Así fue como un marero se robó a mi hermana imagen

Esta es la historia de una niña de 12 años que fue esclavizada durante un año por un pandillero de veintitantos. Ella escapó pero las heridas aún no sanan y las secuelas persisten.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Cuando se escondía el sol y se mostraba la luna, estaba mi mamá ahí, parada en esa puerta, con los ojos acuosos. Más de trescientas lunas transcurrieron y yo la vi cada noche con esa mirada pérdida y esos pequeños surcos en sus mejillas.

Ella vivió, al igual que mi papá, hermanos y yo, ese lacerante dolor, el de la ausencia de mi hermana. Aquella niña que salió de casa una tarde y que regresó un año después. Fue hasta una tarde impensada cuando ella ingresó a casa, acompañada de un llanto amargo y de un profundo dolor.

¿Qué le pasó? Fue robada por un marero, un joven de veintitantos que se había obsesionado de aquella preadolescente de 12. Sucedió hace 20 años pero las heridas persisten.

La recuerdo entrar a la casa y ver a mi mamá desmayarse del impacto. Mi hermana, nunca fue la misma, regresó con la inocencia interrumpida, con su virginidad arrebata y con sus sueños vueltos pesadillas.

El día de su desaparición mi mamá acudió a las autoridades pero no le dieron mayor importancia. Quizás pensaron que se trataba de otra adolescente escapada con el novio, lo cierto es que la indiferencia fue tal que casi nos obliga a perder la fe.

En aquel tiempo no existía el sistema Alerta Alba-keneth, ni la Ley de Femicidio y otras formas de violencia contra la mujer. Hace dos décadas nada nos protegía de los abusos misóginos de algunos hombres.

Aún en estos días podría apostar que el calvario vivido por mi hermana es experimentado por cientos de adolescentes y niñas en este país, desigual y machista.

El Sistema Alba-Keneth, utilizado para localizar a menores de edad desaparecidos o sustraídos, da cuenta que hasta agosto último: 1 mil 129 niñas sin localizar, de las 3 mil 735 alertas reportadas.

La fe de mi mamá, fue inquebrantable, ella salía a esperarle cada noche aferrada a una esperanza. Las heridas persisten y las secuelas también: ella no puede tener hijos y creemos que se debe a los abusos que sufrió durante un año de cautiverio.

¿Qué ocurrió?

Lo que le sucedió a mi hermana es como extraído de una película de terror. Ella era una niña normal, una de las tantas que vivían en aquella colonia de Santa Catarina Pinula: estatura media, cabello oscuro y la característica delgadez de las niñas que no llegan a los 15.

No salía más de lo necesario, solo para ir a estudiar o realizar alguna compra en la tienda. Pero fue en una de esas ocasiones cuando el muchacho la vio y se obsesionó. Quería que fuera su novia, la pareja del marero, pero ella era demasiado joven como para querer involucrarse con alguien.

Él pudo conquistar a otra, pero el poder jerárquico y el machismo desmedido de las pandillas lo hicieron cometer el más vil y cobarde de los actos: robarse a una niña y esclavizarla.

Fue en un asentamiento de la popular zona 5 donde el pandillero la retuvo a la fuerza. Llegaba drogado y la golpeaba, llegaba borracho y la violaba, a veces ambas. Así durante un año o quizás un poco más, ya nadie lo recuerda a ciencia cierta.

La dejaba encerrada bajo llave, con apenas agua y comida. Ella lloraba cada día y anhelaba salir de esa situación, pero su miedo era mayor. Hasta que una vez él llegó tan borracho y drogado que apenas se podía sostener en pie. De pronto intentó golpearla, pero ella le esquivó. Él cayó al suelo sin meter las manos.

Quedó inconsciente ¿cuánto tiempo? Jamás lo supo, pero el suficiente para que ella pese al temor se atreviera a revisar los bolsillos de su pantalón. Ahí encontró la llave y un billete de Q100. Salió como pudo y corrió sin ver atrás. Habló con unos policías ¿Dónde estoy les preguntó? Cuando estos le explicaron le ofrecieron ayuda, pero el terror pudo más y aceleró su paso hasta que tomó un taxi y le pidió que la llevara a casa.

Mi mamá no lo podía creer. Estuvimos juntas otros diez años más, hasta que ella murió a causa de un tumor en la cabeza. Mi hermana nunca fue la misma, jamás sale sola de casa y todavía tiene pesadillas de lo ocurrido. Así fue como un marero se robó su inocencia y le sembró un miedo que no termina.  

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