Decir que es momento de prohibir los fuegos pirotécnicos es hacerse de enemigos, es atentar contra las tradiciones de la patria. ¿Si aún no logramos superar a los difuntos canchinflines cómo esperamos una prohibición total de pirotécnicos?
La mala memoria nos hace muy desconsiderados. Se nos olvidan los niños quemados que trabajan produciendo cohetes, volcancitos, estrellitas y toda la variedad que compramos en cualquier rincón de Guatemala durante las fiestas de fin de año. Se nos olvidan los incendios donde mueren inocentes –hace poco un bombero voluntario en Xela, por el mal manejo de pirotécnicos.
Mientras rumiamos con el concepto de no tener pirotecnia en nuestras fiestas (¿qué diría Pollo Campero?) podemos hacer lo que sigue, que es bastante bueno: pedir regulaciones de pirotecnia para la fabricación, venta y almacenamiento. Así como los pinabetes de Navidad llevan un márchamo de color para diferenciar a los responsables de los “ilegales”, la pirotecnia también podría llevar una especie de márchamo que nos asegure que sus normas de calidad incluyen tomar en cuenta que al fin y al cabo son inflamables. Algo lógico y crucial que muchos aún no toman en cuenta o ni les interesa.
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