EN ESTO DEL AMOR, SOMOS COMO LOS ANIMALES imagen

Le llaman la ciudad del amor. Aunque su gente vive de prisa, como si un tren fuera a dejarlos para siempre, en pocas horas entendí que hay verdad en esa afirmación. En París vi amor.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Fue en un café. En una esquina. Tras la ventana salpicada por gotitas de lluvia, una pareja joven se comía a besos. Ellos sentados adentro, yo, fascinada, observaba desde afuera. No era cualquier beso, llevaba deseo y ternura y abandono. Todo lo que le cabía. También urgencia, y caricias suaves en los rostros. Sonreían entre sí. Otro beso, despacito. Parecía que para ellos el mundo y su ruido no existíamos. Luego se tomaron las manos. Ambos, por instinto y al mismo tiempo, vieron cómo se amarraban sus dedos, se perdían en el nudo, se mezclaban. Ahí quedaron los enamorados, con sus besos voraces y sus manos pegadas. Seguí mi camino. El semáforo dio paso a los peatones.

ANÁLISIS CIENTÍFICO

Si los cerebros de estos jóvenes fueran analizados por un scanner de MRI, se iluminarían en tonos amarillo, naranja, incluso rojo, secciones de su cerebro que en condiciones normales no muestran esa luz. La actividad del flujo sanguíneo en esas áreas aumenta y también las secreciones de sustancias químicas. Está comprobado científicamente. Hay dos regiones cerebrales muy activas: el núcleo caudado, una primitiva región en forma de C relacionada con el sistema de recompensa del cerebro, la excitación sexual, las sensaciones de placer y la motivación para lograr recompensas. La otra es el área tegmental ventral, ATV, la veta madre de las células que producen dopamina.

Dopamina, norepinefrina, serotonina. Estas “niñas” son las sustancias que enloquecen y se secretan en abundancia cuando el amor toma posesión. Son símbolos del también llamado enamoramiento. 




Los locamente enamorados parecemos fábricas descontroladas de drogas naturales.

La ciencia atribuye esta locura a los niveles altos de dopamina y norepinefrina, y un nivel bajo de serotonina. La dopamina en grandes cantidades, además de aumentar el nivel de testosterona -la hormona del deseo sexual-, está asociada con una gran capacidad de concentración, euforia y dependencia, que son síntomas de adicción. 

La colgazón la producen sustancias que fabrica nuestro cerebro: el alto nivel de norepinefrina, que produce euforia y el bajo nivel de serotonina son culpables de que queramos estar todo el tiempo encima del ser amado. La respuesta fisiológica es genial.




ATRACCIÓN SEXUAL, AMOR ROMÁNTICO Y CARIÑO

Según la expertísima antropóloga Helen Fisher, cada uno de estos “tipos de amor” tiene un circuito cerebral propio y distinto. También hace diferencia entre el impulso sexual y el impulso de apareamiento. Lo cual es muy interesante. El primero no discrimina. Busca únicamente características que tengan relación con el placer físico. El segundo en cambio, busca otro tipo de rasgos, más duraderos, menos físicos. La sensación de seguridad y la afinidad, por mencionar algunos.

ANIMALES AL FIN

Según muchos antropólogos el animal humano por instinto natural, fue creado para tener una serie de relaciones sucesivas. Existen muchos modelos reproductivos diferentes. El cerebro es un órgano muy flexible, y diferentes personas manejan esos sistemas cerebrales de forma distinta; unas forman un matrimonio para siempre y otras sienten gran cariño por su pareja, pero al tiempo pueden enamorarse de otro. Hay matrimonios que duran toda una vida. El asunto del compromiso a largo plazo es un tema más cultural que instintivo. Eso, al final de cuentas, es lo que nos diferencia de las otras especies.

OTROS ANIMALES

Sin embargo, y es fascinante, existen animales que de verdad se enamoran. En más de 100 especies se ha observado. Desde elefantes hasta roedores, pasando por los pingüinos. Realmente eligen pareja y sienten un amor romántico primitivo: no comen y apenas beben, cuando sucumben a los encantos del objeto de sus afectos. El mismo Darwin lo reconoció.




DIVERSIDAD CULTURAL

El Amor Romántico, o enamoramiento, es, podríamos decir, la primera etapa. Es primitiva, intensa, universal y difícil de controlar. Pero no dura para siempre. Surge en la amígdala, nuestro cerebro primitivo. Las demás etapas involucran nuestra capacidad cognitiva, patrones emocionales, los sistemas de valores y la siempre presente necesidad de compañía. Es amor consciente y comprometido. Permanecer en la relación es una decisión que se toma a diario. Ese es el modelo que nosotros conocemos.

Los bosquimanos kung, una tribu de cazadores con arco y recolectores del desierto de Kalahari viven como hace millones de años. Su patrón es distinto, no hay muchos rituales, y la pareja suele acompañarse durante la etapa de apareamiento y luego durante la crianza de los hijos. Después de cumplir esa misión no existiendo normas establecidas respecto a la permanencia en la pareja.

Algunas culturas mediterráneas, por otro lado, son ligeros con la necesidad cultural y emocional de la fidelidad. Por eso son  permisivas con los deslices de los hombres. Un tema para cortar mucha tela.

Lo que observé en aquel café me conmovió. Reconozco que mi sistema también manifestó respuestas químicas. No sé qué sucedió en mi cerebro, no sé si la nostalgia se mide con algún líquido. Lo cierto es que mis ojos se llenaron de lágrimas, estaba emocionada. Y es que al final del día, es el amor lo que mueve a este loco y complejo mundo.

 

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