El grinch que todos tenemos en casa imagen

El Grinch es un ermitaño verde y peludo que odia la navidad y trata de estropearla a toda costa. No le gustan los árboles, odia ver colgadas las guirnaldas y los villancicos son como pequeños martilla

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El Grinch es un ermitaño verde y peludo que odia la navidad y trata de estropearla a toda costa. No le gustan los árboles, odia ver colgadas las guirnaldas y los villancicos son como pequeños martillazos que se le da en la cabeza.

El cuento escrito por Theodor Seuss Geisel es un clásico en Estados Unidos y su popularidad se ha extendido por años. En 2000 se produjo una película inspirada en este libro que le dio la vuelta al mundo y nos hizo personalizar nuevamente al famoso muñeco verde que odia la navidad.

En casa, todos tenemos un Grinch, el mío quiere estropearme a toda costa mi temprana navidad. Poner el árbol y las luces en la primera semana de noviembre es una burla al fiambre, me dijo este año.

A veces siento que tiene razón, pero el romanticismo de la época me desvía la atención. Mi Grinch dice que odia los simbolismos ridículos como los árboles de navidad y para él las leyes de la oferta y la demanda que sostiene la celebración es una burla hacia el verdadero significado.

Mi Grinch, para su desgracia, se casó con alguien que ama la navidad. Desde niña era una celebración que se  ha planificado con antelación, cualquier tipo de milagros no solo se pedían en Navidad sino sucedían en Navidad. Para mi es una época que me recuerda la fantasía de mi infancia, los regalos que con tanto esfuerzo mi mamá compraba para mi y las alegrías de la pirotecnia en la cuadra del barrio. 

El primer año de casados Mi Grinch me dijo: “En esta casa no entra ese gordo sin gracia”. Cuando nuestra hija entró en la etapa de los juegos imaginarios y entendió el significado de Santa Claus y la historia que hay detrás de ese señor (sin gracia) que trae regalos, nadie pudo sacarla de esa verdad absoluta.

Mi Grinch poco a poco se ha ido transformando. Le cambia la carita cuando la casa huele a ponche o cuando viajamos a provincia donde compartimos la celebración de nochebuena. En mi familia los regalos no son los importantes, hacemos rifas y compartimos el abrazo fraterno en medio de una oración. La cena no va más allá que tamales y ponche. Algunos años hemos partido un pavo, pero ha tenido tan poco éxito entre los comensales que preferimos lo tradicional guatemalteco.  

Mi hija también ha llenado un poquito de ilusión el corazón de mi Grinch, quien todos los años se empeña en opacarla pero nosotros se la iluminamos a él. 

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