CUANDO LOS CELOS TERMINAN EN TRAGEDIA imagen

Recibí la llamada a primera hora. Era mi hermana en estado de histeria, Lloraba. ¡Manolo mató a Magalí! Como yo no lograba entender, gritó con más fuerza: ¡MANOLO MATÓ A MAGALÍ!

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Recibí la llamada a primera hora de la mañana. Era mi hermana en estado de histeria, gritaba descontrolada. Lloraba. Al principio me costó entender lo que intentaba decir. ¡Manolo mató a Magalí! Como del otro de la línea yo no lograba dar sentido a lo que decía, gritó con más fuerza: 

                                                                                  ¡MANOLO MATÓ A MAGALÍ!

Lo escuchó en el telenoticiero de la mañana. Así se enteró. De forma casual e impersonal, un reportero le contó a mi hermana lo que había pasado.

Trabajamos juntas en un negocio familiar. Magalí era la asistente de mi hermana. También trabajaba conmigo, en la oficina todos somos familia. El escritorio de Magalí quedaba enfrente del mío. La conocí bien, además de la relación laboral pude conocerla personalmente, era jovial y extrovertida. Mi hermana la conocía aún mejor. Era su mancuerna en el día a día. Magalí era una mujer echada para adelante. Trabajaba duro y aprendía rápido. Tenía un motor que impulsaba  todos sus afanes: Manolito, su hijo de seis años.

Manolo era su esposo.

Los celos cegaron el entendimiento de Manolo, hasta el punto de volverlo loco. 

Porque para hacer algo como lo que él hizo, la razón debió ser la gran ausente. Fue hace veinte años, y el recuerdo no mengua, la impresión y la indignación ante este acto de sangre marcó nuestra forma de ver la vida.

Fue un crimen múltiple y cruel. Lo primero que hizo Manolo fue matar a Manolito, su propio hijo, enfrente de su madre. Magalí vio cómo Manolo le quitaba la vida a su pequeño. Lo ahorcó. Luego fue por ella. La asesinó de la misma forma: ahorcándola. Finalmente él mismo se quitó la vida.




LOS CELOS: UN PROCESO CEREBRAL

De acuerdo a The Guardian, los celos desencadenan en el cerebro una serie de procesos químicos que alteran el estado de ánimo. Las reacciones físicas son evidentes: Ira, sudor de manos, taquicardia. Una corriente de adrenalina aflora intempestivamente y te empuja a actuar: gritos, movimientos bruscos, llanto. Un ataque visceral de celos puede incluso llevarte a actuar con violencia.

Lo de Manolo fue violencia ciega, celos iracundos, una tragedia inconmensurable.

Ciertos estudiosos de la conducta humana consideran los celos como un rasgo evolutivo, una conducta alineada con el instinto de supervivencia, específicamente con la necesidad de salvaguardar el derecho a procrear. Sin duda una teoría compleja, pues en medio de un episodio de celos, la integridad del ser amado puede verse en peligro, de muchas formas.

La razón estrictamente química, de un estado o ataque de celos, es resultado de un fuerte descenso en el nivel de serotonina. El neurotransmisor que regula ciertos estados emocionales como la felicidad, euforia, tristeza. En muchas ocasiones sus bajos niveles son causantes de estados depresivos agudos que producen una espiral de sensaciones negativas y destructivas.

En este contexto, comprendemos que los celos pueden conducir al individuo a niveles peligrosos de depresión. La razón deja de ser importante. Pueden sentirse celos con o sin justificación, los procesos emocionales no hacen diferencias entre unos u otros.

BIOLOGÍA Y CULTURA

Existen detonantes biológicos y detonantes culturales. Los biológicos obedecen al instinto básico de conservación y procreación. “Es mi pareja, el ser que garantiza la continuidad de mi material genético en la humanidad”. Este enunciado no lo hacemos en forma consciente, pero ejemplifica el móvil biológico. El cultural es más complejo. Porque el es el entorno el que lo define. Varía de acuerdo a las culturas y lo que es socialmente aceptado en cada una de ellas.

Ciertas conductas son consideradas inapropiadas porque el contexto histórico así lo definió. Sin embargo, no son necesariamente válidas. Hay ataques de celos, viscerales y violentos, que no guardan proporción con aquello que los provocó. Y es en ese ambiente cargado de sinsentido en donde generalmente se producen grandes rupturas. La persona acusada o cuestionada por su pareja  puede no estar de acuerdo con los celos del otro. Los criterios encontrados llevan a quien es objeto de celos a revelarse ante lo que ella o él, consideran injusto, irracional y hasta absurdo.

SIN JUSTIFICACIÓN

Ignoro qué sucedió aquella noche horrible en la intimidad del hogar de Manolo y Magalí. No sé si ella iba a dejarlo, si él sospechaba algo que lo perturbó hasta volverlo loco, o sí estaba bajo la influencia de alguna sustancia. Nunca indagamos.

Fue en Chimaltenango. Al día siguiente de los asesinatos llegamos temprano a la morgue. Mi mamá acompañó a la madre de Magalí a reconocer el cadáver. Pasó tantas horas en posición retorcida, que costó mucho trabajo enderezarla. Al día de hoy, me cuesta un universo entender esta tragedia. Recuerdo el lugar, nuestro silencio roto por el llanto, la mañana gris, la desolación que nos invadió a todas.

Por muchos celos que haya sentido Manolo, jamás encontraré en ellos razón para quitar la vida a un niño de 6 años y a una madre llena de vida y de proyectos que aún no alcanzaba los treinta.

No importa qué digan los expertos. En el más humano de los contextos, no existe ausencia de serotonina que justifique semejante crimen.




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