Dios descarga su ira contra Jabes y lo castiga
Con la barbilla hundida hasta el pecho, la mirada incrustada en el piso y rodeado de policías como un verdadero delincuente, Jabes, el hijo del Pastor, sintió la derrota ayer en los tribunales.
Su boca sellada. El hombre con cara de niño experimentó lo que es estar en una cárcel como las de aquí, rodeado de pandilleros, ladrones, violadores y corruptos, y se mostró perdido.
Porque aunque su papá pague un apartamento en Fraijanes y le haya pedido al presidente que protegiera a su pequeño de esos periodistas mal intencionados, a ti Jabes no se te quitará el distintivo de homicida y para mí, el de asesino.
Ves como es la vida Jabes, porque el mismo pie que pusiste en el pedal para atacar a los chicos y chicas de Comercio 2, es el que ahora te llevó a donde estás.
Y tu Dios, que también es mi Dios, el de Brenda y el de todos los guatemaltecos, te hará pagar aquí en la tierra lo que hicíste.
Y sabes qué Jabes, Dios está muy molesto, porque te atrevíste a mencionarlo con tu conciencia manchada de sangre “Dios es bueno” dijíste, claro que es bueno, y ahora nos los demuestra a todos, cuando te vemos con un casco en la cabeza, un chaleco que ha sido usado por cuanto delincuente está en prisión y tus manos engrilletadas.
Y su ira se descarga sobre ti, porque días atrás tu diabólica sonrisa mostraba lo poco que te importó llevarte a Brenda entre las llantas de ese carro con el que le cercenaste sus piernas y su brazo. Pero también le mataste sus sueños. Lee
Jabes, yo no lo siento que estés allí, porque yo fuí al cementerio a acompañar a los alumnos de Comercio 2 a enterrar a su compañera, y esos gritos y lágrimas me partían en pedazos. Mira también: Justicia por Brenda
Estás donde debes estar, refundido en una celda donde dudo que un juez pueda darte libertad, porque tus argumentos son una mentira llena de aristas.
Y porque no hay algo que duela y lastime tanto Jabes que haber visto una y otra vez las imágenes, las fotos y la angustia de aquellos estudiantes de Comercio 2, desesperados tratando de arrancarte de debajo del carro a su compañera Brenda y tú acelerabas más y más.
Ese trauma que vivieron no te lo perdonará nadie, como tampoco Dios te dispensará que no hayas tenido humildad de pedir indulgencia a una madre, a un hermano y a los estudiantes, al haberles arrebatado la sonrisa, las ganas de seguir adelante, el sueño y la paz.
Ojalá se perpetúe tu estancia en esa cárcel, Dios ya te mostró su ira y la verdad, dudo mucho que se apiade de ti.
Mejor si volvemos a saber de ti dentro de al menos 30 años, cuando hayas cumplido tu condena.