Esa abominable expresión imagen

En ningún diccionario de nuestra exquisita lengua española, se dice o se insinúa o se advierte que esa palabra que se refiere a una parte del cuerpo, es sinónimo de mujer.


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Según el diccionario de la RAE, esta palabrita de cuatro inofensivas letras es un concepto claro y preciso. Un nombre que se le da a cierta parte del cuerpo. Y si queremos extenderlo, es también un término para nombrar partes de algunos objetos.

Aquí se ilustra la definición oficial y algunas expresiones en las que se usa. Lea usted, apreciado lector.

Culo

Del latín, culus.

1. m. Conjunto de las dos nalgas.

2. m. En algunos animales, zona carnosa que rodea el ano.

3. m. ano

4. m. Extremidad inferior o posterior de algunas cosas. Culo del pepino, culo del vaso, culo de botella.

Además de las anteriores, hay una serie de referencias a esta palabrita que no se usan en nuestras latitudes. Pero he de escribir, que en ningún diccionario de nuestra exquisita lengua española, dice o insinúa o advierte que esta palabra sea sinónimo de mujer.

Estaba en un centro comercial muy contenta ocupada en mis mandaditos cuando de repente escucho una voz de hombre joven preguntar “¿y a qué hora vienen los culos, pues?” Como no es la primera vez que escucho a un chico poseído por semejante barbarie referirse así a las chicas, volteé a ver con la tripa retorcida. Lo hice con tal brusquedad que el trío de ishtos se asustó.  Eran unos patojitos que no alcanzaban los dieciocho años. Y por supuesto no fue una sonrisa lo que vieron en mi rostro.

Cuando mi sentido auditivo se contamina con este sinónimo falso, se me lacera el temple y también la dignidad. 

Es increíble, pero he escuchado a hombres de todas las edades, mayores incluso, referirse a las mujeres como “los culos”. 

Estamos en el siglo XXI señores, se supone que hemos evolucionado, que los humanos nos reconocemos como tales, no como un simple par de nalgas.

Ignoro a que triste individuo se le ocurrió disminuir al género femenino llamándolo así. Qué poca fantasía, caray. Por más que busco explicar semejante grosería, no puedo. Es tan primitivo, tan vulgar y sin embargo tan generalizado.




Y es que una mujer es mucho más, señores. Esa parte de su cuerpo es apenas un simple elemento corpóreo que le sirve para sentarse y para proteger órganos vitales. Tiene, leamos bien, la misma función que el trasero masculino. Ninguna otra.

Llamarnos así -pues claro que me incluyo, mujer nací y mujer he de morir- denota una falta de solidaridad que traza una frontera infranqueable. Es cosificar y es desvalorizar. No podemos confiar en las intenciones o en el buen juicio de un hombre que use el término de las cuatro letras en esos términos, valga la redundancia. Qué triste, porque a lo mejor las intenciones son buenas. Pero no se da cuenta, el sujeto en cuestión, de que al llamar culo a una mujer él mismo se pone en posición de desventaja, en una dimensión bárbara de macho cabrío.

Una mujer es tanto más que un cuerpo. Es un espíritu con un sinfín de apasionamientos que lo empujan y engrandecen, es un cerebro que no deja de llevar a cabo todo tipo de procesos mentales y creativos, es un ser capaz de dar vida, de acunar, de alimentar con su propio cuerpo. Una mujer puede acompañar a quien bien la llame y bien la ame, durante toda una vida. 

Es capaz de convertir un montón de ingredientes en un banquete, es alguien que con ingenio hace reír a quien la rodea. Una mujer puede procurar muchas alegrías y buenos ratos.

Pero no se extrañe usted si también provoca tempestades. Sobre todo si se entera de que para referirse a ella, usaron la macabra palabra.

Ninguna mujer, sin distingo de edad o condición o apariencia merece ser disminuida con esa horrenda expresión.

Y es una paradoja. Porque estos hombres que se refieren a ellas con las cuatro letras tienen madre, hermanas, parejas y hasta hijas. Y ahí van por la vida diciéndoles culo a otras mujeres. ¿En dónde, caramba, queda el aprecio por las suyas? 

Sí, estoy de acuerdo. Sé que no son todos. Conozco a muchos caballeritos y caballerotes que no tienen esta vil costumbre. A ellos me aboco para que apoyen la causa de erradicar el gran mal que representa el uso que algunos dan esta pequeña palabra.

Veamos. Las chicas no van por allí refiriéndose a ellos con expresiones como “ahí vienen unos piernas” o “como me caen de bien esos panzas”. Eso sin mencionar palabras más grotescas que también comienzan con p. Pero no, eso no sucede en el imaginario femenino. “Hoy nos juntaremos con unas chavos”, o “Fulanito es un mango”, las mujeres nos quedamos allí, en el territorio del respeto y bastante cerca del diccionario.

En la época de enamoramientos y conquista, en esa edad joven y feliz en la que chicos y chicas están conociéndose y empiezan a experimentar el delicioso fenómeno de la atracción, un término tan denigrante es una inconveniente mancha, un obstáculo para el acercamiento. Es un verdadero aguafiestas.

Insisto. Dejen de llamar a la mujer así, no se lo merece. No importa si su cuerpo es escultural, o si no lo es. No importa si es bellísima o no tanto, tampoco es relevante la edad ni la raza ni sus circunstancias.  

Una mujer es una mujer, jamás un par de nalgas.

Espero estar viva el día en que esta costumbre prehistórica se erradique por completo. Ojalá vea a mis nietos tratar con todo respeto el cuerpo y el espíritu de cada mujer que se cruce en su camino.

Espero también, ver el día en que la palabra en cuestión nombre solamente lo que debe nombrar. Y punto.

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