De los diputados  espero lo peor,  del embajador esperaba mucho más imagen

Es innegable que el embajador de los EE.UU cometió una equivocación. Lo más conveniente sería que lo admitiera y ofreciera una disculpa. Reconocer y enmendar es una virtud de caballeros.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

El jueves cuando leí la portada de Prensa Libre quedé boquiabierto, confieso la releí en tres oportunidades sin poder borrar la impresión de asombro de mi rostro. Admito que corroboré que la fecha escrita en la parte superior derecha de ese diario, efectivamente fuera 22 de junio y no 28 de diciembre.

Abrí las páginas de ese diario para ampliar las declaraciones del embajador Todd Robinson: “hay cuatro idiotas en el Congreso”, dijo en una reunión con periodistas. Siempre he dicho y sostendré que el Organismo Legislativo es una institución cooptada por empresarios de la vieja política, personas sin escrúpulos que ven en el Parlamento una empresa que garantiza jugosos réditos a la inversión electorera que representa la compra de un curul.

Por supuesto, y por fortuna, siempre habrá algunas excepciones. Pero en efecto son una minoría. En esta ocasión los congresistas aludidos cometieron un acto cuestionable al contratar a una firma para que, supuestamente cabildeara en contra del diplomático en Estados Unidos, algo que de comprobarse representaría un acto bochornoso.

Desde luego que la reacción de uno de los diputados no se hizo esperar, Fernando Linares Beltranena lanzó un bajo y despectivo contraataque al sugerir que Robinson es homosexual, lo que nada tendría que ver con la gestión que él realiza en el país.

Lo cierto es que de los diputados se puede esperar lo peor, pero de un diplomático con la trayectoria y prestigio del embajador Robinson esperaba mucho más, por lo que debo admitir mi desilusión.

Lo que espero, de cualquier delegado de una misión diplomática, es que apoye la armonía y respeto entre dos países, después de todo un embajador representa la voz oficial de un Gobierno en otro nación, por lo que las declaraciones de Robinson no dejan bien parado al principal socio comercial de Guatemala.

No caeré en descalificativos contra el señor Robinson, mucho menos defenderé a los diputados guatemaltecos, quienes no gozan de mi simpatía, pero es innegable que el diplomático en mención cometió una equivocación.

Lo más conveniente sería que lo admitiera, ofreciera una disculpa y que asumiera el compromiso de que una declaración de esas dimensiones no la hará nunca más.

No quiero ni imaginar lo que ocurriría si un diplomático guatemalteco llamara idiota a un parlamentario estadounidense, en Estados Unidos. Lo cierto es que nunca es tarde para enmendar la plana y admitir equivocaciones siempre será una virtud de caballeros. 

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