapín y soy feliz, de hecho, las personas que me rodean son felices. Cuentan con educación, leen, aprecian el arte, la música, van al teatro, son bilingües y algunos hasta han viajado con visa a los Estados Unidos. Casi todos tienen familias integradas, aman y han sido amados, poseen negocio o buen empleo. Otros, los que no tienen pisto, son artistas y su puerta de escape la representan el escenario, los lienzos, las partituras, en fin, la creación. Incluso hay mucha gente humilde que alcanza la felicidad ya que se realiza de diferentes maneras, pero ¿es ésta la realidad del resto de guatemaltecos? ¿tienen puntos de fuga para sublimar el agobiante día a día que se vive en chapinlandia? Más, si caemos en cuenta que vivimos en un estado cuya intención es penalizar cada uno de nuestros actos mientas sus impunes funcionarios (y con ellos, los padres de la patria) se sirven de los frutos de nuestro trabajo con la cuchara grande.



Foto: Alejandro Sandoval

Recientemente me tocó curar una pinacoteca con trabajos de artistas de las generaciones del cuarenta y el cincuenta. Autores con ideales revolucionarios, que, en su momento, fueron la cara sensible del lapso 1944-1954. Sus trabajos no estéticos, los de esencia social, los que no aparecen ni por error en los libros de texto, hacen un retrato de una cultura que por un lado era muy rica en tradiciones, paisajes y colores, pero por el otro, vivía enterrada debajo de grandes miserias. Una realidad que, para algunos, era mejor ocultar. Sin embargo, en aquel momento no existían las maras que son, quizás, la plaga más enraizada de la cultura de violencia que vive el país. Señores de la ONU, no vimos en “lalaland”. Salir de este hoyo profundo en el que nos estamos hundiendo va a requerir de un esfuerzo comunitario sin precedentes y, con este ejercicio, para que la felicidad sea real, formar un país educado que aprenda a vivir en comunidad. La ignorancia puede ser atrevida y de allí puede ser que venga la falsa percepción captada por los expertos de la ONU.     

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